Entrevista a Helmut Frenz, sacerdote luterano que realizó un trabajo esencial en la defensa de los derechos humanos durante la dictadura
El sacerdote alemán cree que conocer quiénes fueron los autores de los abusos es ''indispensable'' para la democracia y los derechos humanos. Frenz rememora con dolor los sufrimientos de las víctimas y sus familias, y un ambiente ''muy frío y de hostilidad'' se le viene a la memoria al recordar su único encuentro con Augusto Pinochet.
En los próximos seis meses el sacerdote luterano Helmuth Frenz espera tener finalizado un libro sobre el trabajo de las iglesias en la defensa de los derechos humanos durante el régimen militar, tema que domina a cabalidad pues fue uno de los fundadores del Comité Pro Paz y de la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (Fasic), y además fue secretario general de Amnistía internacional en Alemania.
Frenz regresó a Chile en diciembre del año pasado y, para desarrollar su trabajo, se fue a Copiapó pensando en que esa nortina ciudad nadie lo iba a reconocer. Sin embargo, asegura que a las 24 horas después ya lo habían identificado. Otra de las razones que lo motivó a trasladarse a la capital de la Tercera Región fue para acompañar al fallecido sacerdote Fernando Ariztía, con quien trabajó en el Comité Pro Paz. “Me pude despedir de él, éramos como dos hermanos”, recuerda.
Durante la dictadura, el religioso también formó el Comité de Ayuda a los Refugiados Extranjeros (Comar), y posteriormente creó el Comité Pro Paz junto al cardenal Raúl Silva Henríquez, instancia a la que define como “uno de los grandes espíritus ecuménicos en Chile”, y que se encargaba de recopilar toda la información de desaparecidos, ejecutados y torturados.
El sacerdote recuerda que la semana posterior al golpe de Estado tuvo que organizar el Te Deum del 18 de septiembre junto a otros sacerdotes y al cardenal Henríquez, que a su juicio se transformó en el primer acercamiento entre el régimen de Augusto Pinochet y las iglesias. “Tuvimos que planear nuestra estrategia, ya que era la primera posibilidad de acercarse al gabinete y a mi me tocó hablar con el entonces ministro del Interior, general Oscar Bonilla, para pedirle una audiencia”, sostiene.
Pese a la voluntad de diálogo, Frenz fue considerado por las autoridades de la época como “un peligro para la seguridad nacional”, por lo que fue expulsado el 3 de octubre de 1975, mientras él se encontraba fuera de Chile. “No me tuvieron que detener y expulsar ya que yo en esos momentos estaba en Ginebra”, afirma.
Tras ello detuvieron al joven jesuita Fernando Salas y al abogado José Zalaquett, y pidieron el cierre del Comité Pro Paz, que oficialmente se disolvió el 31 de diciembre de 1975. Sin embargo, al día siguiente el cardenal Silva Henríquez creó un organismo que sería mucho más fuerte: la Vicaría de la Solidaridad.
"Debíamos denunciar la matanza"
Frenz recuerda la situación de los detenidos del Estadio Nacional. “Era muy difícil porque no teníamos posibilidad de hablar con ellos, sólo verlos y hacerles señales”, recuerda. Sin embargo, lo más impactante, afirma, fue convivir con las víctimas y sus familiares de los detenidos desaparecidos. “Estaban desesperados y no teníamos ninguna herramienta para ayudarlos. Era dramático convivir con ellos”, comentó.
-Hay algún caso que recuerde como más dramático?
- Durante la Unidad Popular trabajé con los refugiados en Chile, recuerdo algunos casos de estas familias en que el jefe de hogar desapareció porque fueron denunciados por los vecinos. Algunas familias, incluso, fueron desalojados de las casas y tuvieron que buscar refugio en las iglesias.
-¿Y la Operación Colombo, la muerte de 119 chilenos en el extranjero?
-Yo no entré en detalles. Estaba el Departamento Jurídico, a cargo de José Zalaquett, y ellos investigaban. Los jefes de comités teníamos que publicar y dar a conocer esta matanza. Fue un golpe bastante grande lo que había preparado el Departamento Jurídico y el gobierno estaba asustado. Desde ese momento nos comenzaron a vigilar a los que trabajábamos en el Comité Pro Paz. Yo tenía una sombra detrás de mí.
Pinochet justificó las torturas
-¿Cuál fue a su juicio el hecho más grave que ocurrió en Chile?
-La implementación de la tortura como sistema en Chile. Cuando en noviembre de 1974 fuimos con monseñor (Fernando) Ariztía a entregarle a Pinochet un documento con casos de detenidos que sufrieron apremios ilegítimos y reclamamos algunos casos concretos, él la justificó diciendo que “hay que torturar a los terroristas y comunistas, porque de otra manera no cantan”.
-¿Qué sintió al ver a Pinochet?
- La primera y última vez que vi a Pinochet sentí un ambiente muy frío y de hostilidad. Fernando Ariztía y yo quedamos súper choqueados de escuchar que él justificaba la tortura. Y esto lo presenté como testimonio ante la justicia española.
-¿Cuando Pinochet fue detenido en Londres, qué le pasó por su cabeza?
-Satisfacción, porque yo creo que es absolutamente necesario que se le procese.
-¿Confía en la justicia chilena?
- Espero, pero no sé si lo hagan. Hay mucha gente que quiere en prorrogar esto hasta que muera. A mi no me interesa si lo van a encarcelar, es un anciano, pero para la historia él no forma parte del pasado glorioso de Chile y no se van a hacer estatuas de Pinochet, ni plazas con su nombre. Era un dictador y un elemento criminal.
-¿Pero realmente cree que habrá justicia en Chile?
- Lo creo...vamos a ver quién será la próxima presidenta (ríe) y creo que las mujeres son más valientes que los varones.
Los informes Rettig y Valech
Uno de los primeros decretos que firmó Patricio Aylwin al asumir la presidencia en 1990 fue derogar la expulsión de Frenz. A su regreso, se encontró con sus amigos y un país que tenía publicidad luminosa, edificios nuevos y un metro. Las cosas habían cambiado, especialmente en materia de derechos humanos. Sin embargo, el religioso cree que aún no todo está dicho.
-¿Qué opina de los informes Valech y Rettig?
- Se informa sobre los hechos, pero sin el nombre de los hechores.
- ¿Cree que se deberían dar los nombres?
- Sí, si se quiere hacer justicia en base a la verdad, porque no sólo hay que publicar los pecados si no que se tienen que poner los nombres de los pecadores. No sé cuál es el motivo del gobierno de tener bajo llave los nombres.
-¿Qué le pediría al Presidente Lagos?
- Que publique lo más pronto posible los nombres de los torturadores, es absolutamente necesario para hacer justicia.
- ¿Un eventual gobierno de Michelle Bachelet podría dar esos nombres?
- Una vez adoptadas esta medida, lo veo difícil.
-¿Cómo ve la situación actual en materia de derechos humanos?
- No se puede comparar con la del régimen militar. Ha cambiado muchísimo. La situación de los derechos humanos en Chile está más o menos normal, no es un paraíso, pero eso no lo hay ni en Estados Unidos, ni en Alemania.
¿Qué se debería hacer para pasar de más o menos a bueno?
- Entregar los nombres de los torturadores para acusar a las personas responsables de estas atrocidades. A cualquier ladrón se le castiga y no a los torturadores, salvo los más grandes como Manuel Contreras (ex jefe de la DINA). Para la democracia y la situación de los derechos humanos es indispensable mencionar y publicar los nombres.
-Cuando se dio a conocer el informe Valech, ex colaboradores del régimen militar como el candidato presidencial de la UDI, Joaquín Lavín, dijeron que no sabían que en Chile se torturó. ¿Usted les cree?
- Pero si yo lo sabía, Lavín también. Había tantos testimonios y pruebas de los torturados, asesinados, desaparecidos.
Frenz regresó a Chile en diciembre del año pasado y, para desarrollar su trabajo, se fue a Copiapó pensando en que esa nortina ciudad nadie lo iba a reconocer. Sin embargo, asegura que a las 24 horas después ya lo habían identificado. Otra de las razones que lo motivó a trasladarse a la capital de la Tercera Región fue para acompañar al fallecido sacerdote Fernando Ariztía, con quien trabajó en el Comité Pro Paz. “Me pude despedir de él, éramos como dos hermanos”, recuerda.
Durante la dictadura, el religioso también formó el Comité de Ayuda a los Refugiados Extranjeros (Comar), y posteriormente creó el Comité Pro Paz junto al cardenal Raúl Silva Henríquez, instancia a la que define como “uno de los grandes espíritus ecuménicos en Chile”, y que se encargaba de recopilar toda la información de desaparecidos, ejecutados y torturados.
El sacerdote recuerda que la semana posterior al golpe de Estado tuvo que organizar el Te Deum del 18 de septiembre junto a otros sacerdotes y al cardenal Henríquez, que a su juicio se transformó en el primer acercamiento entre el régimen de Augusto Pinochet y las iglesias. “Tuvimos que planear nuestra estrategia, ya que era la primera posibilidad de acercarse al gabinete y a mi me tocó hablar con el entonces ministro del Interior, general Oscar Bonilla, para pedirle una audiencia”, sostiene.
Pese a la voluntad de diálogo, Frenz fue considerado por las autoridades de la época como “un peligro para la seguridad nacional”, por lo que fue expulsado el 3 de octubre de 1975, mientras él se encontraba fuera de Chile. “No me tuvieron que detener y expulsar ya que yo en esos momentos estaba en Ginebra”, afirma.
Tras ello detuvieron al joven jesuita Fernando Salas y al abogado José Zalaquett, y pidieron el cierre del Comité Pro Paz, que oficialmente se disolvió el 31 de diciembre de 1975. Sin embargo, al día siguiente el cardenal Silva Henríquez creó un organismo que sería mucho más fuerte: la Vicaría de la Solidaridad.
"Debíamos denunciar la matanza"
Frenz recuerda la situación de los detenidos del Estadio Nacional. “Era muy difícil porque no teníamos posibilidad de hablar con ellos, sólo verlos y hacerles señales”, recuerda. Sin embargo, lo más impactante, afirma, fue convivir con las víctimas y sus familiares de los detenidos desaparecidos. “Estaban desesperados y no teníamos ninguna herramienta para ayudarlos. Era dramático convivir con ellos”, comentó.
-Hay algún caso que recuerde como más dramático?
- Durante la Unidad Popular trabajé con los refugiados en Chile, recuerdo algunos casos de estas familias en que el jefe de hogar desapareció porque fueron denunciados por los vecinos. Algunas familias, incluso, fueron desalojados de las casas y tuvieron que buscar refugio en las iglesias.
-¿Y la Operación Colombo, la muerte de 119 chilenos en el extranjero?
-Yo no entré en detalles. Estaba el Departamento Jurídico, a cargo de José Zalaquett, y ellos investigaban. Los jefes de comités teníamos que publicar y dar a conocer esta matanza. Fue un golpe bastante grande lo que había preparado el Departamento Jurídico y el gobierno estaba asustado. Desde ese momento nos comenzaron a vigilar a los que trabajábamos en el Comité Pro Paz. Yo tenía una sombra detrás de mí.
Pinochet justificó las torturas
-¿Cuál fue a su juicio el hecho más grave que ocurrió en Chile?
-La implementación de la tortura como sistema en Chile. Cuando en noviembre de 1974 fuimos con monseñor (Fernando) Ariztía a entregarle a Pinochet un documento con casos de detenidos que sufrieron apremios ilegítimos y reclamamos algunos casos concretos, él la justificó diciendo que “hay que torturar a los terroristas y comunistas, porque de otra manera no cantan”.
-¿Qué sintió al ver a Pinochet?
- La primera y última vez que vi a Pinochet sentí un ambiente muy frío y de hostilidad. Fernando Ariztía y yo quedamos súper choqueados de escuchar que él justificaba la tortura. Y esto lo presenté como testimonio ante la justicia española.
-¿Cuando Pinochet fue detenido en Londres, qué le pasó por su cabeza?
-Satisfacción, porque yo creo que es absolutamente necesario que se le procese.
-¿Confía en la justicia chilena?
- Espero, pero no sé si lo hagan. Hay mucha gente que quiere en prorrogar esto hasta que muera. A mi no me interesa si lo van a encarcelar, es un anciano, pero para la historia él no forma parte del pasado glorioso de Chile y no se van a hacer estatuas de Pinochet, ni plazas con su nombre. Era un dictador y un elemento criminal.
-¿Pero realmente cree que habrá justicia en Chile?
- Lo creo...vamos a ver quién será la próxima presidenta (ríe) y creo que las mujeres son más valientes que los varones.
Los informes Rettig y Valech
Uno de los primeros decretos que firmó Patricio Aylwin al asumir la presidencia en 1990 fue derogar la expulsión de Frenz. A su regreso, se encontró con sus amigos y un país que tenía publicidad luminosa, edificios nuevos y un metro. Las cosas habían cambiado, especialmente en materia de derechos humanos. Sin embargo, el religioso cree que aún no todo está dicho.
-¿Qué opina de los informes Valech y Rettig?
- Se informa sobre los hechos, pero sin el nombre de los hechores.
- ¿Cree que se deberían dar los nombres?
- Sí, si se quiere hacer justicia en base a la verdad, porque no sólo hay que publicar los pecados si no que se tienen que poner los nombres de los pecadores. No sé cuál es el motivo del gobierno de tener bajo llave los nombres.
-¿Qué le pediría al Presidente Lagos?
- Que publique lo más pronto posible los nombres de los torturadores, es absolutamente necesario para hacer justicia.
- ¿Un eventual gobierno de Michelle Bachelet podría dar esos nombres?
- Una vez adoptadas esta medida, lo veo difícil.
-¿Cómo ve la situación actual en materia de derechos humanos?
- No se puede comparar con la del régimen militar. Ha cambiado muchísimo. La situación de los derechos humanos en Chile está más o menos normal, no es un paraíso, pero eso no lo hay ni en Estados Unidos, ni en Alemania.
¿Qué se debería hacer para pasar de más o menos a bueno?
- Entregar los nombres de los torturadores para acusar a las personas responsables de estas atrocidades. A cualquier ladrón se le castiga y no a los torturadores, salvo los más grandes como Manuel Contreras (ex jefe de la DINA). Para la democracia y la situación de los derechos humanos es indispensable mencionar y publicar los nombres.
-Cuando se dio a conocer el informe Valech, ex colaboradores del régimen militar como el candidato presidencial de la UDI, Joaquín Lavín, dijeron que no sabían que en Chile se torturó. ¿Usted les cree?
- Pero si yo lo sabía, Lavín también. Había tantos testimonios y pruebas de los torturados, asesinados, desaparecidos.
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