Hugo Guzmán.
(Reporte. Stgo. 09/012) En el “barrio alto”, en la comuna de Vitacura, está situado el Museo Presidente Pinochet. Un espacio para conocer su obra, su vida, sus hitos, sus objetos, sus condecoraciones, sus uniformes, sus fotos y, sobre todo, la admiración de sus seguidores. El museo pinochetista está organizado por salas que llevan títulos temáticos. La Sala 1, Pilares de la Libertad; Sala 2, Rincón Histórico del Estadista; Sala 3, Arquitecto de la Libertad y la Modernidad; Sala 4, Valor y Patriotismo.
Es un proyecto respaldado por poderosos empresarios y ex mandos del Ejército, que tiene como objetivo rescatar la historia personal, política y castrense del dictador.
Al Museo Presidente Pinochet se suma otro proyecto de difusión del ideario pinochetista. La Editorial Maye, fundada el 17 de noviembre de 2004, y que ya llega a los 36 títulos destinados, también, al rescate de lo obrado por Augusto José Ramón Pinochet Ugarte e intelectuales, militares, periodistas e historiadores seguidores del ex jefe castrense.
Se registran cientos de visitas al museo y la editorial ha vendido o distribuido un par de miles de ejemplares, entre ellos el texto “Miguel Krassnoff, prisionero por servir a Chile”, de Gisela Silva, una verdadera reivindicación del ex oficial responsable de violaciones a los derechos humanos y terribles crímenes, que lo tienen recluido por varios años.
El Museo Presidente Pinochet aparece anunciado en la página de la Municipalidad de Vitacura y en otros sitios, con su ubicación en calle O’Brien 2244. La Sala 1 luce los retratos de los cuatro primeros miembros de la Junta Nacional de Gobierno, los oficiales golpistas que derrocaron al Presidente Salvador Allende; está el “uniforme de etiqueta” de Pinochet y muchos de sus objetos personales. Su uniforme luce la banda presidencial (es el único en la historia contemporánea de Chile que ostentó dicho cargo sin ser electo por la ciudadanía) y se puede observar una réplica de la espada de Bernardo O’Higgins que al dictador le gustaba usar.
En la Sala 2, Rincón Histórico, hay un retrato de Napoleón, junto a fotos de la esposa del tirano, Lucía Hiriart y de su madre, Avelina Ugarte. Además, una vistosa vitrina llena de soldaditos en miniatura (como aquellos soldados de plomo con que juegan los niños) que representan los contingentes militares que Pinochet comandó; ese fue un regalo del alto mando del Ejército cuando Pinochet dejó el cargo de Comandante en Jefe, por cierto, el único que ostentó ese puesto durante 25 años consecutivos.
La sala 3 da rienda suelta a la devoción y admiración de su familia, camaradas de armas, seguidores políticos y pinochetistas de todo tipo. Simple y llanamente definen a Pinochet Ugarte como el “Arquitecto de la libertad y la modernidad” en Chile, en un culto a la personalidad que recuerda los reconocimientos a personajes como José Stalin o Adolfo Hitler.
Como se sabe, Pinochet no estuvo en ninguna guerra. Dirigió el Golpe de Estado desde una ubicación lejana en una unidad militar precordillerana sentado en un escritorio de puesto de mando. Su único combate real ocurrió el día del atento en su contra (7 de septiembre de 1986), pero no peleó porque salió huyendo gracias a la pericia de su chofer, sin usar su arma para repeler el ataque. Sin embargo, la Sala 4 de su museo, está llena de condecoraciones que recibió a lo largo de su vida militar, tanto en Chile como de gobiernos o entidades militares extranjeras. Todas están colocadas muy ordenadas, pulcramente cuidadas, en vitrinas limpias y amplias.
El museo fue inaugurado en diciembre de 2008 y requirió no sólo del trabajo de profesionales en la materia, sino de una cuidadosa selección de los materiales a exhibir, para la cual participaron su viuda, algunos amigos del ex general y antiguos jefes militares que laboraron con el tirano.
El lugar se suma a la Biblioteca de la Fundación Presidente Pinochet que alberga 15 mil libros de distintas temáticas y que están accesibles a quien llegue a requerirlos. Según los funcionarios del lugar, son libros que Pinochet leyó y admiró. Viene a la cabeza, en todo caso, aquella frase del dictador dicha en una entrevista, de que él solía leer unos quince minutos antes de dormirse.
Los seguidores pinochetistas no sólo tienen la posibilidad de visitar estos espacios, sino de contribuir a su existencia, cuidado y desarrollo. Una manera es llenando un formulario de ayuda a la Fundación Presidente Pinochet, comprometiéndose a aportar 50 mil pesos anuales que se pueden pagar al contado, en efectivo o con cheque, o en cinco cuotas repartidas durante el año. También se reciben donaciones de dinero de otros montos.
“Maye”.
Entre cansados de todo lo malo que se habla del ex capitán general (cargo que se auto asignó Pinochet y que sólo había ocupado Bernardo O’Higgins) y las omisiones de las “realizaciones del gobierno militar”, desgastados por el desprestigio de Pinochet y sus hombres, y saturados de las acusaciones de violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el periodo militar, un grupo de amigos, ex correligionarios en el Ejército, empresarios y seguidores del dictador, decidió que una manera de contrapesar esa situación, de “contar la verdad”, de esclarecer “la historia real” y, sobre todo, reivindicar lo obrado por el ex jefe del Ejército y muchos de sus subordinados, era levantar una editorial que publicara textos relacionados con toda esa etapa iniciada con la asonada militar de 1973. Ello incluía denunciar al terrorismo y la amenaza comunista.
La iniciativa la encabezó el ex ministro de la dictadura, el empresario Alfonso Márquez de la Plata (que hace unos meses fue al homenaje a Augusto Pinochet en el Teatro Caupolicán) quien en el 17 de noviembre de 2004 fundó la editorial Maye, nombre sacado de un seudónimo usado en circunstancias poco claras por una de sus nietas. A ratos se cae la página Web de esa empresa, que en algunos lados figura ubicada en Av. Kennedy 4150, pero en otros sin oficina. Llevan 36 ejemplares editados. Cada libro forma un conjunto de escritos que sintetizan fielmente el pensamiento, la actuación, las operaciones, el ideario y la justificación del combate al comunismo y el desarrollo de las políticas dictatoriales, todo desarrollado durante casi 40 años por la derecha y los pinochetistas.
Destacan las obras de y sobre Pinochet. Algunas escritas por su nieto Rodrigo García como “El fin de la Concertación” o por la periodista Paula Afani (que trabajó en La Tercera en la sección policial) como “La nuera del general. Revelaciones de Soledad Olave de Pinochet”. Una fuente de inspiración para instalar la editorial fueron los textos de Víctor Farías, quien escribió, entre otros, “Antisemitismo y Eutanasia” y “La Muerte del Camaleón”. No podía faltar el histórico ex columnista de El Mercurio, acérrimo anticomunista, Hermógenes Pérez de Arce, que encontró un lugar para publicar algunos de sus escritos.
Uno de los libros regalones de la Editorial Maye y sus lectores es “Pinochet, las incómodas verdades” del italiano Mario Spataro.
Algo que llama la atención de la editorial comandada por Márquez de la Plata y que le acarrea numerosas críticas, es que se convirtió en el espacio para que escriban ex uniformados condenados por el Poder Judicial por crímenes de lesa humanidad, violaciones a los derechos humanos, torturas, desapariciones, etc. El texto hito en este caso fue precisamente el de Krassnoff, condenado por horrendos crímenes, pero que “Maye” distribuyó e incluso presentó en galas literarias como la organizada en un recinto de la Municipalidad de Providencia, a cargo del ex oficial del Ejército y ex jefe de escolta de Pinochet, Cristian Labbé. La editorial pinochetista está orgullosa de que ese libro fuese traducido al ruso y al inglés y presentado en otros países. En el listado figura el texto “En las alas del Cóndor” del ex oficial Eduardo Iturriaga.
Varios ejemplares de la editorial salen de Punta Peuco y del Centro de Cumplimiento Penitenciario Cordillera, donde cumplen largas condenas antiguos colaboradores de Augusto Pinochet por casos de torturados, ejecutados y desaparecidos políticos. Krassnoff le envío su libro a parlamentarios, abogados de derechos humanos y a familiares de víctimas de ejecuciones, como fue el caso del diputado Tucapel Jiménez, hijo del dirigente de la ANEF del mismo nombre, asesinado por la dictadura.
No podía faltar un texto del historiador y tradicional columnista del diario La Segunda, Gonzalo Vial (“La verdad olvidada del terrorismo en Chile”) y un libro dedicado a la hija “más política” del dictador: “Lucía Pinochet, una mujer valiente” de Rosa Lobo.
No hay duda de que los pinochetistas hacen y harán esfuerzos por mantener vigente lo que definen como legado del dictador.-