Es interesante revisar el desarrollo del debate voto voluntario/obligatorio en otros países. En muchas partes quienes están a favor del voto voluntario –partiendo por parlamentarios, ministros y políticos “profesionales”- son honestos y reconocen que lo que buscan es incentivar el “voto inteligente” de la “ciudadanía verdaderamente interesada”, o -en otras palabras- deshacerse de la “irresponsabilidad política” de “los cholitos”, “huasos brutos”, y toda la gentuza que echa a perder el proceso.
Y tienen mucha razón, eso es lo que se consigue con el voto voluntario. ¿Es lo que queremos que suceda en Chile?
Un ejemplo: en Perú, el ex congresista Felipe Osterling asegura que “el voto obligatorio favorece a candidatos como Ollanta Humala ya que su electorado –principalmente de la sierra- sólo acude a las urnas para evitar la sanción que implica el no votar”. Luego afirma que “deben votar los que realmente tienen conciencia democrática”. Es decir, “los cholitos” no tienen “conciencia democrática” (obvio), ni la tienen quienes, en un contexto de voluntariedad, muy probablemente no asistirían a votar, algunos de ellos por lo difícil que resulta en ciertas zonas llegar a los centros de votación, o por otras razones que sin duda son ajenas a la simple voluntad.
En un contexto como el nuestro (latinoamericano) -marcado por enormes desigualdades sociales- es imposible diferenciar entre quienes tienen y no tienen “conciencia democrática”, así como resulta inverosímil tratar de distinguir entre quienes tienen reparos sustanciales con el sistema político y quienes finalmente no participan por impedimentos que podemos llamar estructurales.
Algunos “hacedores de normas” saben esto perfectamente, y en vez de tratar de nivelar la cancha para que todos los ciudadanos puedan ejercer verdaderamente sus derechos, buscan sacar provecho de los efectos excluyentes de la voluntariedad. Como señala el académico peruano Luis Pásara (2005): “se entiende por qué los políticos pueden simpatizar con la idea (del voto voluntario). Con menos electores potenciales, será más barato hacer la campaña, y mucho más sencillo ser elegido: bastará movilizar -con buenos o malos recursos- a un sector más pequeño. En pocas palabras, costará menos ser congresista”.
Así como no existe la quimérica competencia perfecta en el ámbito de la economía, las sociedades distan de ser sistemas perfectos en que individuos perfectamente iguales interactúan en terrenos perfectamente parejos. Parece ser que quienes están a favor del voto voluntario desconocen esta realidad, les favorece y no quieren modificarla, o creen que es irrelevante frente al espejismo de la sacrosanta libertad.
Daniel Bello
Peruano y chileno, músico, licenciado en educación, magíster en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos, investigador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat. Fundador y editor de www.encrucijadaamericana.cl