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martes, 27 de marzo de 2012

EL CASO DE UN INTENTO DE HOMICIDIO EN SANTIAGO COMO CONSECUENCIA DE LA MASACRE DE SANTA MARÍA DE IQUIQUE



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Sensacionalista grabado de la prensa de la época, reproduciendo el momento en que Antonio Ramón Ramón ataca al General Roberto Silva Renard, en las inmediaciones del Parque Cousiño (Fuente imagen: diario "La Tercera").
Coordenadas: 33°28'13.04"S 70°39'24.19"W (lugar aprox. del atentado)
¡Quién lo diría! Un golpe a la tranquilidad del centralismo y un caso de implicaciones internacionales vino a tener lugar en Santiago pasado el Primer Centenario, como coletazo inesperado de la brutal matanza de obreros salitreros en la Masacre de la Escuela Santa María de Iquique del 21 de diciembre de 1907, manchado de sangre y culpas las inmediaciones del copetudo Parque Cousiño, hoy Parque O'Higgins.
Era la mañana del lunes 14 de diciembre de 1914, cuando el General Roberto Silva Renard se dirigía a pie hacia su lugar de trabajo. El militar tenía su residencia en este mismo barrio, que por entonces era un vecindario aristocrático y elegante, del que aún quedan varias casonas suntuosas. Si embargo, llegando a la proximidad del parque con su perfecto uniforme y espada al cinto, fue súbitamente abordado por un sujeto que lo atacó con violencia intentando darle muerte: el obrero andaluz Antonio Ramón Ramón. Mientras era apuñalado, el militar cayó de rodillas y trató de caminar tambaleante, afirmándose de los barrotes de las ventanas y rejas de las casas, hasta que se desplomó en el suelo: estaba gravemente herido y se desangraba por la más peligrosa de las estocadas, propinada en el cuello. Su agresor, creyendo que ya le había asegurado la muerte, se echó a correr.
A pesar del abismo de diferencias que separaban a ambos hombres, sus hilos de existencia se habían anudado en el destino, pero no allí en la barrio del Parque Cousiño, sino antes, en la Plaza Manuel Montt de Iquique: el Silva Renard había sido el encargado de "trabajo sucio" contra los huelguistas de las salitreras en 1907, mientras que su agresor español era hermanastro de una de las innumerables víctimas, Manuel, a quien quería como un verdadero hermano y compañero, sin aceptar su pérdida en manos de impunes asesinos en el poder.
Al respecto, se recordará que las nóminas de víctimas de Iquique demuestran que la cantidad de muertos en la masacre (se habla desde 240 vidas hasta "miles", según otros) eran en su mayoría extranjeros, principalmente peruanos y bolivianos. Podrían haber alcanzado hasta el 60% de los asesinados, según ciertos documentos. Los obreros españoles, en particular, habían comenzado a llegar a Chile en gran número con los trabajos de canalización del río Mapocho, hacia 1888-1891, habiendo sido de mucha importancia en la proliferación del ideario anarquista entre los sindicatos chilenos, mismo que era compartido por Ramón Ramón y que fuera parte de la agitación de Iquique aquel año de la masacre, además de permitirle cobijo y cómplices a las posteriores acciones de Buenaventura Durruti en su paso por Chile.
El atentado era, pues, un intento del ciudadano español Ramón Ramón por hacer justicia personal y venganza, tratando de liquidar al hombre que fue señalado y condenado ante el juicio de la historia como el responsable de esa matanza, aunque veremos aquí que la suya fue sólo una tarea de ejecución ordenada por otros que, a diferencia suya, nada pagaron culpas al respecto.
El anarquista español Antonio Ramón Ramón, venerado por unos y odiado por otros. Su caso fue novelado en 1997 por Sergio Missana en la obra "El Invasor".
El controvertido General Roberto Silva Renard. Aunque su mano fue la ejecutora de la siniestra masacre de Iquique, el anatema de su figura sirvió para expiar a los políticos que dieron la orden de la horrorosa matanza durante el Gobierno de Pedro Montt Montt y que fueron, jerárquicamente, los primeros responsables de la misma.
SOBRE EL LUGAR DEL ATAQUE
Antonio Ramón Ramón interceptó al General Silva Renard cuando éste caminaba esa mañana desde su casa hacia la Fábrica de Cartuchos de la Dirección de Material de Guerra que estaba bajo su dirección en las Maestranzas del Ejército, por donde hoy está la Estación Metro Toesca.
El anarquista español lo venía siguiendo discretamente esa mañana y le atacó de súbito en el camino hacia la fábrica, propinándole cinco puñaladas como su venganza por la muerte de Manuel y los demás obreros del salitre, en un sector que la prensa de la época tiende a mencionar ambiguamente como las afueras del Parque Cousiño.
Es aquí donde encuentro un primer detalle confuso sobre la ubicación exacta del lugar de los hechos: decía la prensa que Antonio, tras perpetrar el ataque, corrió agitadamente hacia el Norte por avenida Viel. Esto estaría documentado también la causa que se le siguió con celeridad tras el atentado. Cuando llegó a Rondizzoni, y supongo que previendo el riesgo de correr por la larga cuadra que contorne al parque, dobló por esta calle pretendiendo dejar atrás a los vecinos que vieron la agresión sangrienta contra Silva Renard y comenzaron a perseguirlo. Esto también está constatado en el proceso que inició casi de inmediato el juez Franklin de la Barra y luego el Ministro Carlos Vergara Cerda, asignado especialmente para el caso.
Se ha señalado como el lugar exacto del ataque aquella esquina de Viel con Rondizzoni, pero el sentido común dice que, si Ramón quería dejar atrás a sus perseguidores, no podía llevarles sólo unos cuantos pasos de ventaja, quizás media cuadra o más antes de doblar por Rondizzoni. Algunas biografías aseguran, incluso, que hasta tuvo tiempo para beber una botella de veneno antes de seguir corriendo, aunque sin lograr causarse la muerte. Pero, a medida que corría, más testigos y acechadores se sumaron a la persecución. Por supuesto, no están claros todos los datos ofrecidos por la documentación de la época y llegan a ser contradictorios. Sin embargo, lo totalmente seguro es que Ramón Ramón dobló por Rondizzoni porque fue allí donde lo capturaron: para su desgracia, por esta calle venía transitando el prefecto de la Penitenciaría de Santiago, Salazar Acevedo, quien reaccionó a los gritos de la muchedumbre en la distancia sacando su arma de servicio y procediendo a detener al anarquista en fuga. También llegaron otros uniformados que lograron reducirlo haciendo uso de sus sables. Por esta razón, Ramón Ramón aparece vendado en las fotos posteriores.
Modestamente, creo que esto significa que el atentado contra Silva Renard debió darse en la proximidad del empalme de Viel con Rondizzoni, pero no tengo seguridad de que haya sido exactamente allí como se indica en algunos documentales y fuentes, sino un poco más al interior de la cuadra. Veremos pronto que, a pesar de esto, fue allí donde se erigió informalmente el pequeño monolito, en recuerdo de este acontecimiento.
 
Recortes de los diarios de la época. Creo, en general, que la mayor parte de la prensa oficial solidarizó con Silva Renard y condenó el atentado de Ramón Ramón, aprovechando de hacer toda una apología de la Masacre de Santa María de Iquique sucedida siete años antes. (clic encima de cada una para ampliar).
CONSECUENCIAS INMEDIATAS
No bien llegó la noticia del atentado a los medios de prensa, diarios como "El Mercurio" aprovecharon el contexto del ataque de Ramón Ramón para hacer sendas defensas revisoras en favor de Silva Renard, donde se informaba escasamente de los detalles del intento de asesinato pero se resaltaba que correspondía a un ataque a mansalva y por la espalda, perpetrado por un civil extranjero contra un uniformado de categoría, etc.
No sólo se intentó hacer apología de la figura del General Silva Renard, sino también de la sangrienta Masacre de Santa María de Iquique, justificándola como necesaria y casi inevitable al calor de los ánimos de entonces, además de describirla como una respuesta al peligro que revestían los movimientos huelguistas manipulados por agitadores políticos y por extranjeros. Todavía es posible encontrar algunas opiniones de este tipo, por cierto.
Como vimos, era cierta la presencia de ciudadanos extranjeros en los hechos de Iquique, incluyendo algunos provocadores que, dicho sea de paso, dejaron abandonados a los obreros durante la matanza y corrieron a refugiarse al consulado de los Estados Unidos, paradójicamente, como se ha demostrado en estudios a cien años de la masacre. Sin embargo, los apologistas de Silva Renard intentaron exponer esta situación ya entonces, tras el atentado, como un caso de amenaza a la seguridad nacional, concepto que no sé si se habrá aplicado así de fríamente para justificar alguna otra de las innumerables masacres del salitre que tiñeron de sangre los desiertos chilenos, hasta fines de la República Parlamentaria.
En cierta forma, y a riesgo de exaltar pasiones entre los admiradores de Ramón Ramón, me atrevería a decir que el atentado, además de fallar, resultó en un contrasentido pues, por un lado, se identificó ante la historia sólo a Silva Renard como responsable de la infausta matanza de Iquique, y por otro, los sectores dominantes de la sociedad chilena aprovecharon con desparpajo el atentado para hacerle un verdadero homenaje público y restaurar sus insistencias sobre la legitimidad que creían ver en su actuación en los sangrientos sucesos de 1907.
Considérese además que, siendo Silva Renard sólo un ejecutor de órdenes, éstas en realidad fueron emanadas del Ministro de Interior Rafael Sotomayor Gaete, quien jamás fue reprochado por lo sucedido. Según algunos estudios, además, se supo después de su participación accionaria en las salitreras nortinas y de un escándalo de corrupción política que habría alcanzado su figura, caso que, de ser cierto, haría verla tan distinta y contrastante con la intachable imagen de su fallecido padre, don Rafael Sotomayor Baeza. Algo sobre estas controversiales relaciones aparece mencionado por los productores del documental "La Venganza de Ramón Ramón", del año 2007, dedicado precisamente al atentado contra Silva Renard.
Por supuesto, no me correspondería distraerme cuestionando la efectividad del acto de venganza del español Ramón Ramón ni polemizando con la validez de su conmemoración como hecho histórico, materializada en actos como la colocación de una piedra a modo monumento, de la que hablaré más abajo. Puedo comprender la lectura apasionada que los actuales anarquistas quieran darle a este personaje y a su acción, pero no deja de ser menor el hecho de que la revisión de la mayoría de la prensa de aquellos años en torno al atentado, arroje por conclusión que prácticamente toda la crónica se cuadró en favor del uniformado y en contra de la intervención de agitadores extranjeros dentro del país, salvo uno que otro pasquín asociado al sindicalismo revolucionario.
Ubicación antigua del monolito. Éste fue desplazado después hacia el interior del jardín que se observa atrás, pues todo el sector de la esquina fue embaldosado para un puesto de comercio. Desconozco si sigue allí.

Acercamiento a la piedra grabada.
DESPUÉS DEL ATENTADO
Como dije, tengo algunas observaciones con la versión de que haya sido en el punto preciso de la esquina el lugar exacto del atentado, pero eso es una minucia comparado con otra creencia muy generalizada que leo en algunos sitios: que la muerte de Silva Renard tuvo lugar en este mismo lugar de su atentado.
La verdad es que, para molestia de sus enemigos, el General Roberto Silva Renard sobrevivió a sus heridas y murió unos años después, en otra ciudad.
A mayor abundamiento, revisando datos relativos a los informes médicos que le fueron entregados al Juez De la Barra por el Doctor Enrique Valenzuela, quien se encargó de los cuidados del general herido, se advertiría que sólo dos de las cinco heridas recibidas por el militar eran realmente graves y virtualmente mortales. Hay quienes han recalcado que la lesión que recibiera Silva Renard cerca del cuello y la nuca, y que le provocara una parálisis parcial en la cara, habría revestido tal gravedad que, finalmente, le llevó a la muerte años después. Pero esto me suena más a una forma orgullosa de no renunciar a la idealización del atentado cometido por Ramón Ramón, evitando aceptar que el odiado uniformado sobrevivió al apuñalamiento. Todavía más: veo en los reportes médicos citados en la prensa de la época sobre el estado de Silva Renard que, aunque aún estaba lejos del alta, éste ya se hallaba fuera de peligro de muerte sólo dos días después del ataque, de modo que la gravedad de sus heridas lo mantuvieron en peligro vital solamente durante las primeras horas después del atentado.
Lo que sí podrían anotarse como "puntos de daño" en la vida de Silva Renard es que, tras el atentado, debió acelerar su retiro. Jubilación, que, de todos modos, no habría estado cerca de concretarse ya, pues rondaba los 59 años de edad. Así, se mudó más tarde a Viña del Mar y allá fue afectado de una enfermedad invalidante y degenerativa que le dejó postrado y casi ciego, parecida a alguna forma parálisis progresivo que le costó un ojo y le provocó los problemas para respirar e ingerir alimentos, llevándolo a la tumba. Con relación a esto, ciertas fuentes sugieren que tal forma de deceso se debió en el largo plazo a las mismas heridas causadas por el apuñalamiento, según leí en un periódico digital que se autodefine latinoamericanista y en un ejemplar de un diario "El Mercurio" más cercano a nuestra época. Pero tengo la sospecha de que esta afirmación es más bien para salvar la esperanza de que Ramón Ramón haya concretado en la posteridad la eficacia del atentado. Quizás algún médico pueda aportar más al respecto, alguna vez, comentando la sintomatología de Silva Renard al final de sus días.
Lo concreto es que Silva Renard murió seis años después del ataque y a 130 kilómetros del lugar donde fuera apuñalado. El verdugo de los huelguistas en Santa María de Iquique y sobreviviente del atentado contra su vida en el Parque Cousiño, falleció el 7 de julio de 1920, con cerca de 66 años.
Ramón Ramón, por su parte, pudo salir libre después de fallecido el general, en 1921, cuando fue expulsado de vuelta a España. Aunque la sacó "barata" frente al rigor de la justicia, jamás pudo superar los dolorosos sucesos de haber perdido a su hermano, cayendo postrado por las depresiones contraídas en esta negra aventura en tierras chilenas. Falleció tres años después de haber recuperado la libertad, solo y pobre.
En tanto, el ex Ministro Sotomayor Gaete, quizás verdadero responsable de la orden de la Masacre de Santa María de Iquique en 1907 según algunos autores, misma que se llevara la vida del hermano de Ramón Ramón que éste intentó vengar apuñalando a Silva Renard, había fallecido muy poco tiempo después del atentado al general y de una enfermedad con apropiado gentilicio a las circunstancias de todos estos hechos: gripe española, mientras se dirigía a Europa en 1918, a tomar una legación.
UN MONOLITO INFORMAL
Un monolito conmemorativo del atentado fue colocado a un costado del Parque O'Higgins, al parecer por grupos autodefinidos como anarquistas (más bien anti-sistema). Es de roca rosa con inscripciones en caracteres pintados de rojo. Hasta no hace mucho, sin embargo, los vecinos y comerciantes callejeros le daban un empleo muy poco "histórico": la usaban como asiento e incluso para apoyar mercaderías de algunos vendedores. Luego, la piedra fue despegada del piso y colocada en otra posición dentro de la misma esquina.
Mi impresión es que estos grupos anarquistas chilenos han visto en Ramón Ramón una especie de analogía entre su intento de asesinato a Silva Renard con otras acciones de ácratas radicales internacionales de la misma época, como por ejemplo el atentado explosivo que le quitó la vida al Coronel Ramón Lorenzo Falcón en 1909, militar argentino que había reprimido duramente las huelgas y revueltas obreras de ese año. En venganza, y tal como en el caso chileno, el joven inmigrante judeo-ucraniano Simón Radowitzky decidió darle muerte en Buenos Aires al controvertido jefe de la policía federal, convirtiéndose en un icono del anarquismo local.
Según consulté, el monolito había sido instalado por particulares sin autorización del Consejo de Monumentos Nacionales. Se lo inauguró el 21 de diciembre de 2008, en el año 101 de la Masacre de Santa María de Iquique, por un colectivo autodenominado Memoria Rebelde. Inicialmente, estaba en la esquina del costado poniente de avenida Viel con General Rondizzoni, a escasos metros de la Estación Metro Rondizzoni, llevando grabada la siguiente inscripción (interrumpida por una fractura sobre la roca):
EL DESPERTAR DE LOS TRABAJADORES DIC 1914
ANTONIO RAMON RAMON VENGADOR DEL PUEBLO
SE HA HECHO LA JUSTICIA DEL PUEBLO
A un costado de la piedra está pintado también el rostro de Antonio Ramón Ramón, me parece que basándose en una de las imágenes que captó el diario "El Mercurio" en aquellos años, después de haber atacado a Silva Renard y ser hecho prisionero. A continuación, en una placa de mármol colocada en el suelo, se lee:
"EN ESTE LUGAR, ANTONIO RAMÓN RAMÓN, AJUSTICIÓ AL GENERAL SILVA RENARD QUIEN DIO LA ORDEN DE MATAR A LOS OBREROS PAMPINOS, DE LA ESCUELA "SANTA MARÍA" DE IQUIQUE. MEMORIA REBELDE".
No sé quién habrá asesorado a los muchachos de Memoria Rebelde pero, lamentablemente para ellos, el monolito conmemorativo repite el comentado error esencial de creer que Silva Renard murió allí; en estricto rigor, yerra al hablar de ajusticiamiento, más allá de las lo que se estimó como buenas intenciones para colocarlo. Dijimos también que quien "dio la orden" habría sido el Ministro Sotomayor, mientras que el general sólo la ejecutó con los hombres bajo su mando.
Siento que se debe ser majadero en recalcar que Silva Renard no murió en el lugar de su atentado, ni logró ser "ajusticiado" allí: vivió por algunos años más, teniendo tiempo incluso de cambiarse de ciudad y hasta superar el límite de edad de aquella época, como vimos. Si algo debía decir el monolito, entonces era que aquí Ramón Ramón "intentó ajusticiar" a Silva Renard, pues el acto de ejecución quedó truncado al fracasar en su deseo de darle muerte al militar. Curiosamente, hay una enormidad de fuentes en la internet que todavía acogen este mismo error, creyendo que Silva Renard efectivamente murió "ajusticiado", por lo que se puede eximir de cierta responsabilidad a los anarquistas chilenos de nuestros días por haberlo repetido en el monolito.
El Consejo de Monumentos Nacionales me informó hace unos años que no tenía competencia para corregir estos errores en monumentos particulares es espacios públicos. Hace pocos meses, además, esta pieza estaba desmontada y colocada en otro sitio de la esquina, muy maltratada, luego que se repavimentó y embaldosó ese lado de la esquina por un local comercial. Desconozco, por lo tanto, si en este momento sigue allí.



http://urbatorium.blogspot.com.ar/2012/03/el-caso-de-un-intento-de-homicidio-en.html

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