16/12/2009
Por Mónica González, CIPER
8 de Diciembre de 2009 . Tras siete años de investigación, la muerte del ex presidente Frei Montalva fue tipificada como homicidio. La resolución judicial atribuye un rol activo a médicos y agentes de la represión a quienes se acusa de haber participado en una operación que disfrazó de enfermedad el envenenamiento progresivo del ex mandatario con sustancias químicas. Intentaron borrar sus huellas, pero el descubrimiento de las fichas clínicas, los análisis científicos y más de mil declaraciones las sacaron a la luz 27 años más tarde. El sospechoso historial del doctor Patricio Silva Garín y los inéditos testimonios médicos refuerzan la tesis del ministro en visita Alejandro Madrid. El cerco de la CNI y la DINE sobre la Clínica Santa María terminaron de configurar un cuadro que estremece.
Perdidas en la bodega de contabilidad de la Clínica Santa María estaban las fichas clínicas que guardaban los secretos de los últimos días de vida del ex presidente Eduardo Frei Montalva, el hombre que encabezaba la oposición a Pinochet en 1981 . Estos registros, aunque incompletos, junto a más de cien testimonios médicos y sofisticados análisis científicos permitieron acreditar que fue asesinado en 1981 por los servicios de seguridad de Augusto Pinochet destruyendo su sistema inmunológico, en un proceso similar al que ocurre con los enfermos de Sida.
Las huellas de Talio y Mostaza nitrogenada que registran sus restos exhumados el 22 de diciembre de 2004, lo fueron envenenando y debilitando sus defensas, pero el que actuó como un arma química letal que desencadenó su muerte fue el Tranfer-Factor , producto que le fue aplicado en cuatro ocasiones a pesar de que nunca contó con certificación médica internacional.
Este cúmulo de pericias, documentos y testimonios terminaron de armar el mapa de su muerte, permitiendo que el ministro Alejandro Madrid configurara el delito de homicidio y procesara como autores, cómplices y encubridores a cuatro médicos y dos ex agentes de los servicios de inteligencia.
La investigación se inició hace siete años cuando la hija del ex mandatario, Carmen Frei, solicitó investigar el encubrimiento y la asociación ilícita detrás de la muerte de su padre. Y esa asociación ilícita incluyó un férreo cerco de escuchas telefónicas, seguimientos, infiltrados y filmaciones que incluyeron la casa de Frei, sus desplazamientos dentro y fuera del país y hasta los pasillos de la Clínica Santa María.
El cerco sobre el ex mandatario fue ejecutado por mandos de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE) y la CNI, entonces dirigida por quien había sido edecán militar durante su mandato, mostrándole múltiples gestos de aprecio y lealtad: el general Humberto Gordón. No sería el único hombre de confianza que lo traicionaría.
Las escuchas telefónicas estaban a cargo del coronel Jorge Vizcaya Donoso (jefe de la división), quien tenía bajo su responsabilidad la seguridad de las comunicaciones de La Moneda y también una secreta oficina de Monitoreos Telefónicos, la que no figuraba en ningún organigrama de la institución. Y se entiende, porque allí trabajaba Luis Vargas, quien era funcionario de la Compañía de Teléfonos destinado a la CNI. Su misión: habilitar las conexiones telefónicas para interceptar y grabar los teléfonos que el mando superior ordenaba.
No es extraño entonces que dos funcionarios de la CTC se presentaran en la casa de Frei para cambiar un aparato supuestamente en mal estado. Luego se comprobaría que lo que efectivamente hicieron fue instalar una grabadora pequeñísima en su interior.
Antes de que Frei se internara en la Clínica Santa María, el equipo operativo que preparó la eliminación de Frei puso en marcha otro dispositivo. Un grupo de aproximadamente siete militares en retiro llegó sorpresivamente al establecimiento hospitalario a cumplir funciones de “guardia” y “mayordomo”.
Varios integrantes del cuadro médico de la Clínica recordaron incluso que el director de la época, doctor Enrique Duval, se quejó de esta imposición de sus superiores. El nuevo contingente quedó bajo las órdenes de la gerente administrativa del establecimiento de la época, Ana María Benavente, cuñada del general Julio Canessa, quien vivía en la misma casa del hombre que Pinochet escogió en 1982, poco después del asesinato de Frei, como vicecomandante en jefe del Ejército.
Entre los nuevos empleados estaba el sargento (r) José Miguel Ogalde, quien se hizo cargo de la bodega del establecimiento y el suboficial mayor (r) de Ejército, José Espinoza. Fue ese funcionario quien le preparó la habitación (401) que se le destinó a Frei cuando llegó a operarse a la clínica el 18 de noviembre de 1981 y en la que permaneció hasta el 7 de diciembre, después de haber reingresado. Fue el mismo Espinoza quien lo trasladó a la sala de rayos el 6 de diciembre, cuando tuvo el shock séptico provocado por la rotura de una sonda.
Espinoza conocía bien al doctor Patricio Silva Garín, quien encabezó las tres últimas operaciones a que fue sometido Frei y acaba de ser procesado como autor de su homicidio. La hija de Espinoza, Rosa, trabajaba en el Hospital Militar, en el Departamento Diagnóstico por Imágenes, bajo las órdenes directas de Silva Garín.
El camillero y mayordomo tenía otra particularidad. Su otra hija, Sonia, pasó de cabo del Cuadro Permanente del Ejército al Escalafón de Oficiales, llegando a capitán en la especialidad de inteligencia luego de sucesivos cursos y entrenamientos. Toda su carrera la hizo en esas tareas, principalmente en la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE) y como ayudante del subdirector Gustavo Rivera Toro, hasta 1992.
Con el fallo de Madrid queda claro que el doctor Patricio Silva Garín también formó parte del cerco que los organismos de seguridad levantaron en el entorno a Frei Montalva. Solo así se entiende que llamara al propio Pinochet cuando asumió el mando de la segunda operación del ex mandatario y de todo lo relacionado con su tratamiento.
Autores, encubridores y cómplices
El doctor Silva Garín dice no haber sabido nunca de la utilización del Transfer-Factor en su paciente Eduardo Frei, pero la constancia expresa de su inoculación por vía subcutánea quedó registrada en las fichas clínicas descubiertas en la investigación del ministro Madrid. El producto le fue aplicado luego de que reingresara a la Clínica Santa María el 4 de diciembre de 1981, a raíz de una sorpresiva complicación surgida tras una operación rutinaria de una hernia al hiato, realizada el 18 de noviembre en la misma clínica. Desde ese 4 de diciembre, Silva Garín estuvo a cargo de las tres nuevas intervenciones, tratamientos y exámenes.
El ministro Alejandro Madrid encarceló y procesó a Silva Garín, actual director de Gestión Clínica del Hospital Militar e integrante del escalafón militar desde 1956, como autor del asesinato de Frei. Bajo la misma figura fueron encausados Raúl Lillo Gutiérrez, el hombre que dirigió el cerco de espionaje al ex mandatario, jefe operativo de la DINA, CNI y luego del Batallón de Inteligencia del Ejército (BIE) en los ’90, custodio del químico de la DINA Eugenio Berríos en los días que fue asesinado en Uruguay en 1993 (Ver el reportaje: Todas las muertes conducen a Berríos ); y Luis Becerra Arancibia, el chofer y hombre de confianza de Frei por más de 20 años, quien trabajaba para la CNI .
Madrid también ordenó la detención y procesó como cómplice del crimen de Frei al doctor Pedro Valdivia Soto, quien trabajaba entonces en la Clínica Santa María y paralelamente en la Clínica London de la CNI, donde fue asesinado el 29 de marzo de 1977 con gas sarín el cabo Manuel Jesús Leyton, crimen por el que está procesado y pronto a ser condenado como encubridor (la Corte le anuló el procesamiento como integrante de la asociación ilícita). Hasta hace poco tiempo Valdivia era médico de la Clínica Alemana.
Como encubridores del magnicidio, fueron procesados los doctores Helman Rosenberg Gómez y Sergio Javier González Bombardiere, del Hospital Clínico de la Universidad Católica. Ambos facultativos realizaron la secreta e irregular autopsia a los restos de Frei, en la misma habitación donde falleció y a sólo minutos de su muerte. La reconstitución de la autopsia hecha el sábado 31 de octubre pasado, permitió comprobar que los procedimientos y elementos utilizados alteraron cualquier posibilidad de exámenes toxicológicos posteriores que pudieran evidenciar la existencia de sustancias químicas letales inoculadas en su cuerpo.
La autopsia, autorizada y solicitada por el ex ministro Patricio Rojas y su concuñado Patricio Silva Garín, se mantuvo oculta por más de 20 años, hasta que un llamado anónimo alertó sobre su existencia.
La resolución de Madrid estableció que el delito de homicidio –“suficientemente comprobado” – fue ocasionado “por la introducción paulatina de sustancias tóxicas no convencionales, la aplicación de un producto farmacológico no autorizado -‘Transfer Factor’- y por la ocurrencia de diversas situaciones anómalas, que pudieron ser disimuladas como inadvertencias o negligencias que paulatinamente deterioraron su sistema inmunológico y facilitaron la aparición de bacterias oportunistas, tales como las denominadas ‘proteus vulgaris’ y ‘candida albicans’, que resultaron ser la causa final de su muerte y dieron la apariencia que su deceso ocurrió por complicaciones derivadas de las intervenciones quirúrgicas a que fue sometido, haciendo imperceptible la intervención de terceros en su fallecimiento”.
Más de mil interrogatorios y entrevistas policiales, decenas de pericias científicas en Chile y en el extranjero y más de 400 informes se acumularon para fundar el fallo del ministro Madrid. Todo ello da cuenta del exhaustivo trabajo realizado en varios países desde que en 1999 la jueza Olga Pérez iniciara la investigación por el secuestro y homicidio del químico de la DINA, Eugenio Berríos, apoyada por el mismo equipo policial que integran el prefecto Nelson Jofré y la inspectora Palmira Mella de Investigaciones.
EL MISTERIOSO CONCUÑADO DE ROJAS
El doctor Silva Garín, director de Gestión Clínica del Hospital Militar, fue concuñado y sigue siendo uno de los más estrechos amigos del ex ministro de Frei y Patricio Aylwin, Patricio Rojas. Ser parte del escalafón del Ejército no le impidió a Silva Garín ser nombrado por Frei Montalva subsecretario de Salud. Desde esa posición, en octubre de 1969 asumió importantes tareas ajenas a sus funciones, convirtiéndose en el gestor de la solución de la grave crisis de la rebelión del Regimiento Tacna y otras unidades del Ejército, liderada por el general Roberto Viaux, que estuvo a punto de derivar en Golpe de Estado. El acta de negociación que terminó con el conflicto lleva la firma de Silva Garín y la de Viaux.
Poco después, cuando el 24 de octubre de 1970 se produce el atentado terrorista que terminó con la vida del comandante en jefe del Ejército, general René Schneider, crimen encabezado por un grupo de nacionalistas y altos jefes militares, entre ellos Viaux, y que buscó impedir que Salvador Allende asumiera la presidencia, Silva Garín nuevamente entra en acción.
El jefe operativo de ese atentado, el militante nacionalista Juan Diego Dávila Basterrica (quien falleció en marzo pasado), afirmó en el proceso Schneider haber tenido una entrevista con Silva Garín durante la preparación del atentado. El episodio, negado por Silva Garín hasta ahora pero reafirmado por Dávila, fue también revelado en la época por la revista Sepa .
Silva también ocultaba el papel que le tocó jugar tras el atentado a Schneider. En su hoja de vida quedó registrada la felicitación que recibió al atender en el Hospital Militar al jefe del Ejército, cuando éste ingresó allí en grave estado después del ataque. Silva era entonces Director del Servicio Nacional de Salud (SNS). ¿Qué hacía en el Hospital Militar examinando al general Schneider?
No fue la única muerte de un personaje relevante que registra en su carrera médica y militar. En 1974 fue a buscar a Punta Arenas y operó en el Hospital Militar al general Augusto Lutz, luego de que éste sufriera una súbita hemorragia de origen desconocido. Al igual como ocurrió con Frei, Lutz tuvo un inexplicable problema con una “sonda nasogástrica”, que le provocó una nueva hemorragia. El médico anestesista que lo acompañó en la operación a Lutz, fue Pedro Cubillos, el mismo que lo asistiría cuando operó a Frei el 6 de diciembre de 1981.
Lutz fue jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM, ahora DINE) desde 1972 hasta dos meses después del Golpe de 1973. No bebía ni tomaba alcohol y falleció de septicemia a los 52 años, en el Hospital Militar el 28 de noviembre de 1974, veinte días después de ser hospitalizado. Días antes de enfermarse, había participado en la junta anual de generales del Ejército. En dicha reunión, él y Oscar Bonilla criticaron duramente los métodos represivos de Manuel Contreras y la DINA. El duro enfrentamiento terminó bruscamente cuando Pinochet cortó la discusión: “Señores generales, la DINA soy yo, ¿alguien más tiene alguna pregunta?”.
En esos momentos, Silva Garín era jefe del Departamento Médico del Hospital Militar, donde no se dejó ningún registro del ingreso de prisioneros que llegaban heridos desde distintos centros secretos de tortura. Allí le correspondió examinar y seguir la evolución del ex ministro del Interior de Allende, José Tohá, trasladado desde el campo de prisioneros de Isla Dawson al Hospital Militar por su estado de salud. La ficha oficial dice que Tohá se suicidó en ese recinto el 15 de marzo de 1974. Pero hoy existen nuevas evidencias y testimonios que revelan que fue un homicidio.
La relación de Silva Garín con el mando del Ejército era estrecha y formal (Reportaje “Médico de la DINA y CNI operó a Eduardo Frei Montalva”, publicado en CIPER el 05 de marzo de 2009 ). Así lo prueban los dos cursos que realizó en 1966 en la Escuela de las Américas de Panamá, oscuro centro de entrenamiento de los represores de Latinoamérica. Con Pinochet en el poder, Silva acrecentó esos lazos y también su afición por la “inteligencia”.
En 1974 fue alumno del curso “Informaciones para oficiales de los servicios” en la Academia de Guerra, donde tuvo de compañero al doctor Eduardo Arriagada Rehren, quien después de asumir el mando de la Clínica London de la DINA fue director de Sanidad del Ejército y director del Instituto Bacteriológico de la misma institución, hasta que en 1990 se lo encuentra en el subterráneo de la Brigada de Inteligencia del Ejército (BIE). En ese mismo curso estaban los doctores Horacio Taricco Lavín y Vittorio Orvieto, ambos directores de la Clínica London de la DINA; además del dentista Sergio Muñoz Bontá, del mismo establecimiento.
En 1981, Silva no fue el médico escogido por Frei para operarse de la hernia al hiato. La primera operación la hizo el doctor Augusto Larraín. Dieciséis días más tarde, Frei era internado nuevamente en la Clínica Santa María y Larraín fue desplazado por Silva, quien se hizo cargo de su tratamiento y de la segunda operación (6 de diciembre), de la que ya no se recuperaría. Otras dos nuevas intervenciones le siguen, todas ellas las realiza con un equipo integrado exclusivamente por personal militar, entre ellos el médico de la CNI, Rodrigo Vélez Fuenzalida.
Lo que nadie ha podido explicar es por qué en la hoja de vida de Silva Garín en el Ejército aparece en esa misma época –desde abril de 1980 hasta julio de 1982– en “comisión extrainstitucional al comando en jefe del Ejército”. No es un punto banal. Esa es la figura que se utilizaba para ocultar la destinación de un militar a la DINA o al DINE.
A pesar de los oscuros episodios que Silva Garín concentró en su extensa carrera militar y política, nadie nunca lo interpeló. Es más, en 1990, recuperada la democracia, su concuñado, el ministro de Defensa Patricio Rojas, lo nombró vicepresidente ejecutivo de la Caja de Previsión de la Defensa Nacional (Capredena), cargo que desempeñó hasta 1995. De allí regresó al Hospital Militar donde sigue hasta ahora como director de Gestión Clínica, uno de los más altos puestos.
La lealtad de Silva Garín con el Ejército llegaba directamente hasta Pinochet. Como él mismo ha reconocido, fue al entonces comandante en jefe a quien primero informó de que estaría a cargo de la segunda operación de Frei y de todos sus cuidados médicos.
LAS VACACIONES DEL DOCTOR VALDIVIA
El doctor Pedro Valdivia, procesado por Madrid como cómplice del homicidio del ex mandatario, intentó probar durante la investigación judicial que en los días que Frei falleció estaba de vacaciones y que nunca lo visitó en su habitación. Lo primero fue desvirtuado por una ficha clínica de una operación realizada por Valdivia a otra paciente en el mismo establecimiento. Sobre lo segundo, más tarde aclaró que sí lo había examinado a petición de la enfermera María Victoria Larraechea, hermana de la esposa del hijo de Frei Montalva, también funcionaria de la clínica. La enfermera negó rotundamente haber intercedido.
Lo que terminó por derrumbar la defensa de Valdivia es que hubo otros profesionales que sí lo vieron ingresando a la habitación de Frei. La clave fue proporcionada por uno de sus compañeros de universidad, quien certificó que faltaba una ficha clínica, la última, en donde dejó constancia del examen al que sometió al paciente el 22 de enero de 1982, cuando Frei estaba a punto de fallecer. El punto es vital porque allí está el nombre del facultativo al que se le entregó la responsabilidad del cuerpo del ex presidente. Y ese fue precisamente el doctor Valdivia, quien recibió a los médicos que le practicaron la autopsia mantenida durante más de 20 años en secreto.
Valdivia no sólo constató el deceso de Frei. También existen pruebas que de inmediato dio aviso. Al otro lado de la línea estaba uno de los ayudantes de Augusto Pinochet.
EL MORTAL TRANSFER
Una de las líneas de investigación más difíciles y extensas fue la que se hizo sobre todo el recorrido médico –exámenes, habitaciones, tratamientos, indicaciones, fichas clínicas y médicas- desde que Eduardo Frei se operó el 18 de noviembre, reingresó a la Clínica Santa María el 4 de diciembre, lo volvieron a intervenir el 6, 8 y 17 de diciembre, hasta fallecer el 22 de enero de 1982.
De allí surgió una línea de tiempo y de inmediato la necesidad de hacer un monitoreo a la evolución de su sistema inmunológico. Al final del recorrido, después de centenas de interrogatorios, entrevistas y pericias, la sorpresa fue mayúscula. El fallo del juez Madrid lo describe así:
“Se ha podido también establecer que al enfermo se le aplicó un producto denominado ‘TRANSFER FACTOR’ (factor de transferencia), el que se encontraba en etapa de experimentación, y que, tal como señala el inmunólogo y doctor en ciencias de la Universidad de Chile, Luis Ferreira Vigouroux a fojas 8.729 y siguientes, dicho producto, no estaba certificado ni autorizado por la Food and Drug Administration (FDA) en Estados Unidos, y aunque se pensaba que podía favorecer la recuperación de un sistema inmunológico deprimido, en definitiva, al agregar más endotoxinas a las ya preexistentes en el organismo, esto induciría al sistema inmunológico a secretar moléculas que median el shock séptico. Todo ello se encuentra corroborado por el texto de un estudio científico…” (**).
Las endotoxinas son componentes de las bacterias que desencadenan una respuesta inmunológica en el organismo. Y Madrid concluyó que la aplicación del Transfer-Factor fue determinante en la muerte de Frei ya que éste contenía un nivel de endotoxinas superior al normal, que en vez de favorecer al enfermo que padece una infección (enfermedad que ya produce un alto grado de endotoxinas), ocasiona una descompensación que deprime el sistema inmunológico del paciente a un extremo letal.
El doctor Silva afirma no haber sabido nunca del Transfer ni de su utilización en el tratamiento a Frei. Sus dichos no corresponden ni a lo que consta en las fichas clínicas y tampoco a lo que afirma el doctor Sergio Valdés Jiménez, utiólogo. Según los más de cien testimonios de personal médico interrogado en esta investigación, si Frei se mantuvo con vida hasta el 22 de enero de 1982 fue gracias a los esfuerzos del doctor Valdés, quien sí supo de la inoculación del Transfer, acotando que en esa decisión “no tuve ninguna competencia”.
Fue el doctor especialista en inmunología Rodrigo Hurtado el que aclaró el misterio. Afirmó que fue Patricio Rojas quien lo contactó a fines de 1981 para que examinara a Frei en la clínica. Así lo hizo. Y los exámenes que solicitó evidenciaron una franca deficiencia inmunológica.
-Tratando de corregir este defecto conseguí desde el Children Hospital de San Francisco, California, un producto llamado Transfer -Factor el cual no recuerdo específicamente como me llegó a Chile, pero una vez que lo obtuve, indiqué que se le administrara de acuerdo a mis indicaciones –afirmó Hurtado.
Efectivamente, según consta en la ficha clínica y la hoja de control médico y enfermería, la terapia con Tranfer-Factor se inició el 2 de enero de 1982. Allí también consta que se le introdujo una ampolla del producto –por vía subcutánea– el 2, 3,13 y 20 de enero de 1982.
La segunda acotación del doctor Hurtado al examinar las fichas clínicas agrava el misterio del producto utilizado: “Me llama la atención que el tratamiento con Transfer-Factor fue utilizado dos días seguidos y después hubo un lapso de diez días para colocar la tercera dosis, siendo que lo que se acostumbraba era colocarla en forma diaria y así debo haberlo prescrito. Ignoro por qué no se hizo así”.
A pesar de que era evidente el acelerado deterioro en el sistema inmunológico del paciente desde que fuera operado por segunda vez por el equipo del doctor Silva Garín, transcurrieron 19 días antes de que se pidiera con urgencia un estudio inmunológico (23 de diciembre) sobre los Linfocitos T, B y DNCB.
El experto mundial en inmunología Luis Ferreira Vigoroux fue consultado sobre la aplicación del Transfer-Factor. Teniendo todas las fichas clínicas a la vista, afirmó:
-Si se usó Tranfer-Factor, era fundamental precisar su origen exacto, el procedimiento usado en su preparación y si fue adecuada y oportunamente valorado en cuanto al contenido de endotoxina (LPS). Si de EE.UU. mandan una droga para Chile, obviamente debiera haber sido valorada para su uso en humanos, pero como era un producto experimental, era de relevancia central el haber tenido a la vista la certificación de esta valoración. Este requerimiento, ineludible incluso para medicamentos de uso animal, es aún más crítico para su uso en una persona en peligro crítico de iniciar un shock…La balanza podría, en cuanto a endotoxinas, inclinarse negativamente si, producto de la contaminación de un producto supuestamente medicamentoso, se introduce sistémicamente al paciente cantidades adicionales de LPS, por muy pequeñas que éstas sean.
El doctor Hurtado confirmó la apreciación de Ferreira: “Los Lipo-Polisacáridos-LPS, se encuentran en bacterias Gram negativas, en su forma primitiva y no purificada puede ser tóxica y ejercer un efecto contrario, es decir inmuno-supresor”.
Otro de los médicos que lo examinó, Tomás Walter Klimunda, ayudó a confirmar lo que ocurrió con el sistema inmunológico de Frei: “El Lipopolisacárido o LPS, un componente del cuerpo de la bacteria, es una de las toxinas capaces de producir un shock séptico”.
Hubo otro hecho que ayudó a debilitar su sistema inmunológico. La revisión de las fichas clínicas permitió establecer que el 6 de diciembre, a sólo horas de la operación que dirigió el doctor Silva Garín y de la que nunca más se recuperó, por un error con la sonda nasogástrica, Frei perdió una cuantiosa cantidad de sangre. Una enfermera, María Elena Zamorano, lo encontró solo, “sudoroso, descompensado, la presión baja, el suero estaba fuera de la vía venosa y su cama impregnada con sangre, había perdido mucha sangre”. En el fallo de Madrid se deja constancia de que en esos mismos momentos, se registra el ingreso a la habitación de Frei del doctor Pedro Valdivia, quien no tenía ninguna ingerencia en ese piso.
El registro del incidente lleva la firma del doctor Bernal, pero quien ocasionó la rotura de la sonda no ha sido hasta ahora individualizado.
A Frei debieron someterlo a una transfusión de un litro de sangre en extrema urgencia, pero la pérdida masiva del vital elemento, según constataron los médicos, acentuó la destrucción de su sistema inmunológico y agravó los síntomas de shock séptico. Un daño irreversible. Fue sólo entonces que el ex presidente sería trasladado a una habitación especial de la Unidad de Cuidados Intensivos. Para ello Silva Garín no tiene explicación.
Tampoco entrega respuesta para otro hecho extraño del cual dio cuenta una enfermera de la clínica. La profesional mostró la hoja de control médico y de enfermería correspondiente al 29 de diciembre de 1981, donde se indica que fueron enviadas al Hospital Militar muestras de magnesio y zinc de la sangre de Eduardo Frei, en circunstancias que ese preciso examen se hacía siempre en el laboratorio de la Clínica Santa María.
Respecto a las huellas de Talio y mostaza sulfúrica hallados en su organismo, las pericias científicas permitieron establecer que ellas datan de “tres meses antes de su muerte, que se le aplicó en dosis bajas y muy probablemente por vía endovenosa, lo que determinó daño celular y del DNA, expresado en compromiso multisistémico, alteraciones en la capacidad de los linfocitos de defenderse de gérmenes oportunistas, lo que determinó su muerte por un cuadro séptico” (del fallo del juez Madrid).
La doctora Carmen Cerda fue precisa al analizar los rastros de Talio y mostaza sulfúrica: “No se corresponden ni con los alimentos ni con los medicamentos que recibió el señor Frei durante su hospitalización. Además, es posible establecer que ellas le fueron administradas, al menos, en tres ocasiones diferentes. Debido a ese tipo secuencial y simultáneo de suministro, el efecto de los productos se potenció, haciendo posible que, con menores dosis, el efecto final fuera igualmente mortal. Todo lo anterior, permite descartar una forma de ingesta accidental… En consecuencia, cabe afirmar con razonable certeza, que se trata de una forma médico legal de muerte calificable como homicidio”.
Frei Montalva falleció el 22 de enero de 1982, cuando en las calles la miseria y la grave económica hacía estragos. Un mes después, el 25 de febrero de 1982, era degollado el presidente de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF) Tucapel Jiménez por un equipo de la DINE y la CNI, coordinadas en función de un decreto secreto de Pinochet en la Unidad Antiterrorista (UAT). Así, el líder político y el dirigente sindical que en esos días podían unificar la oposición a la dictadura en la organización de un gran paro nacional en ciernes, eran eliminados.
La investigación realizada por Alejandro Madrid y su equipo policial comprueba, una vez más, la utilización de armas químicas para la eliminación de disidentes del régimen de Pinochet. La metodología científica ha permitido esclarecer un crimen destinado a quedar en la impunidad. Pero aún quedan cabos por atar. Y uno de ellos es quién recibió el Transfer-Factor en Chile y si fue el mismo producto que pidió el doctor Hurtado el que finalmente se le inoculo a Eduardo Frei Montalva.
*Mónica González es periodista e investigadora del Centro de Investigación e Información Periodística (CIPER), una institución independiente que desarrolla reportajes de investigación de acuerdo a principios de máxima calidad e integridad profesional. Para lograr dicho objetivo, los profesionales de CIPER incorporan a las técnicas propias del reporteo el uso sistemático de las leyes chilenas que norman el libre acceso a la información, de manera que los documentos que se obtengan por esta vía estén puestos a disposición del público sin restricciones.
** Transfer Factor es un producto de origen proteínico molecular, de peso tamaño molecular de 20 a 30 mil. Se obtiene de dadores humanos o animales y se extrae del citoplasma de glóbulos blancos por ruptura de la membrana celular, usando métodos físicos como el ultrasonido o la descongelación rápida. Después se centrifuga y se realiza un proceso bioquímico de separación de su peso molecular.
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