Reportajes La Tercera El ex jefe de la Fach cuenta en sus memorias las pugnas dentro del régimen por la sucesión Matthei revela intento de la Junta para impedir candidatura de Pinochet Las memorias del general Matthei, "Mi Testimonio", revelan un capítulo inédito de la historia del régimen militar: los duros enfrentamientos que hubo entre la Junta de Gobierno y el general Pinochet a inicios de 1988, a la hora de nombrar al candidato del gobierno para el plebiscito. Fecha edición: 17-08-2003- Treinta y cinco días antes del plebiscito del 5 de octubre de 1988 la Junta Militar nominó al candidato que representaría al gobierno en la votación del Sí y el No. Pese a que con anterioridad ya todo el país sabía que éste sería Augusto Pinochet, en la cúpula del régimen se vivió un tenso proceso, lleno de conflictos y que duró varios meses. Los miembros de la Junta creían que el general no era el candidato más adecuado, pensaban que era casi imposible ganar el plebiscito y consideraban que Pinochet no debía exponerse a una derrota. Pero el general operó tenazmente para ser el nominado. La historia de cómo Pinochet impuso su propio nombre a la Junta, uno de los capítulos más desconocidos del régimen militar, la relata el general Fernando Matthei en sus memorias, "Mi Testimonio", que serán lanzadas el próximo 25 de agosto por el sello editorial La Tercera-Mondadori. Con inusitada franqueza, el ex jefe de la Fach cuenta cómo se gestó el conflicto, el momento en que la Junta se quedó "sin margen de maniobra" y el "cuartelazo" que trataron de hacerle a Pinochet el 30 de agosto, cuando el almirante Merino condicionó el apoyo de la Junta a que el gobernante se comprometiera a anunciar que, en caso de ganar, gobernaría como civil. Algo que Pinochet prometió, pero no cumplió. Matthei también revela hasta qué punto la sucesión tensionó a la Junta. Merino, Matthei y Stange preferían otro candidato y, en palabras del ex jefe de la Fach, llegaron a construir un consenso en torno a los criterios del elegido. Se inclinaban por un civil o un alto oficial en retiro, y entre los nombres que alcanzaron a discutir figuraron el ex canciller Hernán Cubillos, el entonces ministro de Hacienda, Hernán Büchi y el general y ex subsecretario de Relaciones Exteriores Ernesto Videla. Los tres miembros de la Junta pensaban, también, que lo sensato era competir en elecciones abiertas y obviar el plebiscito. Pero Pinochet impuso su nombre y sus propias reglas del juego. Hubo discrepancias entre usted y el general Pinochet en torno al candidato del plebiscito? Sí, el tema de fondo fue el de la sucesión presidencial. El gobierno inició su campaña electoral incluso antes de que los comandantes en jefe entráramos a definir el procedimiento para elegir al candidato, o el nombre de éste. Y en abril de 1988, el general Pinochet se autoproclamó candidato, cosa que por lo demás ya habían anunciado desde antes el ministro de Defensa y el general Serre.El hecho nos molestó, naturalmente. El almirante Merino fue el primero en saltar al ruedo, señalando ante la prensa que el candidato debería ser un civil de unos cincuenta y tantos años de edad, adornando de tal forma su descripción -en su estilo-, que resultó fácil adivinar que se refería a Hernán Cubillos. Conversando después con él, le dije que pensaba en forma parecida, aunque no me habría atrevido a decirlo en público. Sin embargo, como él ya había dado el primer paso, le manifesté que yo también daría mi opinión en igual sentido. Y el general Stange también coincidió con nosotros en que el candidato debería ser un civil o un general de Ejército retirado. Barajamos varios nombres. ¿Como cuáles? Además de Cubillos, durante esas conversaciones entre nosotros se nos ocurrieron nombres como el de Hernán Büchi, ministro de Hacienda, o Ernesto Videla, quien había cumplido un importante papel en la mediación. Con todo, no le dábamos grandes posibilidades de triunfo a ningún candidato nuestro. ¿Por qué se resistían al nombre del general Pinochet? Si bien ninguno de nosotros dejaba de reconocer la gran labor que había realizado como Presidente, y de hecho considerábamos que él era la persona que mejor representaba al gobierno, analizamos la situación en forma realista. A nuestro juicio, lo más probable era que perdiera el plebiscito, sea por cansancio de la gente, la falta de una organización política poderosa que lo respaldara o, lo que es más probable, por ambas causas. Su intento de apoyarse en un partido fantasma que le había creado la CNI -Avanzada Nacional- fracasó estrepitosamente. Yo mismo le había manifestado a mi general en varias oportunidades -y con bastante anterioridad, unos cuatro años antes del plebiscito- que ya era tiempo de nombrar civiles y jóvenes en las diversas reparticiones de gobierno. Pero fue imposible. Él nunca quiso entregar el gobierno interior a nadie más que a los militares, a quienes, claro está, podía manejar. Yo estaba convencido de que con o sin él, las posibilidades de ganar el plebiscito eran muy escasas. En definitiva, no queríamos verlo derrotado y nos parecía imprudente exponerlo a una situación de esa naturaleza. Para mí, ése era el peor de los escenarios. De ahí que pensara que lo ideal sería enfrentar el plebiscito con un candidato civil, un hombre independiente de gran prestigio que pudiera trabajar tanto con los partidos políticos como con el Congreso. Porque no podía imaginarme al general Pinochet gobernando en condiciones distintas a las que estaba acostumbrado, y menos aún con un Congreso dominado eventualmente por la oposición. Pero había otro "pero" en el sentido de que el general Pinochet no estaba dispuesto a dejar la Comandancia en Jefe del Ejército. Veíamos especialmente complicado el hecho de que el futuro Presidente constitucional continuara siendo comandante en jefe del Ejército, pues ello implicaba involucrar a la institución cada vez que se atacara al Ejecutivo en el libre ejercicio del juego político. Además, no me gustaba lo que estaba viendo: que gente de uniforme realizara el trabajo de juntar a las fuerzas políticas para organizar un movimiento de apoyo al general Pinochet. Después de haberse restaurado el orden social, económico e institucional del país, me parecía lógico que las Fuerzas Armadas volvieran a sus funciones y que la actividad política retomara su curso normal. Pese a ello, los comandantes en jefe terminaron nominando al general Pinochet el 30 de agosto de 1988. ¿Por qué cambiaron de opinión al respecto? En julio quedó establecido que el 30 de agosto los comandantes en jefe decidirían el nombre del candidato. Sin embargo, para esa fecha ya sabíamos perfectamente que el nominado sería el general Pinochet. Lo que ocurrió fue muy simple: nos quedamos sin capacidad de maniobra. Algunas semanas antes del 30 de agosto -no recuerdo exactamente cuándo-, durante un almuerzo de la Junta, nos dijo que quería una carta nuestra donde le pidiéramos por escrito que se presentara de candidato. Días más tarde llegó a mi oficina el general Ballerino y me hizo saber que el almirante le había hecho llegar al Presidente la carta solicitada, de manera que esperaba que yo le mandara la mía. ¿Cuál fue su reacción? Bueno, el ministro de Defensa y el general Serre lo habían proclamado oficialmente, después se autoproclamó, y tenía la carta del almirante Merino. Conversé entonces con el auditor de la Fuerza Aérea, general Enrique Montero, y concluimos que un rechazo de mi parte implicaría inevitablemente una ruptura con el Ejército, con consecuencias nefastas para el futuro. Teniendo claro que no me haría responsable de un quiebre en las Fuerzas Armadas, le pedí a Montero que redactara la carta -ésta me comprometía, por cierto-, la firmé y se la mandé. "Si él quiere ir a toda costa, pues que vaya", le dije. ¿Consultó esa decisión con los generales de la Fuerza Aérea? Yo no les pedía consejos a los generales, porque no quería involucrarlos en asuntos políticos, pero les informé detalladamente de la situación. Quisiera agregar que más tarde conversé con el general Stange y me dijo que nunca tuvo intenciones de mandar la carta, y que no la había mandado. Dijo que no y punto. En sus memorias, el general Pinochet escribe que pese a no estar convencido de la necesidad o ventaja de presentarse al plebiscito, aceptó hacerlo "como una de las tantas cargas que impone el poder". Bueno, así debe haber sido... ¿Conversó con los otros comandantes en jefe antes de la reunión del 30 de agosto? Con Merino conversamos el tema y coincidimos en el hecho de que frente a un eventual triunfo de Pinochet, nos retiraríamos. El almirante pensaba que quedaríamos en una posición desventajosa ya que, en ese nuevo escenario, nuestras comandancias en jefes estarían subordinadas a un ministro de Defensa nombrado por el general Pinochet. También era complicada la situación para nuestros sucesores, ya que iban a ser veinte años menores que el comandante en jefe del Ejército, el cual a su vez sería el Presidente de la República. El menoscabo para nuestras instituciones era evidente... ¿Y dónde se reunieron el 30 de agosto? Nos juntamos en la sala del consejo del actual edificio de las Fuerzas Armadas. Fuimos llegando por orden inverso de antigüedad: primero el director general de Carabineros y luego el comandante en jefe de la Fuerza Aérea y de la Marina. Un buen rato más tarde apareció el capitán general. Había cruzado a pie desde La Moneda -el área fue acordonada y despejada para esos efectos- con sus cuatro edecanes, todos vistiendo amplias capas hasta el suelo. Una escena muy impresionante y calculada para ponernos en nuestro lugar meramente auxiliar... ¿Cuál fue el contenido de la reunión? Lo primero que le planteamos al general Pinochet fue que debía quedar expresamente claro que las Fuerzas Armadas y de Orden se mantendrían al margen de toda injerencia pública en el desarrollo de la campaña electoral, y que ésta se realizaría sólo con los elementos de que disponía el gobierno. El general Stange expresó la necesidad de terminar a la brevedad con el problema del exilio y que, a su juicio, había que evitar que se involucrara en ella el Ministerio del Interior. El Presidente argumentó que las autoridades militares que ocupaban funciones de gobierno, como intendentes, gobernadores o jefes de servicio, tenían la obligación y el derecho de mostrar la obra gubernativa. Esto lo aceptamos, pero con la expresa salvedad de que no debía comprometerse a las FF.AA. en un terreno que les era ajeno. ¿Y qué acordaron respecto de nominar al general Pinochet? El almirante fue el primero en hablar. Sin matices, clara y contundentemente, le dijo al Presidente que aceptaba su nominación, pero siempre y cuando renunciara a la Comandancia en Jefe del Ejército. "Mira Augusto -fueron sus palabras-, antes de anunciar la candidatura, debes renunciar al Ejército. Te vamos a nombrar, conforme, pero primero renuncias. Así lo exigen nuestras instituciones y la opinión pública". Tal cual. Si bien es cierto el general Pinochet mantuvo la calma y no tuvo explosiones de enojo, fue evidente que el planteamiento lo había choqueado. En verdad, quedó descolocado. Para mí también fue una sorpresa la posición tajante del almirante quien apoyado por Stange quiso aclarar, por una parte, cuál sería la futura calidad militar del general Pinochet si era candidato, triunfaba y asumía la Presidencia y, por otra, las condiciones de su sucesor en la Comandancia en Jefe. Durante el debate, y ante la insistencia de ambos, el Presidente dijo: "Si les preguntan, respondan que voy de civil", lo cual obviamente no nos satisfizo. No me acuerdo quién de ellos le contestó que el tema requería de una formulación oficial y que no bastaban declaraciones personales de los comandantes en jefe. Mi general argumentó entonces que debía mantener la calidad de comandante en jefe del Ejército, ya que debía velar por mantener abierto un camino de retirada. Fue ahí donde yo intervine, expresando que era partidario de precisar bien los escenarios. Como él había sostenido que tenía la seguridad inequívoca de ganar, ya que las encuestas le daban doce puntos de ventaja, le dije: "Si el plebiscito se gana con el 53% de los votos, como usted asegura, comparto la opinión del almirante de que asuma el próximo período presidencial como civil. Sin embargo, pienso que si triunfa el No, usted debe continuar ocupando el cargo de comandante en Jefe del Ejército, al menos por el año que faltaría para las elecciones". En definitiva, aceptaron que fuera candidato a la sucesión presidencial como comandante en jefe del Ejército... Sí, pero con el compromiso expreso de que esa noche, cuando aceptara su nominación, anunciara que en caso de triunfar asumiría como Presidente civil, renunciando a la Comandancia en Jefe un día antes de hacerse cargo del gobierno. ¿Y qué le contestó el general Pinochet? Aceptó mi propuesta, pero nos pidió atrasar el anuncio para el 11 de septiembre de 1988, puesto que ya tenía redactado el discurso de esa noche. El acuerdo estaba sellado y confiamos, de buena fe, que lo cumpliría. De hecho, durante el resto de la reunión nos concentramos en estudiar la forma de designar a nuestros sucesores en el mando. En el caso del Ejército, se hizo ver que el nuevo comandante en jefe debería estar investido como tal al momento en que el Presidente Pinochet asumiera su eventual nuevo mandato, que su grado sería el de teniente general y que le correspondería usar cuatro estrellas en su uniforme. Esto puede parecerles un detalle nimio, pero para el general Pinochet era muy importante aclarar que el único capitán general con cinco estrellas era él. ¿Y qué acordaron en cuanto a los demás comandantes en jefe? Al igual que en el Ejército, al momento de retirarse designarían a su sucesor en el mando, postergándose tácitamente por una vez la facultad presidencial de hacerlo. ¿Cómo terminó la reunión? El almirante se dirigió al general Pinochet y le dijo: "Hemos llegado a un acuerdo, pero quiero que jures ante nosotros que cumplirás lo que aquí se ha conversado". "Sí, lo juro", le contestó. Acto seguido, le pasó un documento para que lo firmara, cuyo texto decía: "Hemos designado un hombre destinado a proseguir esta magna tarea, la que sin alejarse ni un momento, ni un instante de los postulados que en la declaración de principios del Gobierno de Chile aprobamos el 11 de marzo de 1974 y que están ampliados y consagrados en nuestra Carta Fundamental, ha contraído el compromiso de respetarla mediante solemne juramento, y que si no se cumple, que Dios y la Patria se lo demanden". El general Pinochet le dio una rápida lectura y mostró su conformidad, pero le dijo que más tarde quería verlo con calma luego que lo revisaran sus abogados. ¿Qué sucedió en los días siguientes? Un día después de nominar oficialmente al general Pinochet, llegó a mi casa un distinguido amigo, y me comentó que a su juicio nos habíamos puesto en el peor de los escenarios. "Tú sabes tan bien como yo -me dijo- que nadie puede ganar el plebiscito. ¿Para que exponer al Presidente a una derrota?" Le di la respuesta que ustedes conocen, agregando que podía ayudar un poco el hecho de que, en caso de ganar, ejercería su nuevo mandato como civil. Mi amigo me advirtió que eso no pasaría, que el general no renunciaría nunca al Ejército. Pero, pese a que él conocía bastante a Pinochet, nunca pensé que ello sucedería. ¿Y conversó al respecto con el general Pinochet? No. Decidí esperar hasta el 11 de septiembre, fecha en que el Presidente haría el anuncio. Cuando terminó de leer el mensaje sin declarar que en caso de ganar asumiría el plebiscito como civil, el almirante Merino, Stange y yo intercambiamos miradas de recíproca sorpresa. Debo reconocer que ello me provocó un tremendo desagrado y una gran desilusión. A la salida le pregunté al comandante Silva, su edecán aéreo, si sabía algo al respecto. Me contó que el propio general Pinochet, con su puño y letra, había agregado la frase anunciando su renuncia a la Comandancia en Jefe, pero que no sabía por qué no la leyó. Me fui sin hacer comentarios a la prensa. Para mis adentros, decidí que de ahí en adelante -y sólo por el bien del país- mi relación con el general Pinochet sería aquélla que me exigía el deber. ¿Nunca le pidieron una explicación al respecto? No. ¿Para qué? Díganme para qué. Ya no tenía sentido. Nunca más se tocó el tema y cada uno de nosotros sacó sus propias conclusiones. Ignoro las del almirante Merino y de Stange, pero yo tenía claras las mías. Pero quiero agregar algo importante ahora que ha pasado el tiempo y las cosas se ven con más perspectiva. El general Pinochet fue tomado desprevenido. Le hicimos una especie de "cuartelazo" que no esperaba y reaccionó de la mejor forma que pudo. El cometió el error de no conversar previamente con nosotros y no ponerse en nuestro lugar. Nosotros nos equivocamos también al no considerar su propia situación. En definitiva, no quisiera que quedara la sensación de que hubo héroes y villanos. Si hubiera habido algo más de comunicación, quizás -al menos yo- hubiera podido evitar el distanciamiento que de aquí en adelante mantuve con él. ¿Y usted cree que el general Pinochet se dio cuenta de su cambio de actitud? Fue tan notorio, que varios buenos amigos y personas distinguidas vinieron a hablar conmigo al respecto. A todos les expliqué el origen de mi molestia. "Continuaré trabajando en la Junta por el bien del país -les decía-, pero no me pidan más que eso". Los candidatos que discutió la Junta Antes de que Pinochet se impusiera oficialmente como el candidato presidencial para el plebiscito de 1988, la Junta Militar -que consideraba un error exponer al general a una casi segura derrota en las urnas- barajó al menos tres nombres como posibles postulantes del régimen. Hernán Cubillos: "Un civil. Entre 52 y 53 años, de centroderecha y valiente". Con esta frase, Merino dio a conocer públicamente que su candidato era Cubillos. Ex oficial de la Armada y pieza clave de la lucha contra Allende desde El Mercurio, Cubillos había sido un destacado canciller entre el '78 y el '80, durante la crisis con Argentina. Destituido tras el bochornoso viaje de Pinochet a Filipinas, siempre se decía que al general le disgustaba la popularidad de su canciller. En 1988 estaba marginado de la política. Murió en 2001. General Ernesto Videla: Uno de los generales más políticos del régimen, alcanzó notoriedad al estallar el conflicto del Beagle con Argentina el '77. Desde la subsecretaria de RR.EE, fue un actor clave en las negociaciones. Hombre de confianza de Pinochet -en 1975 había integrado el Comité Asesor del comandante en jefe-, tenía excelentes relaciones con los civiles. En 1988 era viceministro de la Cancillería y tenía 50 años. Después del triunfo del No, Videla renunció al Ejército, pasó a retiro y formó una oficina de análisis político. Hernán Büchi: Ministro de Hacienda desde 1985, era considerado el autor del despegue económico. Ingeniero con posgrado en Columbia, había entrado al equipo económico en 1975. Cuando asumió en Hacienda ya contaba con mucho prestigio. Su exitosa gestión a cargo de las finanzas, sumado a un peculiar estilo personal, hizo que la Junta viera en él a un candidato diferente. Un año después, en las presidenciales del '89, Büchi fue el candidato de la derecha. Perdió contra Patricio Aylwin, y obtuvo el 29,4% de los votos. | |
Ex jefe Fach reveló intención de Pinochet de desconocer triunfo del "no"
Protagonistas del plebiscito del 88 valoran testimonio de general Matthei
Aunque ex personeros del gobierno militar dijeron desconocer la existencia de un autogolpe elaborado por el entonces Presidente y criticaron a Matthei, dirigentes de la Concertación, como Patricio Aylwin, destacaron los antecedentes entregados por el ex jefe de la Fach.
Fecha edición: 11-08-2003- algunos de los protagonistas del plebiscito del 5 de octubre de 1988 que cumplieron roles destacados en el gobierno militar y en el comando del "No" valoraron ayer el testimonio del general (R) Fernando Matthei sobre los dramáticos momentos que se vivieron esa noche y el plan elaborado con antelación por la CNI para ocupar militarmente Santiago y anular por esa vía el proceso electoral. Los dichos del ex comandante en jefe de la Fach, publicados ayer en Reportajes, forman parte de las memorias del ex integrante de la Junta Militar que serán lanzadas el 25 de agosto próximo por el sello La Tercera-Mondadori.
A siete semanas de cumplirse 15 años del plebiscito que terminó con el gobierno militar, Matthei entrega reveladores detalles de esa tensa jornada. El ex uniformado señala que el general (R) Augusto Pinochet estaba convencido de que ganaría, en parte por los informes engañosos que le entregaban sus colaboradores. Pese a ello, puso a la CNI a trabajar en un plan de contingencia "en caso de que algo salga mal". Se trataba de un plan de autogolpe para desconocer el triunfo de la oposición.
Matthei asegura que Pinochet estuvo decidido a sacar a los militares a la calle, pero enfrentó no sólo su rechazo, sino también el de los comandantes en jefe de la Armada y Carabineros.
"Leí el testimonio con mucho interés. Hay dichos y hechos que es bueno que la gente los conozca, y si alguien no está de acuerdo con lo que se dice ahí, pues que escriba también sus memorias", dijo el diputado de RN Alberto Cardemil. Como ex subsecretario de Interior del régimen militar, recuerda que esa noche tuvo los cómputos oficiales a eso de las 23 horas. "Se los entregué a Pinochet y él me dijo que citaría a los comandantes en jefe", dijo. El actual diputado dice que él no participó en la reunión, en la que, según Matthei, Pinochet quiso desconocer el resultado de la votación. "No sé si el Ejército tenía preparado un plan de fuerza en contraposición a las demás ramas de las Fuerzas Armadas. Nunca me plantearon algo de esa naturaleza", añadió.
El cómputo definitivo, eso sí, señala el diputado, se entregó a las 2 de la mañana, una vez que terminó la reunión de los comandantes en jefe. "Habíamos diseñado un sistema a prueba de fraude. Se escrutaron todos los votos. La única forma de desconocer los resultados era suspender el proceso electoral mediante un golpe interno, pero eso es algo que tendría que haber sido discutido entre los jefes militares", afirma.
Temor en el NO
Para el ex Presidente Patricio Aylwin, quien actuó como vocero del comando del "No", el testimonio de Matthei "es un antecedente muy importante, porque revela que hubo una intención mañosa de parte de, no sé si del general Pinochet, pero tiene que haber sido con la aceptación de él, de desconocer el resultado del plebiscito", recalcó.
Aylwin señala que la tensión en el comando del "No" era enorme a partir de las 21 horas, cuando el gobierno militar no entregaba los resultados.
Genaro Arriagada, ex secretario ejecutivo del comando del "NO", recuerda que a esa hora fueron retirados todos los carabineros de la Alameda, lo que aumentó el temor de que se estuviera planificando alguna acción de fuerza por parte del gobierno. Para descartar sus temores, llamó al jefe de plaza. La respuesta que recibió fue que los uniformados "fueron a cenar".
"Teníamos la convicción de que el gobierno pensaba que iba a ganar y eso facilitó que el plebiscito se pudiera desarrollar con normalidad", añade Arriagada. Incluso, días antes tuvo que convencer al Partido Republicano estadounidense de que no publicara una encuesta en la que el "Sí" perdía por amplio margen.
El ministro del Interior de la época y actual senador UDI, Sergio Fernández, dice desconocer la existencia de un plan para desvirtuar los resultados. "Nunca se habló de eso, ni escuché rumores de que se hubiera planificado". Ese día, agrega, el control de la seguridad pública estaba en manos de los jefes militares y no del Ministerio del Interior.
Quien rechaza enfáticamente los dichos de Matthei es el general (R) Sergio Valenzuela, quien en octubre de 1988 era ministro secretario general de la Presidencia. "En su testimonio Matthei tergiversa parte importante de la verdad. Los hechos no ocurrieron tal cual él los relata", aseveró.
En la misma línea, el senador designado Julio Canessa calificó anoche en Teletrece las declaraciones de Matthei como "inentendibles". El general (R) dijo que "venir a decir hoy que existía un autogolpe o que trató de hacerse me parece una irresponsabilidad, porque significa darle la razón a nuestros adversarios que dijeron que esta era una dictadura que se iba a prolongar".
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Extracto de los dichos de Matthei "Unos 15 días antes del plebiscito, los jefes de Inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Carabineros se reunieron con el entonces director de la CNI, Hugo Salas Wenzel. Al término de esa reunión, el jefe de Inteligencia de la Fach me comunicó que le habían informado de un plan para el día del plebiscito, en caso de que 'algo salga mal'". "El Presidente les contestó que "si algo andaba mal" sacaría las tropas a la calle, daría órdenes de establecer una cadena nacional y solicitaría el estado de sitio (...) Sus disposiciones para ese día consultaban rodear la ciudad con blindados y vigilar las embajadas a fin de evitar que los comunistas se refugiaran en ellas". "La Fach estaba conectada con la sala de cómputos que habíamos visitado en La Moneda (...) Pero a eso de las siete de la tarde se desconectó el terminal y nos quedamos sin información oficial". "Merino y yo le hicimos ver (a Pinochet) que era necesario ser realistas, que habíamos perdido (...) En seguida expresó que estaba dispuesto a sacar las tropas y "barrer con los comunistas" si fuese necesario". "Yo contesté inmediatamente a su comentarios: "A mis generales no los puede echar. Si quiere, écheme a mí". "Usted sabe que no puedo", me dijo. "Entonces a mis generales tampoco", le dije. "¿No cuento entonces con la Fach?", insistió, y le respondí: "Cuenta con ella, Presidente, siempre y cuando mantenga la sensatez. No estamos dipuestos a salir a la calle (...) Entonces -reclamó Pinochet- quiere decir que, como siempre, tendré que hacer las cosas solo, con el Ejército". "Estábamos por terminar cuando Pinochet nos dice: "Bueno señores, ahora firmemos el acta". Nos miramos y le preguntamos de qué acta nos estaba hablando. "Del acta de la reunión", contestó (...) Cuando llegó a mis manos, vi que en virtud de ese documento le entregábamos todas nuestras atribuciones al general Pinochet, quien podría actuar sin consultar a las instituciones (...) Lo pesqué y lo hice pedazos". | |
La Tercera
"Mi Testimonio" es el título del libro en el que el ex integrante de la Junta Militar durante 12 años revela en detalles una serie de capítulos inéditos y dramáticos de la era PinochetExclusivo: adelanto de las impactantes memorias del general Matthei En esta edición reproducimos su relato sobre la tensa noche que se vivió el 5 de octubre de 1988 en La Moneda, cuando sólo tras un fuerte altercado con los otros miembros de la Junta, Pinochet desistió del plan elaborado por la CNI para sacar tropas a la calle e imponer el estado de sitio. Fecha edición: 10-08-2003- La decisión del general Augusto Pinochet de ponerle fecha de término a su régimen después de 17 años ha sido siempre considerada una particularidad única de la transición chilena. Sin embargo, estuvo apenas a unas horas de no producirse jamás. Fernando Matthei, ex comandante en jefe de la Fach y miembro de la Junta, se ha encargado de testimoniar lo que realmente sucedió durante el plebiscito del 5 de octubre de 1998, el día en que Pinochet tuvo todo preparado para perpetuarse en el poder. El general (R) presentará el próximo 25 de agosto sus memorias, tituladas "Matthei, mi testimonio". El libro será publicado por el sello editorial La Tercera-Mondadori y está lleno de episodios reveladores sobre el régimen militar, que Matthei vivió como protagonista y testigo privilegiado. El libro es obra de la historiadora Patricia Arancibia Clavel. La autora dirige el Centro de Investigación y Documentación de la universidad Finis Terrae. Según Matthei, Pinochet creyó hasta el final que ganaría el plebiscito. Pero que, a la vez, preparó con anticipación una estrategia político-militar para desconocer un virtual resultado adverso, sacar las tropas a la calle y reprimir a la oposición. ¿Qué hizo al general descartar esos planes? Según el ex timonel de la Fach, como afirma en este adelanto exclusivo, ni la Fach ni la Armada ni Carabineros estuvieron dispuestos a respaldar un virtual autogolpe que desconociera el calendario institucional trazado por el régimen. Con detalles nunca antes revelados, Matthei narra minuto a minuto una noche que pudo haber cambiado de raíz el futuro del país. Esa revelación, sin embargo, no es la única del sexto libro del sello La Tercera-Mondadori. El ex miembro de la Junta relata las tensas jornadas previas a la destitución del general Gustavo Leigh en 1978; entrega antecedentes desconocidos del conflicto con Argentina en 1978; detalla la colaboración secreta de Chile a Inglaterra durante la guerra de las Malvinas en 1982; y expone a la luz pública las tirantes relaciones que Pinochet mantuvo durante los años '80 con el resto de la Junta, y en especial con el almirante Merino. En este extracto, el primero de una serie que publicará La Tercera los próximos domingo, Matthei explica cómo Pinochet tuvo al Ejército preparado para rodear Santiago con blindados e imponer una cadena nacional para desconocer los resultados. En octubre próximo se cumplen 15 años de esa fecha clave de la transición. ¿Cómo vivió las semanas previas al plebiscito del 5 de octubre de 1988? Yo veía muy difícil que triunfara el "Sí". Durante ese período conversé con mucha gente, sobre todo con Manuel Feliú y Rodolfo Stange, quienes también estaban muy escépticos. Cuando le consulté cómo iban las cosas al único intendente que tenía la Fuerza Aérea, Javier Iturriaga, en la Décima Región, me dijo: "No creo que perdamos, pero vamos a andar al filo de la navaja". La situación era mucho más compleja en otras regiones, pero, al parecer, nadie se atrevía a decírselo al general Pinochet. Como la mayoría de las intendencias estaban en manos militares, éstos informaban que en su zona todos estaban cuadrados con mi general y que iban a ganar. Pero nos imaginamos que el gobierno estaba preparado para un eventual triunfo del No. Unos 15 días antes del plebiscito, los jefes de Inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Carabineros se reunieron con el entonces director de la CNI, general Hugo Salas Wenzel. Al término de esa reunión, el jefe de Inteligencia de la Fach me comunicó que le habían informado de un plan para el día del plebiscito, en caso de que "algo salga mal". La apreciación de dicha eventualidad se haría entre las cinco y las seis de la tarde del día 5 de octubre y se ejecutaría interrumpiendo el acto electoral y estableciendo una cadena nacional de radio y televisión. Cuando me enteré de esto, llamé al almirante Merino, quien me confirmó que su propio jefe de Inteligencia le había dado cuenta de lo mismo. ¿Tomaron alguna medida al respecto? Le pedimos una entrevista al general Pinochet, quien nos citó a una reunión-almuerzo de la Junta que tuvo lugar el 27 de septiembre de 1988. En esa oportunidad, el general Stange le informó que según apreciaciones de Carabineros, el "No" obtendría mayoría en Arica, Antofagasta, Valparaíso-Viña, Quilpué, Concepción-Talcahuano, Arauco, Magallanes y Santiago. Mostrando signos de extrañeza, el general Pinochet empezó a anotar los datos que le iba entregando Stange y dijo: "Yo no me voy". Quedó flotando en el aire la duda de si se refería a no dejar el poder en ninguna circunstancia, o solamente al término de su mandato presidencial. Fue entonces cuando el almirante y Stange le hicieron presente que, sea cual fuera el resultado, debía respetarse la Constitución. Pero el Presidente les contestó que "si algo andaba mal", sacaría las tropas a la calle, daría órdenes de establecer una cadena nacional y solicitaría el estado de sitio. Agregó que la Constitución se había hecho "antes de Volodia", refiriéndose con ello a las amenazantes declaraciones del (dirigente comunista) Teitelboim al regresar del exilio, y señaló que el Partido Comunista estaba preparando una gran asonada: "Están dispuestos a provocar gravísimos desórdenes, quién sabe con qué consecuencias. El acto plebiscitario podría interrumpirse a cualquier hora". Sus disposiciones para ese día consultaban rodear la ciudad con blindados y vigilar las embajadas y representaciones diplomáticas a fin de evitar que los comunistas se refugiaran en ellas. En síntesis, repitió el contenido de la reunión de Inteligencia que nos había puesto en alerta. ¿Cómo reaccionaron ustedes? Nuestra reacción fue de silencio general. Yo no dije ni una palabra, pero anoté mentalmente lo que escuché y más tarde se lo conté a Montero para que lo escribiera. Creo que los demás consideraron esto como una "bravata" del Presidente, quien lejos de sentirse incómodo, nos citó a otra reunión para el día antes del plebiscito. ¿Y la hicieron? Sí, regresamos a La Moneda el 4 de octubre. Antes de almorzar, el Presidente nos invitó a visitar las instalaciones de computación dispuestas en el subterráneo del palacio presidencial. Un coronel nos explicó la forma en que funcionaría la recepción de cómputos al día siguiente, asegurándonos que el sistema garantizaba una visión muy rápida de los resultados y de la tendencia final: aproximadamente una hora después de cerradas las primeras mesas. Dicho de otra manera, ¿los resultados del plebiscito podían "arreglarse"? Los votos son los votos. Lo que se podía hacer era seleccionar las cifras favorables, sobre todo al comienzo, retrasando la entrega de información "inconveniente". No entendí que se pudiera hacer trampa con los resultados finales. En todo caso, de común acuerdo con el almirante Merino y el general Stange resolvimos que al día siguiente nos quedaríamos en nuestras respectivas Comandancias en Jefe, es decir, en nuestros puestos de mando. Alteramos de esta manera la previa disposición de ánimo de permanecer en La Moneda como observadores del proceso. El comienzo del fin ¿Qué sucedió efectivamente el día 5 de octubre de 1988? Al respecto hay distintas versiones. Yo les puedo contar la mía, aunque lo importante no fueron las discusiones internas, sino el hecho de que el Presidente y la Junta cumplieron el compromiso adquirido con el país. Y siendo perdedores, porque es mucho más fácil cumplir siendo ganador. Eso es lo que me gustaría recalcar al respecto. Ahora, pasando a su pregunta, ese día estuve en mi oficina del Ministerio de Defensa con el general Montero y varios oficiales de la Fach, puesto que había invitado a los que estaban en Santiago y que no tenían que cumplir responsabilidades relacionadas con el proceso electoral. Todos comentábamos lo que iba sucediendo, a medida que los millones de ciudadanos acudían tranquilamente a expresar su preferencia. A media tarde, después de haberse cerrado las primeras mesas, el país empezó a seguir atentamente los resultados entregados por los medios de comunicación. Los opositores fueron comprobando con alegría creciente que el "No" aventajaba al "Sí" en la mayoría de las comunas, mientras nuestros partidarios mantenían la esperanza de que las cifras oficiales del gobierno desmintieran esa tendencia. La Fuerza Aérea estaba conectada con la sala de cómputos que habíamos visitado en La Moneda, lo que nos permitía seguir el curso de los escrutinios y cotejarlos con los informes que nosotros mismos íbamos recibiendo. Pero resulta que a eso de las siete de la tarde -sin previo aviso- se desconectó el terminal y nos quedamos sin información oficial. Al general Stange le pasó lo mismo y sólo recibía datos fragmentados proporcionados por funcionarios de Carabineros. ¿Qué actitud adoptaron en ese momento? Repetidamente, empezamos a intercambiar opiniones con el almirante Merino y el general Stange. El almirante se encargó de pedir información a La Moneda, pero recibió respuestas vagas y evasivas. Nuestra desconfianza aumentó cuando alrededor de las ocho de la noche el subsecretario del Interior Alberto Cardemil dio las primeras cifras oficiales correspondientes a menos del 1% de los votos emitidos, que favorecían al "Sí". La oposición, en cambio, entregaba cómputos que mostraban una clara tendencia ganadora del "No", y con una cantidad bastante más amplia de votos escrutados. Fueron horas bastante tensas. Nosotros nos habíamos quedado sin noticias oficiales, mientras nuestros adversarios políticos se preparaban para celebrar o para defender el triunfo si éste se desconocía. Con todo, ¿pensó que podrían remontar las cifras favorables al "Sí"? La información que recibíamos a través de la radio y la televisión indicaba lo contrario. Pasadas las diez y media de la noche, y pese a que Cardemil anunció una leve ventaja para el "Sí", coincidimos en la apreciación de que el general Pinochet había perdido el plebiscito y que se abría una gran interrogante para el futuro. Al respecto, la duda era aun mayor si tomábamos en cuenta los acontecimientos de esa tarde y las prevenciones que nos hicimos previo al plebiscito, luego de las reuniones que habíamos sostenido con Pinochet. ¿En qué momento decidieron enfrentar la situación? Desde mi oficina en el Ministerio de Defensa había mantenido un contacto telefónico permanente con el almirante Merino y el general Stange, quienes estaban en el mismo edificio de las FF.AA. Pasaba el tiempo y los medios de comunicación empezaron a transmitir música y, si mal no recuerdo, ¡monos animados! El flujo de resultados oficiales se había interrumpido por completo, y a su vez, nos llegaba información de que el estado de ánimo de la gente de oposición era cada vez más alarmante. En vano, el almirante solicitó audiencia con el general Pinochet. Desde La Moneda le contestaban que no podía recibirnos. Finalmente, a eso de la medianoche, me llamó -bastante molesto- y me dijo que no podía seguir esperando que nos recibieran. Había decidido irse a su casa. Le contesté que yo haría lo mismo, pero después de colgar el teléfono y reflexionar con Montero sobre el curso a seguir, cambié de idea y llamé de inmediato al almirante para decirle que debíamos quedarnos. Pero cuando me comuniqué con él para esos efectos, me encontré con la novedad de que recién lo habían llamado de parte del general Pinochet para informarnos que podía recibirnos ¡a la una de la madrugada! Nos juntamos los tres en la oficina de la Comandancia en Jefe de la Armada y partimos a pie hasta La Moneda, entrando por el Patio de los Naranjos. ¿Qué sucedió en el palacio presidencial? Nos encontramos con un mar de periodistas que nos rodearon, queriendo obtener nuestra opinión sobre lo que estaba sucediendo, ya que a esa hora el gobierno todavía no daba los resultados oficiales. Como íbamos en fila, el almirante pasó primero, sin contestar preguntas. Después venía yo y les dije algo así como: "De acuerdo a mis informaciones, me parece que ha ganado el "No". Y es que cuando partí hacia La Moneda tenía decidido reconocer nuestra derrota, porque a mi juicio sería lo mejor para el país. Era el único factor que contribuiría a levantar la presión existente en ese momento, porque pese a que no se veía una asonada comunista y que la oposición había mantenido la calma, siempre podía surgir algún problema. Y si la gente salía a la calle, sería repelida por la fuerza. ¿Se dio cuenta del efecto que tendrían sus palabras? Ganara o perdiera el general Pinochet, a esas alturas estaba decidido a que se respetara el resultado, hasta las últimas consecuencias. Me había preparado mentalmente para el traspaso de mando en un año más, tal como estaba previsto en la Constitución. En ese lado iba a estar yo, y en ningún otro. Hoy día puedo decir que tal vez fui un poco duro esa noche, pero mi reacción debe entenderse en el contexto de la gran tensión que se estaba viviendo en ese momento y de lo que se había dicho antes del plebiscito. Con todo, lo importante no es lo que se dijo, sino lo que se hizo. Las radios y la televisión funcionaron normalmente, sin que nadie les coartara su libertad de informar. ¿Cómo encontró al general Pinochet esa noche? Bastante tranquilo. Estaba vestido de civil y nos reunimos durante unos 45 minutos en su "búnker" bajo La Moneda. ¿Quiénes asistieron a esa reunión? Estábamos los comandantes en jefe; el general director de Carabineros; el representante del Ejército en la Junta, general Humberto Gordon; el ministro del Interior, Sergio Fernández; y el ministro secretario general de la Presidencia, general Sergio Valenzuela. Creo que por un momento estuvieron también Alberto Cardemil y Orlando Poblete. Lamentablemente, Sergio Fernández empezó la reunión señalando que hasta ese momento el "Sí" había obtenido el 43% de los votos. Agregó que esto representaba un gran triunfo para las FF.AA. en general y un logro personal extraordinario para el general Pinochet, pues si bien es cierto había ganado el "No", ninguno de los líderes de la oposición estaban en condiciones de alcanzar la misma votación del Presidente. La verdad es que me molesté mucho con esa explicación, porque sentí que me estaban tomando el pelo y mi ánimo en ese momento no era el mejor. ¿Fue ahí cuando habló de la champaña? Reconozco que fui un tanto sarcástico, pero interrumpí abruptamente a Fernández y le dije: "Por qué no manda a buscar una botella de champaña y celebramos juntos?". ¿Cómo reaccionó Fernández? Se mantuvo en silencio durante el resto de la reunión y en algún momento se retiró de la sala. A continuación, el general Stange insinuó la conveniencia de tomar contactos con la oposición en vez de ignorar o marginar a sus dirigentes, puesto que eran ellos los que habían ganado. Pero el Presidente se negó terminantemente a hacerlo, de manera que tanto el almirante Merino como yo le hicimos ver que era necesario ser realistas, que habíamos perdido y que había que pensar en futuros cursos de acción. Mencionamos también la posibilidad de elegir la mejor oportunidad política para llamar a elecciones abiertas, incluso adelantando los plazos, y no me acuerdo cuál de nosotros sugirió para esos efectos el mes de abril, antes de que se iniciara el invierno. "¿Abril? Por ningún motivo -dijo el general Pinochet-. Yo no me voy" En seguida, expresó que estaba dispuesto a sacar las tropas a la calle y "barrer con los comunistas" si fuera necesario. "Y a cualquier general o almirante que hable con los comunistas, lo echo", agregó. Al parecer, sin que yo me percatara de ello, el giro que había tomado la conversación motivó al general Valenzuela a retirarse de la sala, afectado por un colapso nervioso. Pinochet ya no estaba nada de tranquilo... Claro que no. Yo contesté inmediatamente su comentario: "A mis generales no los puede echar. Si quiere, écheme a mí". "Usted sabe que no puedo", me dijo. "Entonces a mis generales tampoco", le dije yo. "¿No cuento entonces con la Fuerza Aérea?", insistió, y le respondí serenamente: "Cuenta con ella, Presidente, siempre y cuando mantenga la sensatez. No estamos dispuestos a salir a la calle. Estamos derrotados, pero con honor. Si violamos la Constitución que juramos defender, estaremos derrotados...". No alcancé a terminar la frase, porque intervino el Almirante: "con oprobio". Luego de ese duro intercambio de palabras, el general Pinochet le preguntó al almirante Merino y al general Stange si contaba con la Armada y Carabineros. Ambos le contestaron que sólo si era capaz de manejar la situación en forma sensata, pues al igual que yo, ninguno de ellos estaba dispuesto a violar la Constitución y mucho menos a salir a la calle. "Entonces -reclamó Pinochet- quiere decir que, como siempre, tendré que hacer las cosas yo solo, con el Ejército". Hubo silencio y se cambió de tema. ¿Había algo más que decir? La situación no podía quedar así, de manera que con un ánimo más distendido, hicimos un pequeño análisis del resultado del plebiscito. Fue entonces cuando le manifesté al Presidente que a mi juicio estaba rodeado de asesores que no fueron capaces de contarle las cosas tal como eran en realidad. "Usted nos habló del 12% a favor, pero al parecer el 12% era en contra. ¿Dónde están sus conductores políticos, Presidente? Pienso que debe cambiar al gabinete". El almirante ratificó de inmediato mis palabras. Estábamos ya por terminar, todos cansados después de un día lleno de tensiones, cuando el general Pinochet nos dice: "Bueno, señores, ahora firmemos el acta". Nos miramos entre nosotros y le preguntamos de qué acta nos estaba hablando. "Del acta de la reunión", contestó, levantándose de su asiento. Mientras caminaba hacia la puerta, donde un ayudante le pasó una hoja escrita a máquina, pensé extrañado que por muy buenos transcriptores que hubiera en La Moneda, era imposible que la tuvieran lista con tal rapidez. ¿Y qué decía el acta? Cuando llegó a mis manos, vi que en virtud de ese documento le entregábamos todas nuestras atribuciones al general Pinochet, quien podría actuar sin consultar a las respectivas instituciones. Nos explicó entonces que se trataba de un mandato al Presidente para que pudiera manejar el grave problema que teníamos entre manos, agregando que sólo quería actuar con el pleno respaldo de las FF.AA. ¿Y la firmaron? ¡Cómo se le ocurre! Lo pesqué y lo hice pedazos... Me acuerdo que yo mismo expresé que la Constitución le daba al Poder Ejecutivo todas las facultades para actuar dentro de la ley, de manera que no necesitaba nuestras firmas. Agregué, además, que el documento no tenía sentido, porque los comandantes en jefe nunca habíamos tenido injerencia en los aspectos específicamente políticos. Después de eso, y sin insistir en el acta, el Presidente nos informó que se iría a descansar por unos días fuera de Santiago y se dio por terminada la reunión. ¿Por qué cree usted que en vez de mandar a sus hombres a la calle el general Pinochet terminó reconociendo la derrota? En primer lugar, porque todo el proceso electoral se había dado con un orden ejemplar, de manera que no había forma de decir que alguien había actuado fuera de los cauces previstos. Por otra parte, creo que el general Pinochet tuvo que sopesar su cargo de Presidente de Chile, estando bajo la lupa de todo el mundo. Tal vez sus temores sobre un posible levantamiento de la izquierda informado por sus servicios de Inteligencia lo llevaron a hacer algunas declaraciones que hoy pueden parecer muy serias y graves, pero que no lo fueron dentro del contexto que se estaba viviendo en ese tiempo. Naturalmente, en caso de producirse un alzamiento habríamos estado con el Presidente. Pero como no se dio, también nosotros teníamos que dar señales de normalidad. Si nos quedamos con los hechos tal cual los percibió la ciudadanía en general, lo único irregular fue la demora en dar a conocer los cómputos oficiales y el reconocimiento tardío del triunfo del "No". Lo importante entonces no fue tanto la discusión interna, sino lo que en definitiva pasó: el general Pinochet cumplió su compromiso y así pasará a la historia. ¿En algún momento temió que la Fuerza Aérea tuviera que enfrentar al Ejército? Nunca, jamás se me habría pasado por la mente. Ni el almirante, ni el general Stange ni yo habríamos estado dispuestos a generar una guerra civil. ¿Qué consecuencias le trajo el hecho de haber sido la figura pública más importante del 5 de octubre de 1988? Ninguna. Creo que la mayoría de la gente entendió que el poder político no me interesaba para nada. Lo que sí me importaba era que en Chile se cumpliera la Constitución y se restableciera la democracia. En las semanas siguientes, ¿hubo cambios en el gobierno y en la actitud del general Pinochet? Vino un compás de espera mientras todos volvían a apreciar y a planificar sus pasos a futuro. Pinochet se fue a descansar a Bucalemu, y cuando regresó, había recuperado su equilibrio, poniendo en evidencia su recia personalidad. Pero ya a esas alturas mi trato con él era enteramente formal. Frío, pero correcto. El 20 de octubre, Sergio Fernández dejó el cargo de ministro del Interior y lo reemplazó Carlos Cáceres. Lamenté que durante su segundo período Fernández tuviera tan poco contacto con los integrantes de la Junta a fin de explicarnos sus proyectos y de coordinar las medidas de apoyo. Era el estilo que había impuesto el general Pinochet y creo que fue algo negativo para la gestión del gobierno militar, sobre todo en esa etapa crucial. Insisto que faltó comunicación. Muchos problemas se hubieran resuelto si nos lo hubieran comunicado previamente o nos hubieran entregado mayor información. ¿Cómo pensaba usted que debía enfrentarse el futuro político? Con confianza y responsabilidad. Las consecuencias del triunfo del "No" estaban previstas por la Constitución: el general Pinochet continuaría gobernando hasta el 11 de marzo de 1990 y tres meses antes debía elegirse a un nuevo Presidente de la República y a los parlamentarios que asumirían el rol legislativo. Lo que había que hacer, entonces, era poner al país en condiciones de retomar el camino democrático, de acuerdo a lo presupuestado. El hombre elegido por el general Pinochet para llevar a cabo el proceso de transición fue Carlos Cáceres. ¿Le parecieron bien su nombramiento y su desempeño? Sí. Manejó las cosas con muy buen criterio, actuando con inteligencia, prudencia y apertura. Fue el encargado de negociar las reformas constitucionales con la oposición, tema que pasó rápidamente a la agenda gubernamental, pese a que el general Pinochet no estaba dispuesto a aceptar modificaciones. ¿Por qué motivo? Porque algunos consejeros civiles que estaban fuera del gobierno lo habían convencido de que si cambiaba una coma de la Constitución, se venía abajo todo el andamiaje construido por su gobierno. Costó convencer al Presidente, y me acuerdo que en un momento se estancó el diálogo -pese a que se habían logrado algunos avances-, puesto que al interior del gobierno tomaron fuerza las posiciones que deseaban evitar todo cambio. Enrique Ortúzar, a quien el Presidente consultó sobre el tema de las reformas que se estaban discutiendo, señaló que las modificaciones planteadas carecían de toda base y que eran nefastas. Incluso, como lo informó la prensa de la época, peligró la permanencia de Cáceres en el Ministerio del Interior. ¿Y cuál fue la opinión de la Junta en torno a las reformas? Al respecto, tuvimos una fuerte discusión con el general Pinochet. Estando en el norte, se enteró de que el almirante, el general Stange y yo habíamos declarado que frenar el proceso de reformas había sido un paso lamentable. En vez de cerrar las puertas, lo que había que hacer en ese momento era abrirlas, porque a todos los chilenos les interesaba que ambas partes se pusieran de acuerdo. ¿Qué les dijo Pinochet? Cuando el Presidente regresó a Santiago, nos citó de inmediato a La Moneda, pero como sabíamos que estaba enojado, postergamos la reunión para el día siguiente. Fue peor, porque nos recibió más indignado todavía. En un momento, se levantó de su asiento -la silla saltó lejos- y golpeando la mesa con el puño vociferó: "¡Aquí el único que habla soy yo! ¡Ustedes no tienen por qué andar hablando de nada!". Se alteró también el almirante y le contestó alzando notoriamente la voz. La discusión se hizo tan áspera que yo -que había repasado todos los escenarios posibles y tenía pensado lo que haría en ese caso- me paré y le dije: "Con su permiso, mi general. Parece que la situación se está descontrolando, así es que me retiro". Abandoné la sala, seguido del general Rodolfo Stange y del general Santiago Sinclair, quien en ese momento era miembro de la Junta. ¿Y qué comentaron afuera? Si mal no recuerdo, le dije a Sinclair: "No puedo ser testigo cuando el Presidente de la República se falta el respeto a sí mismo. Imagínate que en un momento se enoja de tal manera que me saca la madre. Tendría que pegarle...". El almirante y el general Pinochet se quedaron adentro discutiendo a gritos. Fue una de las tantas discusiones que tuvieron. Pero el punto es que gracias a la influencia del almirante, continuaron las negociaciones y finalmente se acordaron una serie de reformas constitucionales. Fueron cincuenta y tantas. Más tarde llegó el proyecto de ley a la Junta y se convocó a un plebiscito para el 30 de julio de 1989, mediante el cual más de 85% de los chilenos aprobaron las reformas. Por primera vez había un acuerdo importante entre la Concertación y el gobierno militar, dándonos a todos tranquilidad y fe en el éxito de la transición. ¿Y más tarde se recompusieron las relaciones entre la Junta y el general Pinochet? Al día siguiente nos invitó a comer a su casa con las señoras. No se habló del tema, pero bastaba con eso, ¿no es cierto? Fue una de las tantos encontrones que tuvimos a través del tiempo, y no le di mayor importancia. Faltaban todavía otros, como el que tuvimos al analizar el proyecto de ley orgánica constitucional de las Fuerzas Armadas enviado a trámite legislativo en octubre o noviembre de 1989. ¿En qué consistía el proyecto? En líneas generales, esa ley reguló todos los aspectos relativos al ingreso, nombramientos, ascensos y retiros en las instituciones armadas. Pero hubo una propuesta del general Pinochet a la cual me opuse. Quería crear una junta de comandantes en jefe presidida por el más antiguo, cuya función sería llevar las relaciones de las Fuerzas Armadas con el ministro de Defensa y con el Presidente. La idea del Presidente y de sus asesores militares era reproducir el mismo sistema de Estados Unidos y Gran Bretaña. En el caso específico de EE.UU, si bien es cierto existe un comando unificado, el verdadero comandante en jefe de las Fuerzas Armadas es el Presidente de la República, y el segundo, el secretario de Defensa, también civil. Los comandantes en jefe del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea norteamericana no tienen mando alguno. Son sólo chiefs of staff, es decir, jefes de Estado Mayor. En Chile, en cambio, el mando lo tiene el comandante en jefe de cada rama, quien se entiende directamente con el ministro de Defensa y el Presidente. De esta forma, lo que el general Pinochet quería era que nosotros o los futuros comandantes en jefe le entregaran su responsabilidad de mando a una junta de ejecutivos que decidiría por mayoría de votos. Para mí, eso era impensable, de manera que me opuse rotundamente. ¿Cuál era el sentido último de esa propuesta del general Pinochet? ¡Imagínense cuál! Quería establecer una especie de gobierno paralelo, militar. Aquí un país civil y acá un país militar. Al futuro Presidente Aylwin y a la Concertación les preocupaba mucho la posibilidad de enfrentar un país donde el mundo civil y el militar estuvieran claramente diferenciados. ¿Alguien más se opuso a la propuesta? Nadie, pero no se pudo aprobar, porque se necesitaba la unanimidad de la Junta. Con todo, hubo fuertes presiones al respecto. "Tengo 50 y tantos generales y todos están conmigo en esto", me dijo el Presidente. "La Fuerza Aérea tiene 20 generales y no tengo idea lo que piensan, pero yo me opongo", le contesté. Fue una de las peleas duras que tuve, pero no cedí, como tampoco lo hice en el tema del personal de la CNI. ¿A qué se refiere? En plena discusión del proyecto sobre las FF.AA., un día se me presentó el jefe de contadores de la Fuerza Aérea, muy sorprendido, porque en el presupuesto para el año siguiente aparecía una partida de ingreso superior a lo normal. Vino entonces una reunión de Junta y el general Pinochet nos explica que como piensa repartir a los funcionarios de la CNI entre las distintas instituciones, nos ha entregado fondos para esos efectos. A la Fuerza Aérea le correspondía hacerse cargo de unos 300 hombres de la repartición. Obviamente, me enojé y dije que por ningún motivo nos haríamos cargo de esas personas ni de sus platas. Lo que más me molestó en ese momento fue que me presentaran hechos consumados. En la Fach no recibí a nadie. Más tarde, Pinochet pidió una reunión conmigo para tratar de convencerme. ¿Solos o acompañados?
Cada uno con dos acompañantes, en el Club de Campo de Peñalolén. El llegó con el general Ballerino y no me acuerdo con quién más, y yo con los generales Enrique Montero y Ramón Vega. Expresó que teníamos que enfrentar juntos los problemas que se produjeran por el tema de los DD.HH. y que cada uno tenía que asumir su parte. "Mire, mi general -le contesté yo-, ¿se acuerda que cuando tomé el mando de la Fach le dije que llamaría de vuelta a todo mi personal que estuviera en la CNI? Usted me preguntó por qué lo hacía, y yo le contesté que no tenía confianza alguna en los señores que estaban a cargo de la CNI. Como retiré a mi gente, la Fuerza Aérea no tiene por qué enfrentar las consecuencias de acciones en las cuales no tuvo participación alguna. No participó en las decisiones, en las deliberaciones, ni en nada. Por lo tanto, no veo por qué insiste en que reciba a estos funcionarios y que me haga cargo de la tercera parte de los problemas. Si en su tiempo lo hubiéramos analizado en forma razonable, si hubiéramos visto qué se estaba haciendo y por qué era necesario hacerlo, o si por lo menos la CNI hubiera quedado a cargo de un Estado Mayor Conjunto, tal vez estaría dispuesto a compartir las responsabilidades. Pero tal como están las cosas, mi general, la respuesta es no". Después de esa reunión, no volví a tratar con el general Pinochet.
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Hitos de la transición 11 de septiembre de 1980. En un plebiscito sin todas las garantías de transparencia, es ratificada la Constitución de 1980. En ella se establece que Pinochet gobernará ocho años más. Tras ese plazo, un plebiscito definirá si el Presidente podrá ejercer su cargo por un segundo período de ocho años. 6 de agosto de 1983. Nace la Alianza Democrática, primera instancia de oposición autorizada por el régimen, e integrada por la DC, sectores de derecha y representantes del socialismo renovado. 25 de febrero de 1987. Se abren los registros electorales. El régimen autoriza la creación de partidos políticos. Los partidos "marxistas" se mantienen proscritos. 2 de febrero de 1988. Trece partidos y colectividades crean la Concertación de partidos por el "No". 30 agosto de 1988. Pinochet es ratificado por la Junta como el "elegido" para gobernar ocho años más. 27 de septiembre de 1988. Pinochet reúne a la Junta. Stange le advierte que, según datos de Carabineros, perderá el plebiscito. Pinochet insiste en que no se va, y afirma que está dispuesto a sacar las tropas a la calle. 4 de octubre de 1988. Los miembros de la Junta visitan el centro de cómputos en el Diego Portales. Se enteran de que el gobierno puede establecer proyecciones confiables apenas una hora después del cierre legal de las mesas electorales. 5 de octubre 1988. Día del Plebiscito. Cifras para proyectar una tendencia se esperan para las 20 horas, pero se retrasan sin explicación. El subsecretario Cardemil entrega un informe con el 1% de las mesas que favorece al Sí. Pinochet duda si aceptar los resultados o desconocerlos. Merino y Matthei piden insistentemente, pero sin éxito, ser recibidos en La Moneda. Recién cerca de la 1 de la madrugada logran audiencia con Pinochet. Minutos más tarde, Merino, Stange y Matthei entran a La Moneda. Este último dice a los periodistas que el "No" ha ganado y es el primer miembro del régimen en aceptar la derrota. El "No" triunfa con el 54,7%. El "Sí" y Pinochet, obtienen el 43%. 30 de julio de 1989. Se efectúa un plebiscito para ratificar las reformas a la Constitución, negociadas entre el régimen, la derecha y la Concertación y aprobadas ese día por el 85%. 14 de diciembre de 1989. Patricio Aylwin Azócar (DC), candidato de la Concertación de Partidos por la Democracia, es electo Presidente con el 55,17% de los votos. Se efectúan, también, elecciones legislativas para conformar el Congreso Nacional. 11 de marzo de 1990. Pinochet entrega la banda presidencial a Aylwin. | |
La trayectoria de un piloto de caza Infancia en Osorno Nace el 11 de junio de 1925 en Osorno, dentro de una familia de descendientes directos de inmigrantes alemanes. Estudia en el Colegio Alemán de esa ciudad, y luego en el de Santiago. ingreso a la Fach Después de un fallido paso por la Escuela Naval en 1941 y tras concluir su educación secundaria, ingresa a la Escuela de Aviación. Será el primer oficial formado íntegramente dentro de la Fach en alcanzar la Comandancia en Jefe. Largo matrimonio En 1951 se casa con Elda Fornet. Del matrimonio nacen cinco hijos: Fernando, Evelyn (senadora UDI), Roberto (fallecido en 1997), Hedi y Víctor. El golpe en Londres El 11 de septiembre de 1973 lo sorprende como agregado aéreo en la embajada chilena en Londres. El embajador, Alvar Bunster, enterado del golpe, no regresa a la embajada. El coronel Matthei y la misión militar se hacen cargo de la legación. En enero de 1974 vuelve a Santiago. Ascenso a general En enero de 1975, el comandante en jefe de la Fach, Gustavo Leigh, lo nombra general y director de operaciones. Matthei se mantiene casi totalmente al margen de la conducción política de la Junta. Ingreso al gabinete En enero de 1976 es designado ministro de Salud. Durante los dos años que permanece en el cargo descentraliza los servicios y crea Fonasa. También se aproxima a los miembros de la Junta y al general Pinochet. Quiebre con Leigh Hacia fines de 1977, las relaciones entre Pinochet y Leigh se quiebran. A contra corriente del Estado Mayor de la Fach, que se mantiene alineado con su comandante en jefe, Matthei intenta en un principio mantenerse al margen de la disputa. Pero ya en 1978, cuando Leigh decide enfrentar abiertamente a Pinochet, se pone del lado de Pinochet. Ingreso a la Junta El lunes 24 de julio de 1978 Pinochet destituye a Leigh y nombra a Matthei comandante en jefe. La operación se convierte en un terremoto para la Fach. Más de media decena de generales pasan a retiro. Matthei, 10 años menor que Pinochet y Merino, se convierte en miembro de la Junta de Gobierno. El retiro Durante los meses previos al plebiscito y las elecciones de 1989, Matthei es el miembro más dialogante de la Junta. Se reúne en secreto con Patricio Aylwin, y apoya sin reservas la necesidad de reformar la constitución. Es el comandante en jefe que mejores relaciones mantiene con el nuevo gobierno. En 1992, opta por dejar su cargo y dejar a cargo de la Fach al general Ramón Vega. | |
El ministro Insulza valoró las declaraciones del ex jefe de la Fuerza Aérea, señalando que éste jugó un papel muy importante en la transición La Moneda destaca rol clave de Matthei en retorno a la democracia La Fach informó oficialmente que no tomaba posición frente a las revelaciones sobre el autogolpe que preparaba Pinochet para el plebiscito de 1998, pero dijo respetar las memorias de "un ex comandante en jefe que vivió en un contexto histórico y que fue miembro de una junta militar". Waldo Díaz y Juan Pablo Sallaberry Fecha edición: 12-08-2003- El gobierno realzó ayer el rol cumplido por el ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea, Fernando Matthei, en el proceso para lograr la democratización del país. El ministro del Interior, José Miguel Insulza, fue el encargado de valorar el testimonio del general (R), publicado el domingo por La Tercera, sobre cómo ayudó a desactivar los planes que tenía Augusto Pinochet para desconocer el triunfo del "No" en el plebiscito de 1988. La noche del 5 de octubre, según reveló Matthei, el entonces jefe de gobierno estuvo decidido a sacar a los militares a la calle y "barrer con los comunistas", pero enfrentó no sólo su rechazo, sino también el de sus pares de la Armada y Carabineros. Pinochet contaba para ello con un plan de autogolpe que le había preparado la CNI, que operaría en caso de que el "Sí" fuese derrotado. "Es muy importante lo que él revela. En primer lugar, yo le creo que las cosas ocurrieron efectivamente así. Por lo tanto, eso pone de relieve el papel positivo que el general cumplió en un momento muy difícil en la historia de este país", afirmó ayer el jefe de gabinete. Además, Insulza manifestó que al conocerse los detalles de este tipo de episodios, "se demuestra que no fue tan fácil la transición y que no había tanto interés por permitir la democratización del país. Y alguna gente como el general Matthei jugó un rol positivo muy importante en esto". El Presidente Ricardo Lagos no emitió calificativos sobre los dichos del ex jefe de la Fach, pero les dio credibilidad al recordar que "como dirigentes opositores teníamos conocimiento de algunas de esas cosas y lo comunicamos oportunamente a las autoridades de la época". Al respecto, los encargados del proceso electoral de 1988, Sergio Fernández y Alberto Cardemil, ministro y subsecretario de Interior, respectivamente, dijeron desconocer la existencia de un plan para desvirtuar los resultados del plebiscito. El ex jefe de la Fach revela en su libro "Matthei, mi testimonio" -que será lanzado el 25 de agosto por el sello La Tercera-Mondadori- que esa noche le dijo a Pinochet que no contara con su institución para salir a la calle. Los representantes de la Armada y de Carabineros se sumaron a esa línea y el ahora general (R) reclamó: "Entonces, quiere decir que, como siempre, tendré que hacer las cosas solos, con el Ejército". Los dichos de Matthei generaron malestar en el entorno de Pinochet. Según cercanos al general, éste reaccionó "dolido" con las declaraciones, "aunque se las esperaba", afirman. Más aún cuando las relaciones entre ambos son distantes desde hace años. Fach respeta memorias En la Fuerza Aérea se señaló que no podían adoptar una posición frente al tema. "Son las memorias de un ex comandante en jefe que vivió en un contexto histórico y fue miembro de una junta militar, y la institución las respeta y no le merece más opinión", afirmó oficialmente la Fach. Frente a las críticas lanzadas contra Matthei por altos ex uniformados, en la Fuerza Aérea se afirmó que "este país es libre de tener opiniones distintas frente a un mismo tema".
El senador Ramón Vega, ex comandante en jefe de esa rama, entregó una mirada distinta a la de su antecesor. "Yo era jefe del Estado Mayor de la Fach y nunca supe de planes extraños a lo establecido. Por lo demás, las tropas las teníamos en la calle y estaban acuarteladas, porque cumplían el compromiso de garantizar ese proceso. Las contingencias eran las normales y el resto son apreciaciones. Paralelamente, el general Matthei pudo haber vivido momentos de mayor tensión como integrante de la junta de gobierno que yo desconozco", afirmó.
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martes, 7 de febrero de 2012
El ex jefe de la Fach cuenta en sus memorias las pugnas dentro del régimen por la sucesión
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La Historia Oculta del Régimen Militar
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