Foto: Alejandro Olivares
¿Por qué quisieron contar la historia íntima de la familia Pinochet usando otros nombres? ¿Por qué transformar un trabajo de investigación en una novela?
P.L: Con la ficción, y con el formato de novela, puedes decir muchas más cosas que con otro formato. Se puede entretener más y tienes informantes que son capaces de dar su testimonio. Nosotras resguardamos a las personas que explícitamente nos pidieron que lo hiciéramos, y no hubiésemos tenido ninguna opción de hacerlo si no hubiese sido por esta vía. Porque hay personas que están revelando la intimidad de los Pinochet y que no quieren aparecer con sus nombres reales. Entonces, nosotras los situamos en un mundo real pero les pusimos nombres sugeridos.
M.E: La historia, tal cual la enseñan en los colegios y tal cual está escrita por los historiadores, nunca es real. Yo creo que la realidad nunca la cuentan. Creo que mezclar la ficción con la realidad entrega al personaje con mucha más viveza, con mucha más verdad. Y lo hace, además, palpable, humano.
P.L: La historia y lo que se dice en el libro está totalmente basado en la realidad; ahora, la forma es parte de un lenguaje más literario.
LUCÍA Y AVELINA
Su madre Avelina, “Adelina” en el libro, cría a Augusto pensando que tendrá un gran futuro. De cierta manera era muy parecida a Lucía, trepadora y enceguecida por el poder. ¿Hasta qué punto influyeron ellas en Pinochet?
M.E: A Pinochet lo formaron y fue influenciado por dos mujeres en su vida: su madre, que se mantuvo a su lado durante años, y su mujer. Pinochet habría sido, a lo mejor, un generalito que se conformaba con menos, pero ellas le fueron metiendo la ambición, la crueldad y las ansias por el poder.
P.L: Y por eso, cuando Pinochet alcanzó el poder, fue más cruel que nadie. Él tenía mucha facilidad para actuar según le convenía, él lo aparentaba todo.
M.E: Era un hipócrita. Se hacía el blandito, el que escuchaba, y después hacía totalmente lo contrario. En la novela relatamos el día del Golpe, en el que Pinochet aparece mandando y dirigiendo, y es ahí cuando aparece un segundo Pinochet, uno al que jamás se lo hubiese imaginado nadie.
P.L: Imagínate que Allende pensaba que Pinochet estaba preso, pasándolo mal, mientras ocurría el Golpe.
Uno de los pilares del libro es la esposa de Pinochet, Lucía, y el poder invisible que ejercía sobre su marido, al punto de ser llamada “La Generala” dentro del Ejército.
P.L: Ellos tenían una relación bastante extraña y ambivalente. Porque era una relación en la que ella, que siempre se sintió más que él, fue demostrándole de a poco quién era. Todo esto una vez que se pasa la ilusión de los enamorados. Ella era una mujer fuerte y absorbente. Cuando empezó la relación él le hacía caso en todo porque no se atrevía a enfrentarla, pero le va agarrando rabia, lo que hace que él se descargue engañándola. Ella era muy ambiciosa, bastante más que él.
LAS AMANTES
Un episodio importante es el de la amante ecuatoriana de Pinochet, Piedad Noé, de quien él se enamora y con quien mantiene contacto hasta mucho después de su romance. ¿Qué hace que Lucía decida perdonar este y los muchos otros amoríos? 
M.E: Piedad fue su gran amor. Se mantuvieron escribiendo hasta que ella murió, unos años antes que él.
P.L: La madre de Lucía le aconsejó perdonarlo. Además, piensa que en esa época no le quedaba otra. Había muchas mujeres que tomaban la decisión de seguir con sus matrimonios. Lucía siempre estuvo tratando de descubrir las infidelidades de su marido. Pinochet hacía grandes operativos para que no lo descubrieran. Yo creo que de todas estas amantes que nosotras hablamos, Lucía se dio cuenta de pocas, porque sus asesores planificaban cuidadosamente estas salidas. Pinochet tuvo muchos amoríos. Se volvió un tipo muy seductor, un tipo al que le gustaba mucho gustarle a las mujeres. Y el poder a las mujeres las seduce mucho.
Lucía fue una mujer que lo ayudó mucho en su carrera militar. Era patera, organizaba comidas para la gente que le interesaba. Su gran aporte para él fue ese. Ella es la única persona a la que Pinochet le tenía miedo de verdad. Lo dicen todos los que lo rodeaban: “A la única persona que le hace caso y le teme Pinochet es a la Lucía”. 
M.E: Sus peores pesadillas eran cuando se le aparecía la Lucía sumándose a sus viajes. Él se quería ir de viaje o estaba en el sauna o en la piscina tranquilamente y ella siempre llegaba a molestarlo.
Todo esto se dio a partir de que las mujeres de la alta sociedad en Quito caían rendidas a los pies del General de ojos azules. ¿Fue tan así en la realidad? ¿Marcó esta época un antes y un después en Augusto Pinochet?
P.L: Él era engrupido desde niño con las colegialas. Aunque una vez en la Escuela Militar, donde no te pueden pillar en cosas raras, empezó a hacer un mundo oculto. Después, en el matrimonio, ya era difícil hacer este tipo de salidas. Y en Ecuador se le da de nuevo la oportunidad. Y
Piedad no fue solo una amante, él se enamoró. Si él no hubiese estado en el Ejército, en este medio donde no se toleran las separaciones, él se hubiese quedado con ella. 
M.E: Cuando él estaba en el poder, donde se sentía totalmente realizado, fue el mejor momento de su vida. Para cualquier persona, tener el poder que él tuvo es una satisfacción incalculable. Pero bajo el punto de vista del amor, de la pasión, de convivir con alguien, Ecuador fue su mejor momento.
¿Era Pinochet un buen amante?
P.L: Según Hilda, su amante de Punta Arenas a la que vio durante dos años cada vez que iba para allá, no era un buen amante. Era un amante muy impersonal, muy egocéntrico. Ahora, a ella le pagaban; no tenemos las referencias de las personas que sí fueron sus amores. Seguramente, la Piedad diría otra cosa.
LAS HIJAS
¿Cómo era la relación de Pinochet con sus hijas, Jacqueline y Lucia?
P.L: La Lucía era la que más influía en Pinochet. Pero la más regalona fue la Jacqueline, ella lo convencía de cualquier cosa. Pero a la Lucía la respetaba intelectualmente. La Verónica era un cero a la izquierda para él, no contaba. Augustito fue alguien que lo defraudó siempre, y si es que lo defendía era a instancias de Lucía. Y al final, Marco Antonio era escuchado, nada más.
Fueron, entonces, un matrimonio como los hay muchos, pero que llegaron al poder sin saber cómo manejarlo.
P.L: Ellos fueron personas comunes y corrientes, simplonas, con objetivos, valores y sentimientos mezquinos, que se encontraron con el poder en bandeja. Y con su avaricia e insaciabilidad, trataron de conservarlo como fuera. Pinochet es un personaje que ha sido muy mitificado, tanto por sus adeptos como por sus opositores. Los adeptos trataron de mostrarlo como un gran presidente, de gran magnitud intelectual. Y el solo pensar que uno pudo haber sido avasallado y aniquilado por un señor tan simplón como ese, es realmente desconcertante. Este tema no se puede olvidar porque aún existe esa conciencia en Chile de pensar ¿cómo pudimos estar en manos de esos imbéciles, de esos simplones?
M.E: Pinochet tuvo la suerte de tener a dos asesores que no han sido lo bastante analizados ni culpabilizados: Jaime Guzmán y el Mamo Contreras. Ellos dos son los culpables número uno de que se mantuviera en el poder. La derecha también es culpable. Por eso es bueno que este libro salga en esta época, porque ellos son los que por detrás lo mantuvieron, lo hicieron, lo formaron, lo guiaron. Ojalá este libro les moleste. Porque es lo que se merecen. Porque ellos se creen libres de pecado. Se quieren lavar las manos de todos los muertos, torturados y exiliados. Y al final, la derecha se puso al servicio de Pinochet durante toda la dictadura