Agencia Latinoamericana de Información
04-11-2012
La abstención masiva de los chilenos en la última elección municipal instala en nuestro medio una fenomenología social que debe ser puesta en perspectiva. Lo inédito no es el “abstencionismo”, la novedad estriba en su masificación. Lo que se tenía como una cuestión marginal se ha convertido en un fenómeno que atañe a más de la mitad del electorado en nuestro país. Asistimos a una “singularidad” que reconoce múltiples fundamentos, pero que se traduce en una “negación” a participar del rito electoral. Por de pronto, entonces, reconozcamos dos cosas: el “abstencionismo” es contagioso y va en un claro aumento.
Si bien las razones para no participar en una elección municipal, parlamentaria o presidencial son variadas, la decisión de “no votar” es una “conducta política” y que posee consecuencias políticas. Si una elección es de suyo un evento político, su negación también lo es. La abstención es, de algún modo, la más radical resistencia del ciudadano ante una realidad que no le convoca, cualesquiera sean sus particulares fundamentos. Todo esto no puede desconocer el papel “catalizador” que han tenido los distintos movimientos sociales, especialmente, los estudiantes.
Si concebimos la inmensa mayoría abstencionista como una suerte de “agujero negro” instalado en el centro de nuestra sociedad, caemos en cuenta de que este “agujero” ha ido devorando de manera acelerada lo que solía llamarse el “espíritu cívico” de la población, diluyéndolo en una “negación” que se siente como un “malestar difuso” que va desde el simple desinterés a la opción política consciente por la abstención. La tendencia que se constata es hacia un crecimiento de este “agujero”, y no hay razones para pensar que ese aumento se revierta en un plazo breve. Recordemos que la próxima elección se realizará en algunos meses más.
El universo abstencionista, como buen “agujero negro”, no deja escapar la luz; esto significa que es refractario a un análisis sistemático. Podemos observar su totalidad que lo aproxima al 60% del electorado, pero no es previsible en el futuro inmediato. Es claro que el fenómeno no es nuevo y, pareciera, que se ha ido contagiando por capas. Lo que comenzó como una actitud marginal y juvenil se ha multiplicado hacia diversos sectores que se suman a la apatía y el desencanto. De modo que aquello que era un universo electoral relativamente estable y previsible se ha transformado en un universo inestable e incierto.
Es claro que el abstencionismo obliga a un replanteamiento fundamental en las estrategias políticas de los diversos partidos. Esto es así porque, finalmente, se ha producido una “mutación del imaginario histórico, social y político” en buena parte de la población. De suerte que los discursos y promesas de otrora ya no resultan eficaces en este nuevo contexto, disociando las estructuras partidarias de los fenómenos sociales y culturales en curso.
Lo que ha sido puesto en jaque es el “imaginario neoliberal”, alimentado por los medios, los empresarios y una clase política elitista, como promesa de convertir a Chile en un país desarrollado. Este discurso político administrado como “democracia de baja intensidad” por cuatro gobiernos concertacionistas y por el actual gobierno de derechas ha dejado de convocar a las mayorías. La abstención está señalando el ocaso de una fantasía tecnocrática que excluye a los más y el anhelo de que Chile sea un país democrático para todos.
- Álvaro Cuadra es investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados de la Universidad de Arte y Ciencias Sociales (ARCIS). Autor de “Manifestaciones Estudiantiles en Chile - Cultura de la protesta: Protesta de la cultura”
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