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lunes, 24 de octubre de 2011

El diario de Agustin


¿Qué responsabilidad tuvo la prensa en las violaciones a los derechos humanos cometidas bajo la dictadura de Augusto Pinochet? Importantes sectores que apoyaron el régimen militar, incluidas las Fuerzas Armadas, aceptaron algún grado de responsabilidad en las violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura, con excepción de la prensa y especialmente, del diario El Mercurio.

Este diario, de propiedad de la familia Edwards por cinco generaciones, ha sido y es el más influyente y poderoso en toda la historia de Chile. 
En una investigación conducida por jóvenes periodistas, EL DIARIO DE AGUSTÍN revisa las páginas de El Mercurio y revela cómo desinformó, ocultó información y promovió las violaciones a los derechos humanos, en una especie de juicio pendiente al que comparecen agentes de la dictadura, directores y periodistas del diario, víctimas de la represión, sus familiares y abogados. 
Un relato de 80 minutos sobre el poder, que mira el pasado reciente desde los ojos de jóvenes periodistas de hoy y que ya fue presentado con éxito en festivales de Santiago y Buenos Aires.
El documental, dirigido por el destacado realizador Ignacio Agüero (Cien Niños Esperando un Tren, 1988; Aquí se Construye, 2000), recuerda la actuación de la empresa periodística de Agustín Edwards en episodios de represión como la Operación Colombo donde El Mercurio publicó el "autoexterminio" de 119 miristas.
También investiga las reuniones que habría sostenido Edwards con la CIA y Henry Kissinger, para impedir la asunción del ex presidente Salvador Allende.




Titulo: El Diario de Agustín
Duración: 80 minutos
Formato: digital / 35mm
Año de realización: 2008
Director: Ignacio Agüero
Guión: Ignacio Agüero / Fernando Villagrán
Producción ejecutiva: Fernando Villagrán / Ignacio Agüero



http://www.eldiariodeagustin.cl/


El documental El diario de Agustín, del director chileno Ignacio Agüero, tiene una génesis muy particular. Su hermano Felipe fue torturado en el Estadio Nacional de Santiago durante la dictadura de Augusto Pinochet. Años después, Felipe se doctoró en Ciencias Políticas. Su torturador, también. En un congreso sobre el tema, el hermano de Ignacio Agüero identificó a su represor y lo denunció. Este no se quedó atrás y, a su vez, acusó a Felipe por difamación. Finalmente, el juez no condenó a Felipe ya que se comprobó que efectivamente aquel hombre que había identificado había sido un torturador. A raíz de este motivo, se realizó una cena de desagravio por Felipe y, en ese marco, habló José Zalaquett, quien había sido presidente de Amnesty International. Este señor sostuvo que había mucha gente impune y que, entre los mayores impunes, estaba la prensa. Fue entonces que recordó la macabra Operación Colombo, implementada por la dictadura, a través de un titular de La Segunda, propiedad de la mayor empresa periodística de Chile: el diario El Mercurio. A Ignacio Agüero, este discurso le impactó mucho. Justo por aquella época le habían entregado al entonces presidente, Ricardo Lagos, el Informe sobre Prisión Política y Tortura en Chile, que reveló la responsabilidad de la prensa en las violaciones a los derechos humanos.
A raíz de estas dos situaciones, Agüero sintió que, como documentalista, no podía seguir adelante si no hacía una película sobre el tema. Así nació El diario de Agustín, cuyo proyecto fue premiado en su fase de desarrollo en el doc-BsAs/05 y que acaba de tener su estreno mundial apenas dos semanas atrás, a sala llena, en el marco del docBsAs/08. Escrito y producido por Agüero y Fernando Villagrán, y dirigido por el propio Agüero, el film –aún inédito en Chile– revela el rol y la complicidad de El Mercurio durante la dictadura pinochetista y se exhibirá hoy sábado a las 18 por Canal 7, en una emisión especial de Ficciones de lo Real, el ciclo conducido por Diego Brodersen, que contará con la presencia de Horacio Verbitsky.
Ignacio Aguero
Agüero señala a Página/12 que la influencia de El Mercurio “es determinante porque este diario fue, indudablemente, un factor para el golpe militar, tanto por la campaña que hizo para el derrocamiento de Allende como por nutrir al gobierno de cuadros en la línea política y en la economía. Pero ése ha sido un papel permanente de El Mercurio durante toda la historia. Es una institución que se instala como un orientador de la sociedad. Y eso es algo que sigue ocurriendo hoy en día. Digamos que en el tiempo del gobierno de Allende y del golpe militar fue extremadamente notorio y marcador, pero El Mercurio sigue siendo un poder activo”.
El film está estructurado en seis capítulos y un epílogo y, en algunas ocasiones, a través de un trabajo realizado por egresados de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, se exponen entrevistas a viejos directivos del diario –algunos se niegan a participar–, quienes están muy lejos de realizar una autocrítica. También se refieren a los hechos familiares de detenidos desaparecidos; John Dinges, que fue corresponsal del Washington Post entre 1972 y 1978, y Nelson Caucoto, abogado de la Vicaría de la Solidaridad, entre otros.
Uno de los pasajes más escalofriantes del documental es cuando se menciona que cuando ganó Salvador Allende, Agustín Edwards, propietario del diario, se reunió con Henry Kissinger y con el director de la CIA, Richard Helms, con el objetivo de imposibilitar el ascenso del líder socialista. ¿Cuál era el interés de El Mercurio para adentrarse en esta operación? Agüero lo explica así: “El interés tiene que haber sido la defensa de su propio diario porque ellos creían que el gobierno de Allende era totalitario, que iba a expropiar el diario. En el fondo, Agustín Edwards estaba defendiendo sus propios intereses económicos. Era un interés personal que tenía. Pero también porque para ellos como dirigentes de una clase, era inaceptable que se instalara un gobierno socialista. Entonces, para ellos era totalmente normal tomar las medidas necesarias y, en ese sentido, para Edwards lo más natural fue no solo reunirse con Kissinger y con Helms sino también con Nixon”. Durante el relato de esas reuniones, el film denuncia que el gobierno de Nixon aportó dinero al diario. “Lo que dice la propia gente de El Mercurio es que el diario dejó de recibir avisos publicitarios porque hubo un decaimiento de la economía”, dice Agüero acerca de la palabra oficial. Pero por otro lado, ese dinero “era para financiar la campaña anti-Allende en las páginas del diario. Hay evidencias de eso porque aparecieron numerosos avisos firmados por organizaciones inexistentes (que, por supuesto, era la CIA) de campañas antiAllende”, subraya Agüero.
Un capítulo refiere a la Operación Colombo, conocida también como “La lista de los 119”. Según señala Agüero, a través de esa lista la dictadura trató de lavar su imagen y dar la idea de que en Chile “no existían los detenidos desaparecidos porque, a poco tiempo del golpe militar, se formó una campaña internacional que preguntaba por la suerte de los detenidos que se encontraban desaparecidos, y muchos de ellos, muertos”. La dictadura hizo aparecer dos listas en dos medios extranjeros (Revista Lea, en Argentina, y Diario O Novo Día, en Brasil) que tuvieron solamente una edición; es decir que solo fueron creados para dar una información falsa: en ella se detallaba que las personas mencionadas en el periódico y la revista eran activistas chilenos en la clandestinidad que se mataron entre ellos en el exterior, más precisamente en Argentina y Brasil. En realidad, las personas de esa lista habían desaparecido en Chile y, para ocultarlas, se habían utilizado cadáveres argentinos no reconocibles que, en los papeles, se le adjuntaban cédulas de identidad de esos desaparecidos chilenos, de modo que pareciera que eran ciudadanos trasandinos que habían cruzado la frontera y se habían matado entre sí. Por esto, es que Agüero sostiene que “la Operación Colombo fue parte de la Operación Cóndor”. Por otro lado, el cineasta afirma que “no se puede comprender la Operación Colombo sin El Mercurio porque la información que este diario daba era lo que se pretendía que se creyera. Entonces, El Mercurio, inmediatamente publica como una noticia verdadera el hecho de la Operación Colombo”, sin corroborar la información, agrega el director.
El diario de Agustín también refiere el caso de un cuerpo que fue encontrado en la costa chilena, a la altura de La Playa de los Molles, y del cual El Mercurio informó que se trataba de una hermosa joven de 23 años que había sido asesinada producto de un crimen pasional. Pero la realidad indicaba que esta mujer, Marta Ugarte, 42 años, militante del Partido Comunista Chileno, había sido detenida el 9 de agosto de 1976 y estaba desaparecida. Fue su cadáver el que apareció flotando en la costa. “El caso de Marta Ugarte es sobre el único cuerpo que apareció de cientos que fueron lanzados al mar para borrar toda evidencia de los crímenes. Por lo tanto, que apareciera el cuerpo de esta militante lanzada al mar, podía delatar toda la operación de exterminio, en ese caso de los militantes comunistas”, sostiene Agüero en relación al motivo de la puesta en marcha de este operativo de información falseada.
Otra de las operaciones se sitúa en 1987 cuando el papa Juan Pablo II pisó Chile y se produjeron incidentes en el Parque O’Higgins, desde donde hablaba a una multitud. “Lo que ocurrió fue que El Mercurio, aliado con la CNI (que era la policía secreta que reemplazó a la DINA), publicó simplemente la información que daba la CNI, sin corroborarla”, sostiene Agüero. El Mercurio publicó fotografías de dos estudiantes, acusándolos de ser miembros del Partido Comunista que habían intervenido en los incidentes, cuando, en realidad, estos dos jóvenes no habían estado en ese lugar. “Lo que hizo la CNI fue entregar fotos de estos estudiantes que eran de la Universidad Técnica”, comenta Agüero, quien agrega que, “en operaciones de inteligencia, la CNI inmediatamente sacaba las fotos que tenía a mano de su actividad de inteligencia en la universidad. Entonces, les tocó a ellos pero les podría haber tocado a otros. Ellos no eran militantes del PC. Uno participaba de movimientos cristianos de la Iglesia Católica y el otro era un estudiante que participaba por supuesto en actividades de la resistencia pero como independiente. Se publicaron fotos de ellos dos, acusándolos, y se relacionaron las fotos de ellos con fotos de personas que aparecen en el Parque O’Higgins, con un cierto parecido”.
Agüero concluye que “todo esto que estamos reseñando muestra el anticomunismo criminal de El Mercurio. O sea, El Mercurio tiene derecho a ser contrario al Partido Comunista pero lo que este diario ha hecho durante su historia de estos últimos cuarenta años es una acción directa de represión con resultados de muerte sobre los opositores a la dictadura”. Quizá como reflexión valga la pena mencionar una información brindada en el Noticiero Chileno de 1974 cuando El Mercurio lanzó su edición 50 mil. Con un estilo muy similar al histórico Sucesos Argentinos, el locutor anunciaba: “Autoridades entre las que se cuentan los integrantes de la Junta de Gobierno, y personeros de la empresa, se dan cita en un almuerzo de camaradería y reconocimiento a lo que El Mercurio representa para el periodismo tanto nacional como extranjero. Hicieron uso de la palabra, el director de El Mercurio de Valparaíso, Alex Varela, y el presidente de la Honorable Junta Militar de Gobierno, Augusto Pinochet, quien destacó el rol que El Mercurio siempre ha jugado por defender los principios cívicos y democráticos de nuestro país”. La historia no indica lo mismo.


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