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domingo, 4 de marzo de 2012

¿Quién es el padre de la Concertación?



¿Cómo, cuándo y por qué  nació esta controvertida Concertación de Partidos porla Democracia? ¿Cuál es su verdadero origen? He aquí  la historia de su ADN
Sabido es que las apariencias engañan: no siempre algo es lo que se dice que es, ni procede de la vertiente indicada. La prensa desinforma, y la jerga política suele ser una cortina de humo para ocultar la verdad. El año 1983 fue un “año bisagra”. En esos agitados doce meses se fraguó mucho de lo que es el establishment actual, vale decir el duopolio binominal y el familisterio que se apropió de Chile en toda su largura. Los acuerdos, traiciones, cobardías, entreguismos y manejo mañoso de información que aherrojaron la democracia, surgieron ese año. Desde entonces, las tiendas políticas que conforman los dos bloques oficialistas (Alianza y Concertación), los han cubierto con el polvo del olvido y la sombra fantasmal de la no existencia.
La historia del entreguismo comienza en 1983
La historia comienza con la elección del presidente de la poderosa Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC). Los dirigentes de los sindicatos de Chuquicamata, El Salvador y El Teniente, reunidos en Punta de Tralca, decidieron entregarle a un joven dirigente, Rodolfo Seguel Molina -presidente de un pequeño sindicato del mineral El Teniente-, el  mando de la Confederación en uno de los momentos de mayor tensión entre los trabajadores organizados y la dictadura. Ésta tenía la cara de José Piñera Echenique, el ministro del trabajo que había parido el Plan Laboral y la Reforma Previsional. Con Seguel al mando de la CTC se produjo la unidad de importantes federaciones y confederaciones que se agruparon en torno a ella: la Confederación de Empleados Particulares de Chile (CEPCH), la Coordinadora Nacional Sindical (CNS), el Frente Unitario de Trabajadores y la Unión Democrática de Trabajadores. Su inexperiencia condujo a Seguel a convocar un Paro Nacional cuando ninguna organización sindical estaba en condiciones de parar sus labores ante una dictadura que, sin titubeos, ordenaba despidos inmediatos, arrestos, torturas, relegaciones e incluso el asesinato. Tucapel Jiménez, presidente de la ANEF, había sido asesinado en febrero de 1982 por un comando de la dirección de inteligencia del ejército (DINE). Seguel y la CTC escucharon los consejos de otras organizaciones y cambiaron el llamado a Paro Nacional por las Protestas Sociales. El éxito de las éstas fue inmenso. Pinochet reaccionó con violencia, pero  sufrió una derrota cuando la Corte Suprema de Justicia señaló que las protestas no eran ilegales, sentando un ominoso precedente para la dictadura. Las Protestas Sociales se iniciaron el 11 de mayo de 1983, y la más dura tuvo lugar los días 11 y 12 de agosto, paralizando completamente el país. Las fuerzas de carabineros no lograron desalentar a la población que se tomó las  calles y las plazas en muchas ciudades. El ejército tuvo que salir, una vez más, a controlar las manifestaciones populares a balazos. Pero ni siquiera la presencia de militares armados, ni el tránsito de tanquetas, tanques, y carros blindados, ni la presencia de helicópteros artillados y de aviones de la FACH realizando vuelos rasantes pudieron terminar con las manifestaciones. Pinochet estaba acorralado por los trabajadores, los estudiantes y los pobladores, y la caída del régimen llegó a ser una eventualidad posible. Tras diez años de violenta represión militar los trabajadores retomaron la iniciativa y, en las jornadas más combativas de nuestra historia reciente, pusieron en retirada a la dictadura. Pinochet, con la jerarquía católica y la embajada norteamericana como intermediarios, se resignó a presentar una hoja de ruta para una salida negociada.
Un ministro de Pinochet crea un engendro
En agosto de 1983 Pinochet decidió nombrar ministro del interior a un político ‘profesional’: el  ultraderechista Sergio Onofre Jarpa, fundador del Partido Nacional que unió en su día a  conservadores y liberales bajo banderas neofascistas. Jarpa era zorro viejo y tenía claro que con los trabajadores organizados en el Comando Nacional su margen de maniobra era escaso. Negociar con ellos anunciaría el más  absoluto y sonoro de los fracasos de la dictadura cívico-militar. Peor aún, originaría el derrumbe de la argamasa fascista-empresarial estructurada en los años de conducción de los Chicago boys. Jarpa también sabía que algunos dirigentes políticos opositores coincidían con él en tales aprensiones. Ni los democristianos, ni los socialdemócratas, y tampoco un sector de los socialistas, aceptarían ser sobrepasados por el mundo sindical. Sergio Onofre Jarpa organizó pues algunos tea parties con opositores seleccionados por él mismo y su subsecretario Alberto Cardemil. Así, -después de constatarse el éxito de la cuarta protesta social encabezada por el Comando Nacional de Trabajadores-, con la anuencia del régimen pinochetista y bajo la innegable conducción y apoyo del ministro del interior del régimen, el día 22 de agosto de 1983 nace la Alianza Democrática conformada por el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Republicano, el Partido Radical, el Partido Socialista, el Partido Socialdemócrata y la Unión Socialista Popular, dispuestos todos a negociar una transición a la democracia con Pinochet. La Alianza Democrática, por exigencia explícita del dictador, llamó a los dirigentes sindicales que pertenecían a sus tiendas partidistas y les ordenó entregar las banderas de la conducción popular. Poco después, el 10 de noviembre de 1983, la izquierda manifestó su descontento con lo acaecido creando el  Movimiento Democrático Popular (MDP). Éste se configuró como una alianza de la oposición de izquierda a la dictadura: el Partido Comunista, el PS de Clodomiro Almeyda, el PS-CNR y el Mapu Obrero Campesino habían sido excluidos de la Alianza Democrática por exigencia de Pinochet y la pública anuencia de los dirigentes de ese bloque. En resumen, los principales dirigentes del Comando Nacional de Trabajadores bajaron sus banderas y se inclinaron ante las órdenes partidistas, cediéndole la conducción de las masas y el control de las calles al nuevo esqueleto político que era del pleno gusto de Pinochet: la llamada Alianza Democrática que pocos años después sería rebautizada “Concertación de Partidos por la Democracia”. Este bloque nació pues de una estructura que, en estricto rigor, fue pensada, impulsada, orientada y creada por el ministro del interior Sergio Onofre Jarpa como último baluarte para detener las luchas populares. Así se explica la efusiva reacción de alegría exteriorizada por Onofre Jarpa la noche en que el ‘pueblo concertacionista’ obtuvo el histórico triunfo del Plebiscito de octubre de 1988. El ex ministro de Pinochet fue a saludar y a fundirse en  abrazos con dirigentes opositores al régimen militar como Enrique Silva Cimma, Patricio Aylwin y Andrés Zaldívar. Como si esa victoria fuese también la suya. ¿Qué tenía de extraño? Nada. Sólo felicitaba a sus discípulos, a su propia creación política que a partir de entonces, el año 1988, sería parte activa e interesada del modelo que Pinochet y los Chicago boys crearon para beneficio de los grandes consorcios transnacionales que poseen el Club privado llamado Chile. Bajo una falsa etiqueta que mezcla un barniz de socialcristianismo y de socialdemocracia, la Concertación nació de la mano y bajo el impulso de un connotado político pinochetista. ¡Bravo el artista!



aamunoz
Arturo Alejandro Muñoz



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