23 Julio, 2011
Por: José Bengoa
No hay peor enfermedad social que la falta de memoria histórica. Chile la sufre de modo agudo. El 9 de julio de 1977 un grupo de 77 jóvenes nacionalistas de extrema derecha subió al cerro Chacarillas, al lado del San Cristóbal, en el acto más fascista de todos los tiempos de este país. Emulaban a los 77 soldados de La Concepción en la guerra con el Perú. Bosques de banderas y antorchas al más puro estilo del nazismo hitleriano iluminaban la noche de invierno. Pinochet en un momento de inspiración arrebatadora leyó su famoso discurso. “Mi corazón de viejo soldado -decía- revive con profunda emoción el coraje insuperable de Luis Cruz Martínez… y los 76 …., que en plena soledad de la sierra peruana supieron demostrar, con la entrega de sus vidas, que nuestra Patria y los valores permanentes del espíritu están por encima de cualquier sacrificio personal que su defensa pueda demandar”. Delirio en el cerro de Santiago.
En esos mismos días eran torturados en el “Palacio de la Risa”, así llamada la Villa Grimaldi, miles de chilenas y chilenos. Se las violaba, aterrorizaba, y luego se las iba a tirar al mar, como a Marta Ugarte, una de las primeras que en esos mismos días apareció flotando en las playas de Longotoma. Mientras los jóvenes subían en medio de antorchas, los gritos de horror se escuchaban en los subterráneos del poder entusiasmado. “…Las limitaciones excepcionales que transitoriamente hemos debido imponer a ciertos derechos, han contado con el respaldo del pueblo y de la juventud de la Patria, que han visto en ella el complemento duro pero necesario para asegurar nuestra Liberación Nacional”, dijo el General en medio de los aplausos de los jóvenes patriotas en medio de la noche de Chacarillas.
“El complemento duro pero necesario” da escalofríos y ganas de vomitar. Todos y todas quienes allí estaban sabían muy bien a qué se refería el General. Era explícito.
¿Quiénes subieron a Chacarillas? Ayer fue el cambio de gabinete. El listado de El Mercurio de la época señala el número 15 de los valientes: Andrés Chadwick, hoy Ministro Vocero de Gobierno; número 38, Cristián Larroulet, Ministro del triunvirato de La Moneda; y 39, Joaquín Lavín, defenestrado Ministro de Educación y resucitado Ministro de Planificación Nacional. La lista es larga y sería un ejercicio de “buena memoria” publicarla con letras de molde. El número 47 es el actual Presidente de la Cámara de Diputados, y el número 20 es el dueño de la Universidad San Sebastián, emblemático modelo de lo que debe ser la educación universitaria “con fines de lucro”. El número 17 se reía ayer a mandíbula batiente en La Moneda al ver cómo sus “Chacarillas Boys” se tomaban finalmente La Moneda, en el asalto al Poder, que esa noche lluviosa del invierno del 77, los 77 cabalísticamente (como es propio de los fascismos corrientes) habían prometido solemnemente. Juan Antonio Coloma, se llama.
Ninguno de estos “Chacarilla Boys” ha hecho autocrítica alguna ni pedido perdón, han pasado “colados” en medio de las tormentas. “No sabían” es lo que más mentirosamente han tratado de balbucear. ¿Qué no sabían? Todos los que vivíamos en Chile lo sabíamos detalladamente. ¿Usted, Presidente Piñera, no sabía y no sabe a quiénes está metiendo en La Moneda?
¿Nadie se acuerda cómo sacaban a miles de personas en las madrugadas de ese año 77 a alguna cancha de fútbol a las seis de la mañana, congelada, y les pegaban, los fichaban, los denigraban y dejaban como estropajos? ¿Nadie se da cuenta que aplastaron un siglo de luchas obreras con el terror? ¿Nadie se acuerda que el próximo Ministro del Bienestar Social escribió el panfleto más deleznable de nuestra historia literaria, “La Revolución Silenciosa”? ¿Por qué no lo vuelven a publicar?
Pero lo peor es la confusión ideológica del momento… de los que alguna vez estuvieron en el lado de los antiguos perdedores. Hay quienes han dicho y siguen diciendo que ya la derecha no es la misma. Que Piñera es una nueva derecha. Se les fundió la memoria. Hay otros, de la otra banda, que acaban de decir que en Chile hay “dos derechas”. Con respeto personal, pero andan más perdidos que el Teniente Bello. Muy triste. Hay que decirlo, los antiguos perseguidos también lo confunden todo. Sin embargo, los errores, desvaríos, soberbias, silencios, complicidades, de un Ricardo Lagos o una Michelle Bachelet, no tienen ni un punto de comparación con lo que se vivió en esos días y que fue aplaudido por las actuales autoridades del país.
Escucho desde mi mente deprimida los lejanos aplausos en Punta Peuco. En Bucalemu un difunto se da vueltas de alegría en su tumba. Los fantasmas están presentes, más que nunca. Gozan de buena salud. Se ríen con su sonrisa regordeta y a todo color digital de la historia trágica de nuestro país.
Y no me critiquen a los cabros que agarran piedras y destrozan el “mobiliario urbano” del alcalde de Santiago. Cuando no hay espacio para la memoria y las razones, sólo hay piedras. Quizá ahí está la memoria de los hijos de quienes sacaron a la mala en las noches heladas del 77, mientras otros subían en medio de antorchas y cánticos patriotas a Chacarillas.
Vergüenza me da. Vergüenza de ser chileno.
http://www.theclinic.cl/2011/07/23/los-chacarilla-boys-o-de-la-amnesia-chilena/
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