EMILIANO GUIDO / MIRADASALSUR.COM – Mucho antes de leer a Karl Marx, Vladimir Lenin o a Salvador Allende, la dirigente estudiantil chilena Camila Vallejo aprendió observando actuar a su papá y, sobre todo, deteniéndose en la cansina y ajada mirada de los trabajadores que se entretenían con la obra, qué era eso de ser un proletario. Entonces, Camila era una niña como todas.
La clase de pintura era su hora preferida en la escuela, le encantaba tener muchas amigas pero, también, disfrutaba acompañar a su padre Reinaldo cuando, junto a su pequeña compañía de teatro, visitaban los áridos pueblos del norte del país para acercar su arte a las aisladas comarcas mineras. Pasaron los años y el mundo de Camila se ensanchó, claro está; pero muchas cosas no cambiaron su rumbo. Entre ellas, el buen vínculo con su familia.
Tanto admiraba Camila a su papá artista, además de veterano dirigente del Partido Comunista, que estuvo a punto de inscribirse en la Universidad de Chile para estudiar escenografía. Pero, finalmente, optó por la carrera de Geografía. Y de todos los mapas que memorizó durante sus estudios de grado, el territorio que siempre mejor supo recorrer fue el de la militancia universitaria.
Ahora, Camila Vallejo, acaba de decidir seguir creciendo. Esta semana anunció que será candidata a diputada nacional por la izquierda chilena. “La política está secuestrada por las instituciones tradicionales, nosotros venimos a liberarla”, promete Camila y lo hace de forma serena, casi en voz baja, como si pisara las penumbras de una pieza teatral intimista.
¿Por qué ha causado tanto rebote periodístico el lanzamiento político de esta sexy veinteañera que fue elogiada por The New York Times como la revolucionaria más glamorosa del mundo? En principio, si bien Camila es orgánica al Partido Comunista chileno, su ascendente figura es parte de la nueva izquierda local y del enérgico movimiento estudiantil que con su lucha desmitificó esa imagen for export del Chile disciplinado y pro-mercado que intentó imponer la élite trasandina.
Igualmente, Camila Vallejo parece tener un bonus track, un capital simbólico propio. Sin ir más lejos, a fines del año 2011, Vallejo fue tapa del prestigioso semanario alemán Die Zeit como “la figura emblemática de un calendario marcado por protestas políticas en todo el mundo”.
Paralelamente, en una encuesta nacional hecha por los medios locales, los chilenos la eligieron como “la persona del año”. Además, el escritor norteamericano Francisco Goldman, quién escribió uno de los perfiles biográficos más logrados de la líder estudiantil, recuerda que: “La cuenta de Twitter de Vallejo, una belleza de Boticelli que usa un aro plateado en la nariz, tiene más de 400 mil seguidores. Las estrellas del pop star la cortejan. El cantante de Franz Ferdinand tuiteó: Camila Vallejo. Estoy enamorado de ti”.
Claro, la belleza de Camila es ineludible. Pero, los medios hegemónicos parecen haber hecho de este atributo una trampa para frivolizar su figura. Durante el pico de la lucha estudiantil contra el gobierno de Sebastián Piñera, el diario conservador La Tercera destinaba más centímetraje de su cobertura del conflicto para el seguimiento “amoroso” de la vida de Camila, como si fuese una celebrity de los programas televisivos de chimentos. En la referida crónica de Goldman, este aspecto no pasa desapercibido: “Vallejo resguarda su vida privada con una disciplina de hierro y quienes pasan mucho tiempo con ella, incluyendo algunos de sus rivales, son igualmente reservados. Tan poco se sabe de ella que lo poco que se filtra crea una excitación de tabloide.
Cuando alguien posteó una fotografía de ella en bikini en una playa, se esparció como un virus. La falsa creencia de que había florecido un romance de cuento entre ella y el apuesto Jackson (otro líder del movimiento estudiantil) estaba tan extendida que incluso su novia de larga data estaba celosa”. Pero, eso es sólo la espuma de un personaje que enamora por otra cosa. Camila Vallejo es un joven cuadro político de izquierda en un país que, tras el fusilamiento del presidente socialista Salvador Allende, parecía condenado a las eternas derrotas de los proyectos colectivos.
El nuevo Chile. La noticia de que Camila peleará en el 2013 por una banca como diputada nacional no sólo impactó en los medios del vecino país. Incluso, el matutino británico The Guardian publicó esta semana un extenso reportaje titulado“Chilean rebel Camila Vallejo: ‘The problem is bigger – it’s structural’”. La frase de Vallejo elegida por el cronista inglés es fiel a lo expuesto por Camila en la entrevista: en Chile el problema social no es un error de gestión, es parte nodal del modelo, es estructural. Así lo advierte la novel candidata al Parlamento chileno: “Con nuestros reclamos quedó más claro que el modelo económico chileno y la crisis del sistema educativo público van de la mano y son la misma cosa”.
Comunista, joven y universitaria, Camila tiene todo para ser una dirigente radical, antisistémica, pero está lejos de creer en el vanguardismo ciego. Vallejo, en última instancia, se encuadra a la bajada de línea de un partido que está intentando junto a otras expresiones políticas pequeñas teñir más de rojo a la reformista Concertación Democrática.
El escritor Francisco Goldman fue testigo directo de esa estrategia política cuando en su largo reportaje a Camila pudo presenciar algunas reuniones del ala juvenil del PC local: “Tenemos que presionar a la Concertación para que esté más de nuestro lado y evitar que haga pactos con la derecha, decía Camila. Su voz suave, confiada, tenía una agradable musicalidad. Hablando sobre estrategias parlamentarias, mostraba conocimiento y precisión.
Mencionó cómo el gobierno había buscado más, no menos, privatización del presupuesto educativo y que esta vez los estudiantes habían podido persuadir a la Concertación de abstenerse. No es una victoria, pero marcó una posición. Por primera vez en la historia, la Concertación no traicionó a los estudiantes. Mientras hablaba, su mirada era tranquila y firme”.
Pero, hay otro aspecto del nuevo Chile que escapa a cualquier especulación hecha por cualquier buró político o mesa nacional experimentada. Tal vez, las palabras del escritor Rafael Gumucio, publicadas en la revista azteca Gatopardo,sean las más adecuadas para explicar este fenómeno: “Las protestas estudiantiles que han movilizado a Chile son, quizás, el resultado de un cambio radical en los roles de padres e hijos. Porque en Chile son los padres los nihilistas, los suicidas, los silenciosos, los frustrados, y sus hijos los reformistas, los realistas, los estrategas”.
Algo de eso está presente cuando habla Reinaldo Vallejo: “Nosotros, los comunistas, estamos acostumbrados a perder. Le digo a Camila que no se convertirá realmente en líder hasta aprender lo que significa perder”. Camila lo observa, una vez más, y sonríe. Esta vez, no parece muy de acuerdo con el consejo de papá.
Emiliano Guido: eguido@miradasalsur.com
http://www.contrainjerencia.com/?p=57449
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