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domingo, 29 de enero de 2012

El hombre sin palabra

Lo acontecido en Carahue no es más que el retorno, en gloria y majestad, del manido discurso de los “mapuches buenos” y los “mapuches malos”. Estrategia absurda, inconducente.
"¿Cómo te explicas lo de Hinzpeter?”, me pregunta un corresponsal de prensa extranjero de visita en Temuco. “Cuesta entender su reacción, incluso boicotea todo lo obrado por el gobierno en la materia. Imagínate que nunca habían aplicado la Ley Antiterrorista y eso llamaba mucho la atención, de manera positiva”, agrega. Difícil aventurar una respuesta sobre Hinzpeter, en tanto persona. Habría que ser psicólogo. O psiquiatra. Si tengo claro que el doble estándar en las políticas gubernamentales hacia los mapuches –por un lado la zanahoria, por otro el vil garrote- no nació con este ministro. La Concertación, si por algo destacó en materia indígena, fue por levantarse un día con el pie derecho y al otro día con el izquierdo. Más con el derecho que con el izquierdo, habría que precisar.

La mala memoria. Pocos recuerdan hoy que mientras Mideplan convocaba numerosas “mesas de diálogo”, desde Interior personajes como Jorge Correa Sutil, Patricio Rosende y Felipe Harboe reprimían mapuches al sur del Biobio a diestra y siniestra. Correa Sutil fue, para los desmemoriados, el artífice de la hollywoodense “Operación Paciencia”, montaje orquestado entre el Ministerio del Interior y la Fiscalía para poner tras las rejas a los miembros de la CAM. Tras meses de “seguimientos”, “escuchas telefónicas”, “filmaciones” y decenas de “análisis de inteligencia”, una treintena de mapuches fueron detenidos y encarcelados “preventivamente” en Temuco por más de un año, ello a la espera de un juicio oral que finalmente (¡Oh sorpresa!) los absolvió a todos. Hasta de intentar volar el centro de Temuco acusaron los fiscales a la CAM en aquel surrealista proceso. La paranoia post “11 de Septiembre” a full. ¿En verdad no lo recuerdan? ¿Tampoco las “armas de destrucción masiva” requisadas por Harboe a un grupo de danza afro en la USACH?

Lo acontecido en Carahue no es más que el retorno, en gloria y majestad, del manido discurso de los “mapuches buenos” y los “mapuches malos”. Con los primeros se entiende Desarrollo Social y la Conadi; con los segundos, Interior y las fiscalías. Estrategia absurda, inconducente. Tanto porque los segundos torpedean al primero constantemente –la simbólica entrega de tierras en Temulemu pasó a la historia tras la metida de patas de Hinzpeter- como porque presupone que en verdad existen “mapuches buenos” y “mapuches malos”, y que los primeros –a la hora de los apaleos y cacerías de brujas que afecten a los segundos- se van a alinear automáticamente con el gobierno. ¡Fail! Esto lo comprobó el propio ministro Lavin tras su reunión de emergencia con los mapuches que participan de la Mesa del Ñielol, en Temuco. Es cierto, varios de ellos son cercanos al gobierno, más no la mayoría como presuponen los desinformados de siempre.

Enviado a “calmar los ánimos”, el mensaje transversal que recibió Lavin en aquella reunión no dejó lugar a dudas. “Cuando atacan a un mapuche nos atacan a todos como pueblo”, le señaló un dirigente de Galvarino. “Apoyo a este gobierno pero mi corazón es mapuche. No me haga elegir ministro”, le advirtió otro de los presentes, visiblemente molesto. La voz cantante la llevó José Nain, ex miembro del Consejo de Todas las Tierras, quien a nombre de todos demandó una reunión con el Presidente Piñera en La Moneda. “Queremos que el presidente se disculpe con nuestro pueblo. Acusaciones como estas no pueden ser minimizadas”, señaló Nain a los medios tras la cita. Y es que jugar con la solidaridad étnica puede resultar peligroso. Hinzpeter, en tanto judío, debiera saberlo mejor que nadie. Nada refuerza más la identidad y el sentido de pertenencia de un pueblo que metidas de pata como la suya. Me atrevería a señalar que nunca antes la CAM gozó de tanta solidaridad mapuche. Y merecida que la tiene.

Cuanta razón tenía mi abuelo; con España todo era más fácil. Al pan, pan y al vino, vino. ¿Guerra?, ok, guerra. ¿Parlamentos?, ok, Parlamentos. Y así por más de tres siglos. O lo uno o lo otro. Nada de medias tintas o “dialoguemos pero al mismo tiempo los apaleo”. Pese a todo, bastante honorables resultaron los gobernadores ibéricos. “Hombres de palabra”, les llamaba mi abuelo con respeto. Y no me vengan con que “era otra época histórica” o que “se trataba de una guerra colonial”. Hasta donde se, la política (indígena) no es más que la continuación de la guerra (de Arauco) por otros medios. Y colonia, digamos las cosas por su nombre, es lo que somos los mapuches en Chile. Como los palestinos en Gaza. Que alguien se lo explique a Hinzpeter, el hombre sin palabra.

* Publicado originalmente en The Clinic.

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