El escritor argentino
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Jorge Luis Borges ganó los más importantes premios de literatura, exceptuando uno, el Nobel, en 1976 estuvo a un paso de obtenerlo pero una inoportuna visita al dictador chileno Augusto Pinochet Ugarte lo descalificó ante la Academia Sueca para siempre.
Nació ahí el histórico desencuentro que convirtió al escritor argentino, una de las figuras cumbres de las letras del siglo XX, en candidato crónico e invariablemente frustrado al premio más significativo de Literatura y determinó que el Nobel se perdiera de tener a Borges entre sus galardonados.
El ensayista uruguayo Emir Rodríguez Monegal, su biógrafo autorizado, en “Borges, una biografía literaria”, dice que en 1976 el escritor argentino “ya había sido elegido a medias con Vicente Aleixandre, el poeta surrealista español, para el premio Nobel, cuando una visita intempestiva a Santiago de Chile, para aceptar una medalla de Pinochet, decidió a la Academia a borrar cuidadosamente su nombre”.
Quizá ningún otro texto de Borges haya sido tan debatido en Estocolmo como su discurso en la Universidad de Chile aquel 22 de septiembre al recibir el Doctorado Honoris Causa de manos del propio General Augusto Pinochet.
“Yo declaro preferir la espada, la clara espada a la furtiva dinamita […] Mi país está emergiendo de la ciénaga, creo con felicidad […]. Ya estamos saliendo, por obra de las espadas, precisamente. Y aquí ya han emergido de esa ciénaga. Y aquí tenemos: Chile esa región, esa patria, que es a la vez una larga patria y una honrosa espada”, dijo el escritor.
Fue el mismo día que en Washington agentes del la DINA [Policía Secreta] asesinaban a Orlando Letelier, que había sido canciller del gobierno democrático de Salvado Allende, derrocado por Pinochet tres años antes a sangre y fuego.
Otro biógrafo de Borges, el chileno Volodia Teitelboim, revela en “Los dos Borges”una opinión que el académico sueco Arthur Lumolkvist le comunicó en Estocolmo en 1979.
“Soy y seré un tenaz opositor a la concesión del Premio Nobel de Literatura a Borges por su apoyo a la dictadura de Pinochet, que ha sido usada por la propaganda de la tiranía para intentar una operación cosmética”.
Según el propio Teitelboim, Borges cada octubre que pasaba recibía la noticia que no había obtenido el Nobel “con humor agridulce y el corazón apretado” y “adoptó aires de perdedor experto”.
A una joven periodista argentina que fue a verlo algo compungida en una de esas ocasiones le dijo: “No se preocupe, se trata de una situación que lejos de molestarme, me divierte. Me apena sí por los argentinos, que la siente como si fuera que han perdido un importante partido de fútbol”.
Sin embargo “que no le dieran el Nobel lo afectaba”, según el investigador Alejandro Vaccaro, en “El señor Borges”, escrito a partir de una larga entrevista con Fanny Ubeda que trabajó 35 años en la casa de la familia Borges en Buenos Aires.
“El decía que no, pero Fanny cuenta que todos los años cuando llegaba la noticia, con los periodistas en la puerta, Borges se ponía mal. Y decía: “Si me lo dan sería inmerecido, pero yo quiero que me lo den”, refiere Vaccaro.
Borges, pese a todo, siempre mantuvo en público su actitud de perdedor digno. En 1985 hizo esta sorprendente declaración al diario “Clarín” de Buenos Aires:
“La inteligencia de los europeos se demuestra por el hecho de que jamás me hayan dado el Premio Nobel. ¿Sabe usted por qué? No hay escritor más aburrido que yo. Es una gran equivocación que la gente me lea, porque ni a mí mismo me gusta lo que escribo y por eso ni yo mismo me leo, nunca me he leído.
Todo lo que he escrito, todo, no pasan de ser borradores; ¡borradores!, papeles sueltos. No entiendo a las personas. Y por ejemplo en esta biblioteca que usted ve ahí, no tengo libros míos. ¿Para qué?
Por Washington Daniel Gorosito Pérez
10-04-2009 Nació ahí el histórico desencuentro que convirtió al escritor argentino, una de las figuras cumbres de las letras del siglo XX, en candidato crónico e invariablemente frustrado al premio más significativo de Literatura y determinó que el Nobel se perdiera de tener a Borges entre sus galardonados.
El ensayista uruguayo Emir Rodríguez Monegal, su biógrafo autorizado, en “Borges, una biografía literaria”, dice que en 1976 el escritor argentino “ya había sido elegido a medias con Vicente Aleixandre, el poeta surrealista español, para el premio Nobel, cuando una visita intempestiva a Santiago de Chile, para aceptar una medalla de Pinochet, decidió a la Academia a borrar cuidadosamente su nombre”.
Quizá ningún otro texto de Borges haya sido tan debatido en Estocolmo como su discurso en la Universidad de Chile aquel 22 de septiembre al recibir el Doctorado Honoris Causa de manos del propio General Augusto Pinochet.
“Yo declaro preferir la espada, la clara espada a la furtiva dinamita […] Mi país está emergiendo de la ciénaga, creo con felicidad […]. Ya estamos saliendo, por obra de las espadas, precisamente. Y aquí ya han emergido de esa ciénaga. Y aquí tenemos: Chile esa región, esa patria, que es a la vez una larga patria y una honrosa espada”, dijo el escritor.
Fue el mismo día que en Washington agentes del la DINA [Policía Secreta] asesinaban a Orlando Letelier, que había sido canciller del gobierno democrático de Salvado Allende, derrocado por Pinochet tres años antes a sangre y fuego.
Otro biógrafo de Borges, el chileno Volodia Teitelboim, revela en “Los dos Borges”una opinión que el académico sueco Arthur Lumolkvist le comunicó en Estocolmo en 1979.
“Soy y seré un tenaz opositor a la concesión del Premio Nobel de Literatura a Borges por su apoyo a la dictadura de Pinochet, que ha sido usada por la propaganda de la tiranía para intentar una operación cosmética”.
Según el propio Teitelboim, Borges cada octubre que pasaba recibía la noticia que no había obtenido el Nobel “con humor agridulce y el corazón apretado” y “adoptó aires de perdedor experto”.
A una joven periodista argentina que fue a verlo algo compungida en una de esas ocasiones le dijo: “No se preocupe, se trata de una situación que lejos de molestarme, me divierte. Me apena sí por los argentinos, que la siente como si fuera que han perdido un importante partido de fútbol”.
Sin embargo “que no le dieran el Nobel lo afectaba”, según el investigador Alejandro Vaccaro, en “El señor Borges”, escrito a partir de una larga entrevista con Fanny Ubeda que trabajó 35 años en la casa de la familia Borges en Buenos Aires.
“El decía que no, pero Fanny cuenta que todos los años cuando llegaba la noticia, con los periodistas en la puerta, Borges se ponía mal. Y decía: “Si me lo dan sería inmerecido, pero yo quiero que me lo den”, refiere Vaccaro.
Borges, pese a todo, siempre mantuvo en público su actitud de perdedor digno. En 1985 hizo esta sorprendente declaración al diario “Clarín” de Buenos Aires:
“La inteligencia de los europeos se demuestra por el hecho de que jamás me hayan dado el Premio Nobel. ¿Sabe usted por qué? No hay escritor más aburrido que yo. Es una gran equivocación que la gente me lea, porque ni a mí mismo me gusta lo que escribo y por eso ni yo mismo me leo, nunca me he leído.
Todo lo que he escrito, todo, no pasan de ser borradores; ¡borradores!, papeles sueltos. No entiendo a las personas. Y por ejemplo en esta biblioteca que usted ve ahí, no tengo libros míos. ¿Para qué?
Por Washington Daniel Gorosito Pérez
Fuente: Poetas del Mundo
http://www.escribirte.com.ar/destacados/3/borges/noticias/1711/borges-pinochet-y-el-nobel.htm
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