EL Nº 191 de PF (28 de agosto de 1973) publicó un amplio reportaje sobre los marineros detenidos y torturados por denunciar los aprestos golpistas. La portada mostraba una foto del sargento Juan Cárdenas. Fue la penúltima edición de PF. El Nº 192 apareció el martes 11 de septiembre de 1973 y alcanzó a circular en horas de la mañana con un título que decía: “Soldado: la patria es la clase trabajadora”, sobre un fondo con la bandera chilena.
El libro Los que dijeron ¡No! Historia del movimiento de los marinos antigolpistas de 1973, del historiador Jorge Magasich (LOM Ediciones, 2 vols, 2008), es una contribución notable al esclarecimiento del tema. Doctor en historia por la Universidad Libre de Bruselas, Magasich, un exiliado, cumple funciones como profesor de historia de América en el Instituto de Altos Estudios de Comunicaciones Sociales en la capital belga (ver PF 660).
En algo más de ochocientas páginas desarrolla su trabajo, basado en una amplia y sólida documentación, en entrevistas a diversos protagonistas -casi todos exiliados- y en el estudio de los correspondientes procesos. El caso puntual se refiere al intento de un grupo de cabos, sargentos, suboficiales, marineros y personal civil -sin participación de oficiales- de parar el golpe de Estado en marcha al interior de la Armada, denunciándolo a las autoridades y llegando a la toma de barcos y detención de los oficiales para alertar al país sobre la subversión en desarrollo, y galvanizar así a la opinión pública en defensa del gobierno.
El movimiento pretendía aprovechar el ambiente favorable al presidente Salvador Allende que existía en buena parte de la “gente de mar”, y debió apresurarse después del “tanquetazo” del 29 de junio, cuando se levantó el batallón Blindado Nº 2 de Santiago, en una acción que fue aplastada por el propio ejército al mando del general Carlos Prats. Todo se hacía apremiante. Los marinos decidieron actuar, fortalecieron las lealtades y compromisos, y tomaron contacto con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), con el Partido Socialista y el Mapu, a través de sus dirigentes Miguel Enríquez, el senador Carlos Altamirano y el diputado Oscar Guillermo Garretón.
Represión en la Armada
Por otros conductos, hicieron llegar al gobierno información sobre los trajines sediciosos del alto mando. Los responsables del movimiento, entre ellos el sargento Juan Cárdenas, se reunieron en Santiago con los mencionados dirigentes políticos. Tanto Altamirano como Garretón se mostraban renuentes, y aceptando que la información que se les entregaba era verdadera, consideraron extremadamente peligrosa la operación ante la posibilidad de que se tratara de una provocación o que sirviera de pretexto a la Armada para intensificar su campaña contra el gobierno y sus partidos. En cambio, Miguel Enríquez asumió con entusiasmo la iniciativa, postergando en todo caso la decisión y posible fecha de ejecución hasta el momento en que pudiera asegurar la movilización de las organizaciones sociales y, eventualmente, de otros sectores de las fuerzas armadas.
Pocas horas después, en una operación fulminante, el alto mando naval dispuso la detención de cerca de doscientos efectivos de tripulaciones, personal de escuelas y civiles asimilados, iniciando una investigación severísima a través de la justicia naval. En pocas horas el movimiento se vio desarticulado y al interior de la Armada se impuso un régimen de terror. Los presuntos culpables, acusados de sedición, fueron torturados brutalmente y sometidos a inhumanos regímenes de aislamiento e incomunicación. El gobierno quedó paralizado. No podía actuar temiendo provocar un desenlace en la Marina, que acusaba ser objeto de una “infiltración subversiva” y denunció la participación de Altamirano, Garretón y Enríquez. Se iniciaron los procesos que llegaron a la Corte Marcial. Entretanto, se había producido el golpe de Estado. Unos noventa marinos fueron condenados a altas penas de presidio. La mayoría salió en libertad en 1978, luego del decreto ley de amnistía, y otros fueron liberados bajo pena de exilio. La mayoría debió salir del país.
En el movimiento de marinos había distintas visiones, no todas necesariamente políticas o militantes. El elemento común era la defensa del gobierno y el respeto por la Constitución. Escribe Magasich: “En 1973, todos los opositores al golpe tienen la ley de su parte y el punto de encuentro entre todas las disidencias es la legalidad. Todos reivindican el derecho. Por consiguiente, se puede designar a los militares disidentes como ‘legalistas’ o ‘constitucionalistas’. La paradoja estriba, sin embargo, en que fueron los golpistas los que acusaron de sediciosos a los ‘legalistas”, y la pasividad del gobierno fue un factor de desmovilización y desencanto no desdeñable en esos momentos críticos”.
Historia golpista de la Marina
El autor incursiona en la historia de la Armada, que si bien, por lo general, ha estado ligada a los intereses de la oligarquía, no ha estado libre de conmociones y quiebres. En 1891, todos los almirantes se negaron a levantarse contra el presidente Balmaceda y tuvo que ser un capitán de navío el que tomara la responsabilidad. En 1925, oficiales, técnicos y “gente de mar” se negaron a dejar zarpar los buques que debían oponerse a la oficialidad joven del ejército que había tomado el gobierno, y triunfaron imponiendo un comportamiento democrático. En 1931, las tripulaciones se apoderaron de la escuadra y detuvieron a los oficiales, en un movimiento que se extendió a cuarteles y bases navales, enarbolando reivindicaciones económicas y sociales.
En el libro se entrelazan diversos aspectos, orientados a la reivindicación de la actuación de los marinos constitucionalistas y, al mismo tiempo, a denunciar el comportamiento antidemocrático y fascistoide de los sectores dominantes en la oficialidad naval. También se trazan líneas para evitar la repetición de situaciones como las ocurridas en 1973 y continuadas en la dictadura militar, para contribuir a hacer de la Marina una institución ligada a la democracia que debe imperar en el país.
Dice Magasich: “El comportamiento de los militares antigolpistas plantea de manera quemante la relación entre legalidad y disciplina militar. Los golpistas reivindican la verticalidad del mando; el principio de la obediencia debida implica que un soldado debe obedecer siempre a sus superiores y que es irresponsable de sus actos. En cambio, los legalistas postulan la preeminencia de la ley sobre las órdenes, y el derecho de los soldados a incumplirlas cuando las órdenes violan la ley o los derechos humanos. Y todos son responsables de sus actos”.
El movimiento de los “marinos antigolpistas” y la represión que se abatió sobre ellos son abordados con las técnicas de la investigación histórica, con resultados sobresalientes. Hay una investigación exhaustiva que utiliza fuentes documentales y decenas de entrevistas a los protagonistas, así como un análisis crítico del proceso judicial y de las actuaciones de fiscales y defensores. Confronta sus resultados con la versión oficial de las autoridades navales golpistas que se mantiene hasta hoy.
Una lección a no olvidar
Se entrega, al mismo tiempo, información contextual de menor profundidad y rigor histórico en torno a acontecimientos internacionales y nacionales que, en todo caso, conforman un panorama valioso, teniendo en cuenta la historia oficial imperante en la Armada, hecha a la medida de una perspectiva chovinista, conservadora y a tono con visiones propias de las clases oligárquicas. En esa panorámica aparece otra mirada, otro punto de vista que debe ser profundizado. No solamente respecto de la Armada sino también de las otras ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros.
Finalmente, están las consideraciones que a modo de conclusiones entrega el autor. El establecimiento de los hechos y su verdadero significado en un contexto democrático, debe llevar, a juicio de Magasich, a socializar la verdad de lo ocurrido, a la aplicación de justicia a los responsables de la represión a los marinos y de la destrucción de la democracia en 1973, a la reparación a las víctimas y sus familiares y a la restitución de su honor militar.
Los que dijeron ¡No!, de Jorge Magasich, es un aporte significativo al conocimiento de nuestra historia reciente. Desnuda la mitificación de los hechos por parte de la Armada y le impone la necesidad de afrontar la verdad histórica. Cuestiona a personalidades relevantes para la Armada como Jorge Montt, que se levantó contra Balmaceda, y José Toribio Merino, que traicionó la lealtad que debía a su superior, el almirante Raúl Montero, y participó en una dictadura execrable durante diecisiete años. En lo específico, el libro aborda de manera ejemplar el tema de fondo: el esfuerzo frustrado de un grupo de marinos que intentó defender el régimen constitucional y no pudieron hacerlo, entrampados en el complejísimo cuadro político de las últimas semanas del gobierno de Salvador Allende y ante el avance de la conspiración, nacional y extranjera, que se aprestaba a triunfar.
¿Actuaron correctamente? ¿Era posible actuar de otro modo? ¿Qué habría ocurrido si se hubieran impuesto los marinos “constitucionalistas” cuando el gobierno enfrentaba una situación de derrota política? No es posible aventurar respuestas. Es verdad que no se puede reescribir la historia, pero también es cierto que es indispensable que no la sepulte el olvido.
HERNAN SOTO
(Publicado en “Punto Final” Nº 675, 21 de noviembre 2008)
http://www.puntofinal.cl/675/marinos.php
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