Viernes 9 de noviembre de 2012| por Juan Custeau
Cuando, a comienzos del retorno de la democracia, Fernando Villegas debutó en un programa político en RTU -actual Chilevisión- junto a Carolina Rosetti y Ricardo Israel, su aparición fue saludable. Hasta esos años, la única persona que causaba cierta incomodidad en los entrevistados era Raquel Correa.
Villegas llegaba con otro cartel. El tipo era sociólogo y parecía no deberle favores a nadie. Tampoco quería ser simpático. Su lenguaje era directo, sin medias tintas y la gente lo respetó. Pero Villegas se creyó el cuento. Se convenció que su pelo largo era el nuevo arquetipo del rockero televisivo.
Y comenzó a escribir libros que, en su cabeza, eran símiles de James Joyce o Murakami cuando no eran más que irregulares textos de autoayuda.
Por otra parte, la asunción de Sebastián Piñera también lo hizo sufrir una alambicada transformación. Si hasta antes de la llegada de la derecha al poder, veía a ese segmento como un grupo de ricos que llegaban a gobernar lo único que les faltaba, el empoderamiento de la UDI y RN como cabezas del país lo hizo cambiar de ideas y, sobre todo, a producir un descalabro en su credibilidad.
En “Tolerancia Cero” fue durísimo y descortés con Camila Vallejo y Giorgio Jackson. Los llamó por otros nombres para ningunearlos y fue despectivo con ellos sólo porque tenían otra opinión sobre la construcción social.
Sin embargo, su estado de naufragio total fue más rotundo en las últimas semanas. En el diario “La Tercera” escribió un elogioso texto -recalcando en pantalla sobre sí mismo con un “yo soy columnista”- a favor del ex militar Cristián Labbé, sobre su probable reelección en el municipio de Providencia y profundizó en las razones por las que era positivo su continuismo.
Si ese hecho causó repulsión masiva, más lo fue el trato despectivo al alcalde electo de Recoleta, Daniel Jadue el domingo pasado en “Tolerancia Cero”. Molesto por la parcialidad periodística de los grandes conglomerados escritos que exponía Jadue, Villegas cayó en un recurso anticuado y en desuso para destrozarlo: apelar a Cuba.
Le dijo que su partido era un “lamebotas de los hermanos Castro” y, sin querer, se la dejó dando botes al nuevo alcalde. “El único que lamebotas es alguien que escribió a favor de Labbé”, sentenció Jadue, con una mueca de alegría.
Desconcertado y moviendo sus manos en forma rimbombante, el sociólogo nos puso en presencia de su propia lápida televisiva. Cayendo en su propia trampa, vociferó que no estaba dispuesto a ser atacado e hizo recorrer una lágrima por las mejillas de los telespectadores: parecía un dinosaurio en extinción. Se sabe: la muerte siempre llega en los momentos más inesperados.
http://www.lanacion.cl/noticias/site/artic/20121109/pags/20121109231702.html
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