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viernes, 31 de octubre de 2014

El pacto secreto entre la Concertación y Pinochet… o la reforma que impide la Asamblea Constituyente

La Concertación nos dijo a todos que con ese referéndum se iniciaba la transición hacia la democracia plena, que los cambios permitirían otros cambios mayores. Entonces, ¿por qué aceptaron aumentar los quórum a 4/7 y hasta 2/3 para cualquier cambio constitucional? ¿Por qué constitucionalizaron el sistema binominal? ¿Por qué eliminaron el derecho a plebiscito que sí estaba antes del 89?

por Matías Sagredo // 20 de junio de 2014

El Plebiscito del 30 de julio de 1989 significó el fraude más grande realizado al pueblo chileno, pacto responsable de todos los impedimentos que durante los próximos 24 años han truncado cualquier proyecto de cambio profundo, incluyendo la convocatoria a una Asamblea Constituyente.
Tanto el Gobierno Militar como la Concertación de Partidos por la Democracia llamaron a votar SÍ en el referéndum del 30 de julio de 1989, logrando un 91% de aprobación. Cincuenta y cuatro reformas que hicieron más rígido el sistema e incambiable durante ya 24 años y quizá varios más. Viera-Gallo, Aylwin y la cúpula de la Concertación lo sabían, pero no informaron a la ciudadanía ni a sus bases militantes de este retroceso histórico que significó el haberse puesto de acuerdo a espaldas de los ciudadanos, en un verdadero pacto secreto que nos amarraría por siempre a un sistema económico injusto y monopolizante.
La Dictadura bajo presión de Estados Unidos –y los mismos poderes fácticos que respaldaron el Golpe– aceptaba dejar de gobernar, mientras que a su vez la Concertación aceptaba gobernar sin el poder de cambiar nada y con la obligación de subordinarse por dos décadas a la Constitución de 1980, a los dictados de EE.UU. y de los organismos financieros internacionales –FMI, Banco Mundial y otros– que se dedican a presionar a los Estados para que faciliten el camino institucional a las operaciones financieras de las empresas transnacionales.
Edgardo Boeninger, principal ideólogo de la Concertación, terminó por aclarar sin espacio a dudas, al reconocer que el objetivo de las negociaciones con el gobierno de Pinochet era “reconocer la legitimidad de la Constitución”, puesto que, de no ser así, “el gobierno de Aylwin enfrentaba la oscura perspectiva de desangrarse en una difícil lucha por una Asamblea Constituyente”.
¿Valía la pena sacar de La Moneda a un general con uniforme para que otros cumplieran las directrices dejadas por él? ¿Existió realmente la Transición?
Claro que no. Nunca ha habido transición alguna, todo lo contrario, desde 1990 en adelante ha sido, como dijo el mismo Pinochet en octubre de 1988, un avance progresivo en la “aplicación del ideario e itinerario constitucional trazado” por la Dictadura. Las reformas de 1989 sólo aseguraron que esto se cumpliera a cabalidad.
¿Por qué no existen actas de las reuniones de preparación de las reformas entre Aylwin y el gabinete de Pinochet? ¿Por qué no se tomaron actas de las reuniones entre la comitiva de la Concertación, entre los cuales estaba Viera-Gallo, y las comitivas de RN y el gobierno militar, donde discutieron y pactaron las 54 reformas?
Si no tienen nada que esconder, entonces que hablen sobre ello, que no evadan este tema como lo han hecho durante 24 años cada vez que se les pregunta.
La Concertación nos dijo a todos que con ese referéndum se iniciaba la transición hacia la democracia plena, que los cambios permitirían otros cambios mayores. Entonces, ¿por qué aceptaron aumentar los quórum a 4/7 y hasta 2/3 para cualquier cambio constitucional? ¿Por qué constitucionalizaron el sistema binominal? ¿Por qué eliminaron el derecho a plebiscito que sí estaba antes del 89?
Gran parte de los senadores y diputados concertacionistas, con los que Bachelet pretende avanzar hacia una Nueva Constitución, participaron de este engaño y hoy buscan impedir la convocatoria a una Asamblea Constituyente (nuevamente).
Bajo este sistema a lo máximo que se puede aspirar es a “proyectos” de reformas que nazcan de la ciudadanía luego de presión masiva, como ocurrió el 2006 con las propuestas de los estudiantes que nos tomamos nuestros colegios y universidades para derogar la LOCE. “Proyectos”, porque jamás llegarán a convertirse en ley ni mucho menos en institucionalidad, puesto que, al igual que lo que ocurrió con la LGE, terminan siendo filtrados por la actual Constitución y las negociaciones que exige el sistema binominal con los grupos conservadores de la Alianza y la Concertación.
Debemos organizarnos para construir un proceso constituyente y un movimiento con una nueva fuerza superior a las cúpulas partidistas, superior a las formas hasta ahora inútiles. Un movimiento que propague y explique de la A a la Z qué significa una Asamblea Constituyente, en cada rincón del país. Llegó la hora de tomar el destino en nuestras propias manos, ya no podemos seguir esperando la venida de un salvador.
Al revisar los videos de campaña publicitaria a favor del Plebiscito de 1989, uno ve claramente que tanto el gobierno de Pinochet como la oposición de la naciente Concertación llamaron a votar SI, pero con argumentos diferentes. El gobierno militar llamó a aprobar las 54 reformas para lograr “perfeccionar el modelo instalado por nosotros”. La Concertación también llamó a aprobar las 54 reformas, pero según ellos para “iniciar la transición”. ¿Cómo se explica esto, qué sentido tiene? ¿Transición es sinónimo de cambio de administración?
Pinochet aclaró en cadena nacional que las elecciones presidenciales posteriores a su mandato eran “tan sólo la elección de la persona que debería conducir al país hacia la aplicación plena de la Carta Fundamental”, pues “no está en juego el ideario ni el itinerario constitucional trazado”.
Jaime Guzmán también lo señaló previamente al decir que “esta Constitución está hecha para que, no importa quien gobierne, se vea constreñido a tomar una acción no tan distinta de lo que nosotros haríamos”. Será que Patricio Aylwin lo sabía bien al decir su famosa frase “en la medida de lo posible”.
Edgardo Boeninger, principal ideólogo de la Concertación, terminó por aclarar sin espacio a dudas, al reconocer que el objetivo de las negociaciones con el gobierno de Pinochet era “reconocer la legitimidad de la Constitución”, puesto que, de no ser así, “el gobierno de Aylwin enfrentaba la oscura perspectiva de desangrarse en una difícil lucha por una Asamblea Constituyente”.
Quienes creen que Bachelet puede cambiar las cosas sin Asamblea Constituyente, están perdiendo el tiempo y quienes participan de su gobierno bajo conocimiento de esta situación están siendo parte, aunque no lo reconozcan, de un nuevo engaño de proporciones históricas.
No tenemos otra alternativa, sólo la Asamblea Constituyente puede devolverle al país la democracia –aún secuestrada–, la soberanía y la cordura, pues la Dictadura sigue intacta y quienes gobiernen sin impulsar el proceso constituyente estarán trabajando para la dictadura de los poderes que gobiernan tras la cortina, esos de los que hablaba Allende ante las Naciones Unidas. La transición recién comienza con la Asamblea Constituyente.
Basta de Pactos Secretos: ¡abolición al Pacto del 89 y la Constitución de 1980! Queremos ser soberanos. Queremos un Proceso Constituyente nacional, democrático y con protagonismo ciudadano. Queremos que los pueblos indígenas, los compatriotas en las regiones extranjeras, las minorías sociales y todos quienes habitamos este hermoso país, decidamos por nuestra propia voluntad el destino nacional.


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