El ex gerente de Famae, secuestrado en 1987 por el FPMR, declaró ante un juez que su plagio -que duró 90 días y causó gran impacto- está vinculado a la fracasada y secreta venta de armamento a Irán, que él negociaba.
POR PATRICIO CARRERA Y ANDRÉS LÓPEZ - 13/06/2010 - 09:19
Las primeras palabras que el 27 de julio de 2009 escuchó el ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago Mario Carroza en su despacho anticipaban la certeza a la que había llegado un hombre a casi 22 años de su secuestro: "He querido presentarme al tribunal para ampliar mi declaración, toda vez que con el tiempo he analizado con calma la situación de la cual fui víctima y he recordado una serie de sucesos que en su momento no declaré, ya que siempre contesté lo que me preguntaban".
Quien hablaba frente al juez era el ex gerente de Famae, coronel (R) Carlos Carreño Barrera (62), y el motivo de su asistencia, declarar su convicción respecto del origen del plagio que sufrió el 1 de septiembre de 1987 a manos de un comando del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR): según él, su secuestro fue planeado junto con agentes militares.
El testimonio de Carreño -quien estuvo 90 días cautivo, fue sacado del país y liberado en Brasil el 2 de diciembre de 1987- fue entregado en el marco de la investigación por la desaparición de cinco rodriguistas, hecho ocurrido a los pocos días de su secuestro, en venganza contra el FPMR. En ese caso, hay varios ex uniformados procesados.
En el texto, que es su última declaración judicial, Carreño afirma, por primera vez, lo que en anteriores declaraciones sólo había dejado entrever: "He llegado a la conclusión de que el Ejército o la Fuerza Aérea se coludió con algún organismo de izquierda para realizar mi secuestro".
EL NEGOCIO ARMAMENTISTA
En su declaración ante el juez Carroza, transcrita en siete carillas, Carreño afirma que el plagio puede estar ligado a la secreta operación de venta de armas y aviones a Irán.
El ex militar relata que, inicialmente, el negocio era vender bombas llamadas "avispa" a Nigeria, pero que esto derivaría en una transacción con Irán. Esa operación terminaría por provocar roces entre la Fuerza Aérea (Fach) y el Ejército, pues se incluyó el traspaso de aeronaves a Teherán.
El coronel (R) cuenta que durante las pruebas realizadas en Irán, una de las bombas de Famae presentó una falla que destruyó un avión de guerra. "Poco tiempo después, una delegación compuesta por el ingeniero francés Berrnard Stroiazzo, acompañado por una muy alta autoridad iraní, Ahmadi Hosseni, vino a Chile a negociar un contrato con Famae de US$ 200.000.000 en suministros militares y la condición única era la entrega de un avión F-5 de la Fuerza Aérea en Chile, en compensación al siniestrado durante las pruebas en Irán", explica Carreño. El ex militar precisa que los extranjeros "traían documentos en que contaba una negociación secreta entre la Fuerza Aérea de Chile y algún país árabe o islámico para la venta de los 15 aviones F-5 de la Fach. Esto lo hacían a modo de chantaje".
En su declaración, Carreño explica que la delegación logró que se les consiguiera un F-5 que estaba en Antofagasta. "Esta compra del avión era secreta, ya que EE.UU. vetaba todo tipo de ventas. Se firmó el contrato de US$ 200.000.000 entre Famae e Irán y para hacer efectivo el contrato debían haberse mandado los documentos del avión a Irán. Poco tiempo después fui secuestrado de mi casa". En efecto, Carreño fue plagiado un día antes de viajar a Teherán para cerrar el contrato.
"Estos (antecedentes) pueden ser indicadores de un motivo de mi secuestro, ya que yo fui quien atendió a los iraníes, los fui a buscar al aeropuerto, no quedando registro de su ingreso al país. Ellos llegaron en un avión civil y en el aeropuerto fueron escoltados por personal de Inteligencia de civil, no sé si de la Dine (la Dirección de Inteligencia del Ejército) o CNI (...). Yo era el principal testigo", relata el ex gerente de Famae.
Asimismo, sostiene que un tiempo antes del plagio "fui objeto de un seguimiento muy burdo, ya que era notorio. Siempre había personas revisando los postes de luz, fotografiando a mis perros, situación que di cuenta al director de Famae, Sr. Renato Varela, general de Brigada (ya fallecido), quien no me hizo caso".
LAS SOSPECHAS QUE LO ALERTARON
Carreño cuenta que le pareció "muy extraña" la facilidad con que sus secuestradores lo sacaron hacia Argentina, donde también permaneció cautivo por el comando rodriguista. También expone sus sospechas respecto de la actuación del Ejército tras el secuestro. "El general Arturo Alvarez, que fue mi comandante cuando yo era capitán en el Regimiento Copiapó, días después del secuestro, estando en mi casa, increpó al general Hugo Prado, director del Dine, para que pagara el rescate de US$ 6.000.000. El general Prado estaba de acuerdo en pagar el rescate, esto lo discutieron delante de mi esposa y mi padre. Sin embargo, el Ejército se oponía a pagar".
El coronel (R) agrega: "Mis padres fueron a hablar con el general (Santiago) Sinclair (el segundo tras Pinochet en la época), quien les dijo que lo más probable es que yo estuviera muerto, por lo tanto no iban a pagar el rescate". Por este motivo, su familia -dice- intentó tomar distancia del Ejército.
Y aporta otro hecho: "Quiero dejar constancia que el comandante de la industria militar de esa época, general Washington García, durante el período del secuestro iba junto a su señora permanentemente a mi casa. Su señora sabía mucho. En particular, un día le dijo a mi esposa que pidiera una foto mía actualizada por parte de los secuestradores y a los pocos días salió en el diario un retrato mío dentro del barretín".
Carreño también explica que durante su permanencia en Buenos Aires fue sometido a un último y extenso interrogatorio por sus captores, el que fue filmado con una cámara. "Me preguntaron de todo, sobre todo lo relacionado con las negociaciones con Irán. Yo contesté lo mínimo posible. Me pareció muy extraño, ya que sabían muchas cosas sobre Famae, sobre la venta de armas, que no tenían por qué saber".
El ex uniformado dice que poco tiempo después de ser liberado y mientras estaba en su oficina de Famae, efectivos de inteligencia del Ejército lo fueron a buscar: "Me llevaron para mostrarme el video y reprocharme severamente acerca de mis comentarios. Esto lo hicieron superiores del Dine, a quienes no conocía. Me excusé señalando que dadas las circunstancias yo lo único que quería era salvarme. Ignoro cómo llegó dicho video a las manos del Dine". Y concluye: "Creo que ellos querían cerciorarse de cuánto yo estaba dispuesto a decir y como nunca dije nada sustancial, finalmente me salvé".
"CONVENIA QUE ME MATARAN"
Pero hubo otros hechos que el coronel relacionó con su caso y aumentaron sus convicciones: "Lo que pasó con el general (Gerardo) Huber (hallado muerto en 1992 en el Cajón del Maipo, también implicado en una venta de armamento) y con el general (Renato) Varela, a quien acribillaron en un asalto (en 2003, en Maipú), me parece muy raro, porque este último era la otra persona que conocía del tema de la exportación de armas y me ha conducido a pensar que en mi secuestro hubo algo más".
De esa manera, enumera algunos hechos extraños: "El Ejército envió sicólogos para mis familiares para prepararlos en el caso que estuviera muerto. Una de las sicólogas se llamaba (...), quien años más tarde mi esposa la encontró en una reunión social y ella se le acercó muy asustada y le pidió que por favor no la delatara o no la reconociera, ya que en el lugar la nombraban con otro nombre. Con el tiempo hemos pensado que no son profesionales, sino agentes, que estaban preparando a mi familia para mi muerte. Mucho me gustaría que pidiesen las fichas médicas del Hospital Militar de mi esposa e hijos e, incluso, la mía, para verificar si los tratamientos fueron verídicos. Una vez fui al Hospital Militar, me dijeron que (las fichas) habían desaparecido".
Carreño expone sus sospechas sobre la actuación posterior de importantes autoridades: "Cuando el general Sinclair se entrevistó con mis padres, les dijo que lo más probable era que hubiera un autosecuestro de parte mía para ganar dinero. También les dijo a compañeros de armas que posiblemente yo me había vendido al Frente y les hicieron ver a los militares que yo prácticamente era un traidor, sin dar y sin tener antecedente para hacer dichos comentarios. Según lo que me decían mis secuestradores, al gobierno le convenía que me mataran, para volver al toque de queda y poder, incluso, anular el plebiscito".
"El fiscal a cargo de mi investigación, Fernando Torres, me interrogó en muchas ocasiones y estaba muy al tanto sobre mi secuestro, e incluso, hubo ocasiones en que enfrentó mis dichos con situaciones que él conocía relativas al secuestro. Tenía demasiada información de detalles que no tenía por qué saberlos y dirigió la investigación a su manera", concluye.
http://www.latercera.com/contenido/680_267705_9.shtml
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