En abril de 2008, un camión militar con más de 20 efectivos peruanos cruzó la frontera chileno-peruana en el sector de Quebrada de Gallinazos. Según las explicaciones que dieron las autoridades peruanas, debido a que estaban realizando ejercicios militares en la frontera se confundieron y no se dieron cuenta que estaban en territorio chileno. Obviamente andaban armados, como corresponde a una fuerza militar. Pese al revuelo que causó su presencia, el Gobierno chileno decidió expulsarlos y manifestar su molestia por la vía diplomática. Posteriormente, el gobierno peruano pidió disculpas y el incidente fue olvidado.
En ese entonces, un grupo de militares bolivianos, de características similares a los tres conscriptos que se han convertido en celebridades por estos días, cruzó la frontera haciendo pratullajes y fueron también detenidos. Tampoco este caso llegó a los tribunales y se optó por la expulsión. Pero esto no sólo ocurría en esos tiempos “del gobierno anterior”, como solía decir la vocera Von Baer cuando un problema llegaba a La Moneda y quería evadir incómodas preguntas de la prensa. En los tiempos del gobierno actual ocurrieron situaciones similares.
En junio del 2011 un grupo de 14 militares, por cierto también armados, cruzó la frontera, siendo capturados. Pese al impacto de la noticia y a que estaban armados, como ellos mismos reconocieron, tras unos intercambios verbales, se solucionó el problema y fueron devueltos a Bolivia, sin pasar por la fiscalía.
Una de las explicaciones que ha dado el gobierno —en una filtración a El Mercurio— es que no se les pudo expulsar debido a que estaban armados, y por eso era obligación ponerlos a disposición del ministerio público, ya que “se está en presencia de un delito tipificado en la Ley de Control de Armas”. Más aún, el flamante vocero Mauricio Lob —ante la estampida de la antigua subsecretaria general de gobierno— acusó a los soldados bolivianos de no “colaborar con la defensa” y por tanto retrasar su salida, por la sencilla razón que no quieren un juicio abreviado y declarase culpables.
Las declaraciones del ministro (s) Lob fueron ratificadas por la cancillería y por el propio Presidente Piñera, que fiel a su tradición, no pudo contenerse y terminó echándole más bencina a la hoguera de un delicado problema diplomático. Si se hubiera aplicado el criterio histórico que Chile ha tenido sobre la materia, sería caso cerrado y punto. El incidente de junio del 2011 prueba que el gobierno o falta a la verdad o siquiera tiene memoria de lo ocurrido en su propia gestión. O peor aún, que decidió cambiar de estrategia por otras razones.
¿Qué es lo que hace la diferencia?
El primer hecho es que La Moneda leyó favorablemente la catilinaria que le lanzó el Presidente Piñera a Evo Morales en la cumbre de la Celac, que a lo Ricardo Lagos recordó tratados vigentes que Chile ha cumplido y acusó a Bolivia de agitar innecesariamente el tema marítimo. El impacto que tuvo en los medios y en las redes sociales, y por cierto, en las mediciones que hizo La Moneda, hizo que muchos allí vieran finalmente el momentum que los iba a lanzar al ansiado 40 % con que sueña Piñera terminar su gobierno y así poder hablar, cuando pasen todas estas tormentas, de una probable repostulación a la Presidencia. Fiel a su estilo, el fin de semana siguiente, desde el entorno del Presidente, se filtró con profusión el impacto positivo y aparecieron proyecciones que hablaban de cuentas alegres.
Por cierto, que en dos mediciones consecutivas el Presidente no hubiera bajado en la CEP ayudó también a esta percepción. Pensemos que como una favorable casualidad, el destacado encuestador Roberto Méndez anunció para marzo el reinició de su tradicional e influyente tracking mensual sobre la popularidad del gobierno y sus actores. Como se ha demostrado en innumerables ocasiones, todo lo que huela a alza en las encuestas excita de sobre manera al presidente y sus asesores; que muchas veces, en el frenesí, pierden el sentido común como ocurrió en este caso.
Lo que correspondía, al igual que en todos los casos anteriores, era expulsarlos después del ritual de intercambio de notas diplomáticas de protesta. Si bien algún diario insinuó que era la idea de Piñera, expulsarlos antes que pasaran a la Fiscalía, no resulta verosímil dada las palabras del canciller, del vocero (s) de Gobierno y del propio Presidente. El enfrentamiento con Bolivia y toda la alharaca que ha lanzado Evo Morales le conviene a Piñera. Y evidentemente a Morales le viene de anillo al dedo para solucionar profundos problemas internosrelacionados con las expectativas de crecimiento y conflictos gremiales que tanto le acosan en su frente interno, además de su no resuelto enfrentamiento con los gobernadores del Oriente.
Evo Morales ha convertido a los soldados prisioneros en Chile en héroes, al estilo de la película Wag the Dog. En ella, Woody Harrelson representaba al soldado “Old Shoe”, falso prisionero de guerra convertido en héroe por los estrategas comunicacionales de la Casa Blanca que buscaban ocultar un escándalo en las altas esferas. El presidente boliviano, casi tomando linealmente el guión de los estrategas representados por Robert de Niro y Dustin Hoffman, ya dijo que los iba a condecorar a su vuelta y en una carta que les envió comparó su encarcelamiento con el que sufre Bolivia por no tener acceso al mar. Los rostros de los 3 conscriptos se han convertido en un símbolo de la lucha por la devolución del mar y contra la arrogancia chilena. Y todo por perderse de noche en una frontera a más de 4.000 metros de altura en la que en muchos sectores, es muy difícil tener certeza sobre en qué país se encuentra.
Morales no es el primer presidente boliviano que ocupa el argumento de la salida al mar y los incidentes con Chile para unir fuerzas tras él y resolver problemas internos, pero Piñera es el primer Presidente chileno que cae en la trampa. Su intervención en la Celac tiene un cierto aroma a su momento más alto en la aprobación ciudadana: los días posteriores al rescate de los 33 mineros atrapados en la región de Atacama. Y de la misma manera su reacción posterior con los soldados bolivianos suena similar a la que hizo en ese tiempo con el famosos papelito que exhibió como fetiche en varias capitales europeas: exagerada, bochornosa. Sin importarle los efectos que en el largo plazo tiene en los asuntos de Estado.
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