Posteado a las 29 de Diciembre de 2011 - 14:01
Joseph Mengele, el más famoso y siniestro de los médicos nazis, que esterilizó, torturó y asesinó a cientos de miles de judíos y otros humanos a su juicio “desechables”, habría estado en la Colonia Dignidad en 1984.
Obviamente, el hecho es imposible: Mengele murió en 1979 refugiado en Brasil, donde vivió y se paseó como Pedro por su casa post caída de Adolfo Hitler, yendo y viniendo entre los países del cono sur americano. Una de las historias más impresionantes de esa larga etapa de impunidad incluye su paso por un pueblo de 8 mil habitantes en Rio Grande do Sul: Candido Godoi, donde el porcentaje de gemelos, supera por lejos los índices normales. Y esa abundancia de hermanos iguales se caracteriza por ser altos, rubios y de ojos azules, todos integrantes de una nutrida colonia alemana que se radicó en esa zona de Brasil. Muchos investigadores atribuyen esa “curiosidad” a los experimentos de Menguele, quien durante varias temporadas anduvo por ahí, haciendo de ginecólogo y de veterinario, siempre en pos de su ideal de multiplicar los guerreros arios para conseguir el ideal nazi de supremacía racial.
El argentino Jorge Camarasa, uno de los periodistas más calificados en el tema de los nazis en América, y su colega chileno Carlos Basso, narran detalles de esta oscura presencia criminal en “América Nazi: el último refugio de los hombres de Hitler”. Y, tal como cuenta Basso, fue su libro “El último secreto de Colonia Dignidad”, publicado en 2002, lo que los unió en este trabajo conjunto, de Grupo Editorial Norma, que acaba de aparecer.
Desde Concepción, donde vive y trabaja, Carlos Basso, responde nuestras preguntas. Sobre su asociación con Camarasa, cuenta:
–En “El último secreto de Colonia Dignidad” se trataban extensamente los dichos de un sujeto que vinculaba a la desaparición del matemático norteamericano Boris Weisfeiler (cerca de la Colonia) con un supuesto arribo del nazi Joseph Mengele a ese lugar, algo que si bien por las fechas no tenía, no podía dejar de investigarse. Entonces Jorge estaba ya trabajando en su libro sobre Mengele, y él me contactó y estuvimos intercambiando información. Luego surgió la idea de escribir juntos un libro sobre los U-Boats que llegaron a América Latina, pero finalmente yo no pude participar por problemas de trabajo, y Jorge publicó uno relativo a los desembarcos en Argentina. Finalmente, el año pasado, nos pusimos de acuerdo en que había que escribir una suerte de historia general acerca de lo que fue el nazismo en América Latina, y así fue como le dimos cuerpo a la idea de “América Nazi”.
Carlos Basso pondera a Jorge Camarasa, autor de “Odessa al sur” y “Los nazis en Argentina”: “Es un tipo que sabe mucho del tema, uno de esos sabuesos investigadores a la antigua, que tienen las fuentes más increíbles y que han andado metidos en los casos más extraños, así es que, además de la convergencia de conocimientos sobre el tema, yo quedé bajo el alero de un periodista de excepción, por lo que trabajar con él fue muy fácil y gratificante. Gracias a internet, nos coordinábamos casi a diario y sobre la base de una pauta que realizamos al principio fuimos escribiendo y después editando, que fue lo más complejo, por cierto”.
–Eres del sur, ¿cuál es la huella más nítida de la presencia de nazis en esa zona, en qué se percibe? ¿Es Nueva Braunau, en Llanquihue, un tributo a Hitler?
–La verdad es que en el sur colonizado por los alemanes; es decir, Valdivia, Osorno y Puerto Montt, no hay mucho que deje ver la huella de los nazis. Lo que puedes ver es simplemente el bello patrimonio arquitectónico de los colonos del siglo 19, donde aún permanece en pie, pues huelga decir que, por ejemplo, una serie de conventillos alemanes que había en calle Mackenna, en Osorno, y que entiendo databan de finales del siglo 19, fueron derribados para construir un Jumbo y un mall. Volviendo a la pregunta, cuando yo era un adolescente, en los años 80 en Osorno, existía una suerte de veneración en los círculos acomodados por las historias de nazis, y mucha gente que yo conocía en ese tiempo, descendientes de alemanes, se jactaban de haber tenido un tío, un abuelo, un antepasado nazi, que había estado en la guerra o que había pertenecido a las SS. En más de alguna oportunidad vi en alguna casa un uniforme o medallas nazis, guardadas como un trofeo. Sin embargo, la huella de los nazis en esa zona es algo intangible y que sólo sale en conversaciones muy reservadas, que no se pueden apreciar públicamente… y presumo que después de lo que he publicado, ya nadie querrá contármelas de nuevo.
–¿Y lo del pueblo Nueva Braunau, cerca de Puerto Varas, alude al pueblo natal de Hitler?
–Lo de Braunau es una coincidencia muy curiosa con el nombre de la aldea austriaca donde nació Hitler, pero más allá de eso no creo que pueda atribuirse a ese lugar una huella nazi muy nítida. En general, además, ha pasado mucho tiempo y dudo que queden muchos vestigios. En la Segunda Guerra sí había mucha presencia nazi en el país, muy abierta. Mi padre, por ejemplo, estudió en el Colegio Alemán de Concepción en esa fecha y todo era abiertamente pro nazi, si incluso los hacían trabajar construyendo partes de las alas de planeadores que armaban en Alemania. Y eso pasaba en todo el país. Hace poco un buen amigo me envió una foto que encontró en Antofagasta, tomada en 1944, donde se ve el edificio del Banco Trans-alemán, con la bandera nazi flameando en el techo.
–Me impresionó mucho lo narran sobre el pueblo Candido Godoi en Rio Grande do Sul, en Brasil. ¿Cómo es hoy la situación allí? ¿No te ha tentado la idea de viajar a la zona y ver las consecuencias in situ del paso de Joseph Mengele?
–Todo lo que se ha investigado respecto de Candido Godoi lo ha hecho Jorge, desde hace mucho tiempo, por lo que él es la voz autorizada al respecto sobre lo que sucedió y lo que sucede hoy allí. Ciertamente, me gustaría mucho conocerlo, pero no he tenido la ocasión. A este respecto es importante mencionar que en términos de trabajo, yo me aboqué a todo lo relativo a los nazis en la zona occidental de América Latina, especialmente Chile, Perú y Bolivia, mientras que Jorge trabajó sobre el lado oriental, principalmente Argentina, Paraguay y Brasil.
–¿Qué queda de lo que los colaboradores de Hitler sembraron en América?
–Lo que queda es una idea muy curiosa y absurda: que mucha gente de derecha cree que el nazismo fue algo positivo y que tiene que ver con el libre mercado. Y esa es una falacia típicamente latinoamericana. Conozco mucha gente de derecha norteamericana o europea que no acepta ni por asomo que se hable de los nazis en su presencia, y no tiene que ver con asuntos raciales o religiosos, sino con el hecho irredargüible de que el nazismo fue una de las doctrinas más perversas que ha existido sobre la tierra y que su supuesta superioridad económica no fue tal, sino el producto de un súper estado que centralizó todo (ya lo hubieran querido los comunistas) y que manejaba la economía a su amaño, concediendo empréstitos inmensos a empresas afines y liquidando las que no eran de su ideología. Me da risa la gente que cree que si uno escribe en contra del nazismo es “de izquierda”.
–¿Cuál es el propósito del libro? ¿Registrar hechos pasados o aún hay algo de esa influencia en nuestros países?
–Contar una buena historia y sistematizar en ella (pues no se había hecho) lo que fue el nazismo en nuestro continente, y mostrar cómo esta ideología comenzó a penetrar por estos lares casi a la par que en Alemania, y cómo posteriormente distintos regímenes ampararon a criminales y los usaron en función de sus intereses. La memoria es feble, y nos parecía importante que aquellos que la conocieran, supieran quién fue, por ejemplo, Klaus Barbie, qué hizo Walther Rauff, que supieran que el mayor contrabandista de los nazis (Friedrich Schwend) se refugió en Lima, que el Mossad asesinó en Uruguay a un nazi letón (Herbert Cukurs)… Además, Jorge y yo estábamos conscientes de que en los últimos años ha surgido mucha información nueva relativa a los nazis, básicamente gracias a las leyes de desclasificación de Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña, y nadie había trabajado esos datos. Así pudimos constatar, gracias a la desclasificación del BND, que Klaus Barbie efectivamente fue agente de ese organismo en los años 70 y que su reclutamiento se produjo en Santiago. Después de publicado el libro se produjo, hace semanas no más, una nueva desclasificación del BND, que prueba que Rauff también fue agente de ellos en Chile, y no dudo que van a seguir saliendo más antecedentes con el paso del tiempo.
–¿Es la Colonia Dignidad la representación más tangible de la presencia nazi en América o se trata de una “derivada” del tema, dado que Paul Schäfer era apenas un cabo y más bien lo suyo era la pedofilia?
–He tenido varias discusiones a este respecto con dos colegas que saben mucho del tema y yo no cedo a este respecto. A mi juicio, Colonia Dignidad fue un asentamiento nazi (ni siquiera neonazi) que reprodujo “a la chilena”, si se quiere, una serie de elementos doctrinarios del nazismo, mezclándolos con un mesianismo desatado, propio de cualquier secta; es decir, potenciando al máximo un sistema ya perverso. Y como en cualquier secta, el líder siempre es un abusador sexual o un depredador económico, y Schäfer era ambos, un líder mesiánico de manual, que usaba el temor religioso para doblegar a sus víctimas y que recurría a la tortura, las drogas, los electroshocks e incluso el secuestro o el homicidio para dominarlas cuando su retórica maniquea ya no era suficiente. No hay duda, hoy, de que la Colonia Dignidad fue en sus inicios una secta conformada con el fin de satisfacer las desviaciones pederastas de Schäfer, pero al poco andar se convirtió en una suerte de campo de concentración al estilo nazi, que incursionó, entre otros, en un rubro que los nazis conocían muy bien, como fue el tráfico de armas, de lo cual existen múltiples testimonios.
Carlos Basso hace hincapié en el rol de Schäfer en la guerra. Dice: “Cuando el conflicto terminó era un muchacho de 22 o 23 años. Muy joven, para nuestros estándares, como para haber estado inmiscuido en algo de gravedad, pero no hay que olvidar que los comandantes de los U-Boat que llegaron a Argentina en 1945 tenían 24 años y ya habían vivido lo indecible. La verdad es que Schäfer dijo algunas veces que fue cabo, otras que fue capitán, otras que había estado en el Ejército combatiendo en el frente oriental… Hasta donde yo entiendo, no existe ninguna claridad ni registro alguno de qué fue lo que hizo Schäfer en la guerra. Y si en efecto fue un cabo, no lo miremos en menos: Hitler llegó a cabo en el ejército del Reich y ya sabemos en lo que terminó después. En ese sentido, es llamativo que en algunos fallos judiciales recientes se admita que al interior de la colonia lo llamaban ‘Führer’”.
–¿Nunca te has interesado en seguirle la pista a Hopp, el médico que logró huir a Alemania?
–En este momento hay un gran revuelo en Alemania por el refugio de Hopp allá y es muy entendible, especialmente ahora que se anunció la presentación de una demanda contra los estados chileno y alemán por parte de las víctimas germanas de la colonia, lo que ha forzado, una vez más, al pueblo alemán a mirar su ombligo y escandalizarse de lo que se hizo al amparo de sus estructuras gubernamentales. Lo que aconteció en la colonia fue producto de la connivencia histórica que por muchos años tuvo con ella el embajador alemán en Chile Erich Strattling y también personajes como el ex nazi Franz Joseph Strauss, un personaje de mucho peso político en Alemania, que fue primer ministro de Baviera y presidente de un partido importante, la Unión Social Cristiana (CSU), que durante años ejerció como portavoz oficioso de la colonia en todo el mundo. En ese sentido, el escándalo que hoy existe en Alemania deviene del hecho de que esta historia que parece sacada de una novela de Stephen King y que parecía haberse acallado con la muerte de Schäfer, hoy les estalló en la cara nuevamente. Conozco a muchos alemanes que sienten una legítima vergüenza de que autoridades de su país hayan permitido que ocurriera todo esto.
“En cuanto a Hopp, ciertamente es un personaje muy interesante, que sabe mucho más de lo que poco que dice y que tiene que responder, ojalá, ante los tribunales chilenos, pero creo que hay personajes mucho más interesantes que él y respecto de los cuales no se ha armado tanto barullo, como el jerarca Albert Schreiber, en contra de quien existe una orden de detención vigente y nunca ha sido habido, aunque algunas versiones señalan que también estaría (vivo o muerto, nadie lo sabe) en Alemania.
–¿Cómo evalúas las actitudes de Allende y de Pinochet frente a los pedidos de extradición de Rauff?
–Creo no equivocarme si digo que de todos los nazis que llegaron al continente Rauff fue el más importante, no sólo por su papel en la eliminación de personas en masa, sino porque (junto a Barbie) era un consumado espía, que prestó sus servicios a cuanta agencia de inteligencia existe, algunas tan disímiles como el BND alemán y el Mossad israelí. Además, era un sujeto habituado a moverse en las altas esferas y un político avezado. Fue él, junto al general Karl Wolff, el primer nazi en darse cuenta de que la derrota en la guerra era inminente y por ello inició los contactos con la OSS norteamericana en Berna y con varios cardenales del Vaticano para rendirse y entregar a los aliados el ejército nazi que ocupaba el norte de Italia. En la post guerra, y ya instalado en Chile, existen antecedentes de que junto a otros, como Barbie, Friedrich Schwend y Otto Skorzeny, asumió una de las representaciones de la compañía de armamentos Merex, fundada por el ex mayor de las SS Gerhard Mertins, nada menos que el fundador (en1978) del “Círculo de amigos de Colonia Dignidad” en Alemania y un hombre que operaba desde los años 60 en los circuitos de inteligencia y armamentísticos chilenos y de otros países (amén de amigo de Strattling). Desde esa perspectiva, con la enmienda Kennedy encima y con un proveedor de las características de Mertins, Rauff (más allá de las denuncias que existen respecto de su participación en la DINA) era un personaje clave para Pinochet, un hombre importante no porque haya sido nazi, sino porque era muy amigo de Friedrich Schwend, el hombre que manejaba desde Lima los negocios de Merex en América Latina. Así, la actitud de protección de Pinochet hacia Rauff era obvia, al punto que incluso lo llevó a enemistarse con la única aliada de importancia que tenía, Margareth Tatcher.
–¿Y el porqué de la actitud de Allende?
–Más extraña aún. Si bien la respuesta que él le dio a Simon Wiesenthal para no extraditar a Rauff porque existía un fallo de la Corte Suprema que determinaba que los delitos por los cuales estaba acusado en Alemania habían prescrito (lo que es efectivo, desde el punto de vista del Código Penal chileno), no se entiende por qué no recurrió a la figura que usó Bolivia posteriormente para expulsar a Barbie (una infracción a las leyes de extranjería) o a algún otro subterfugio. Más aún, de acuerdo a antecedentes que recogió años atrás ya María Soledad de la Cerda en su excelente libro sobre el nazismo en Chile, Allende habría ordenado protección de Carabineros para Rauff. Sinceramente no tengo una explicación para ello, pero para el bronce queda el hecho de que en 1972 la cazanazis Beate Klarsfeld, junto a otros personajes como el entonces asesor de Allende, Regis Debray, planearon secuestrar a Klaus Barbie en Bolivia, con la idea de traerlo a Chile, confiados en que Allende lo extraditaría a Francia, donde era requerido por numerosos crímenes, entre ellos el homicidio del líder de la resistencia Jean Moulin. Si el secuestro se hubiera concretado, probablemente Allende no habría tenido la reacción que ellos esperaban.
–Podrías explicar para los que no conocen al personaje quién fue Canaris, y por qué su figura es el punto de partida de su investigación.
–En 1915, Wilhelm Canaris era subteniente del buque “Dresden”, de la Armada Alemana, donde era el oficial de informaciones; es decir, el agente de inteligencia a bordo. En 1914, el Dresden participó en la primera batalla naval de la Primera Guerra Mundial, frente a la ciudad chilena de Coronel, y al año siguiente fue hundido (por orden de su capitán) al ser sitiado por los británicos en la isla Juan Fernández. Como Chile era neutral, sus marinos fueron recluidos en la Isla Quiriquina, frente a Talcahuano, por varios meses, y desde allí, ayudado por alemanes residentes en Concepción y Talcahuano, Canaris huyó en un bote a remos. Tras llegar a Concepción viajó a Osorno, donde lo escondieron en una mansión y luego en un fundo, ambos propiedad de descendientes de alemanes, estos, coordinados con el consulado germano, lo ayudaron a atravesar a Bariloche, donde se escondió varios meses, también en residencias de alemanes. Logró llegar a Buenos Aires y allí, ayudado por la familia Niebuhr, embarcó a Europa usando un pasaporte chileno a nombre de “Reed Rosas”, fachada que pudo representar gracias a su impecable manejo del español y sus rasgos latinos. Cuando regresó a Alemania fue recibido como un héroe y fue enviado a trabajar como espía a España, donde entre otras cosas reclutó a la célebre Mata Hari. Con el tiempo, fue designado jefe máximo del Abwehr, la agencia de inteligencia exterior de la Alemania nazi y apenas se sentó en la oficina del director comenzó a armar una red de espionaje y sabotaje que tenía como ejes principales Chile y Argentina. Acá había dejado múltiples contactos, que siguió cultivando en los años 20 y 30, y tenía mucho interés en la zona por su importancia estratégica, dado que como el canal de Panamá era de dominio norteamericano, el único cruce que los navíos alemanes poseían hacia el Pacífico era Magallanes. Así las cosas, montó una inmensa red de espías en toda América Latina y ello fue acompañado de abundante propaganda pro nazi y mucho dinero. Es por ello que comenzamos el libro narrando la fuga de Canaris desde la Quiriquina a Talcahuano, porque en ese acto se estaba esculpiendo la primera piedra de lo que sería posteriormente la maquinaria nazi que se asentó durante la guerra y que después de ella acogió con los brazos abiertos a numerosos criminales en nuestros países.
“Lo curioso es que Canaris era un sujeto que ya en 1938 se había convencido de que Hitler era un demente y fue el primero que trató de pactar una rendición, hacia 1942, con los americanos, quienes no le hicieron caso. En 1944 fue arrestado, acusado de ser uno de los cerebros de la famosa “operación Valkyria”, y finalmente fue ejecutado en febrero de 1944, por alta traición, menos de dos meses antes de la caída de Hitler. Era un personaje extremadamente interesante, que incluso en 1939 le dijo al entonces agregado naval chileno en Alemania, Alfredo Hoffmann, que ‘nunca olvidaré con qué generosidad los chilenos me prestaron su auxilio’”.
Quienes estén interesados en el tema, pueden dejar su comentario en este posy y estarán participando del sorteo de “América Nazi: el último refugio de los hombres de Hitler” del argentino Jorge Camaraso y el chileno Carlos Basso. También puden participar a través de la cuenta de Twitter @xitorrescautivo.
http://ximenatorrescautivo.blog.terra.cl/2011/12/29/entrevista-a-carlos-basso-el-autor-chileno-de-america-nazi/
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