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viernes, 5 de octubre de 2012

La del 5 al 6 de octubre de 1988 fue la noche más larga de la historia de Chile. Hasta el último minuto Pinochet no quería reconocer su derrota en el plebiscito


Por Francisco Castillo M.
El triunfo del No al dictador en el plebiscito provocó una alegría desbordante, reflejada en esta escena captada en Santiago (ver foto) que no ha vuelto a repetirse.
Quienes vivieron esas dramáticas horas –del miércoles 5 al jueves 6 de octubre de 1988- entre el comando del No, en Alameda y Portugal y el palacio de La Moneda, ocho manzanas al poniente, no olvidarán jamás ese día. Se estaba jugando, nada más y nada menos, que el destino del país y se ponía a prueba la dignidad de unos y otros.

Porque eso significaba el plebiscito al que había llamado la dictadura: seguir con Pinochet hasta 1997 –legitimado ante el mundo- o ir a elecciones parlamentarias y presidencial en diciembre de 1989. Eso se votaba ese día.

Hace 24 años, Chile era un país más pequeño (12 millones 172 mil habitantes) más pobre (1.710 dólares per cápita) y ciertamente menospreciado por la comunidad internacional, que repudiaba los abusos de la dictadura. Ésta buscaba legitimarse y Jaime Guzmán, el ideólogo del régimen, convenció a Pinochet a convocar al plebiscito previsto en la Constitución del 80. En la oposición hubo reticencias: si ganaba el régimen, se legitimaba; si perdía, lo más probable era que no aceptara el revés y cometería fraude. Mejor no participar.

El crucial acceso a la TV

La tensión había venido in crescendo desde comienzos de ese año, cuando se fue tejiendo la maraña que daría marco legal a un proceso de participación ciudadana inédito desde 1973, cuando se había interrumpido la democracia en el país. Cuando la oposición resolvió participar, después de mucho debatirlo, llevó a cabo tres acciones fundamentales: lograr que la ciudadanía se inscribiera en los registros electorales; diseñar un mecanismo de control del acto eleccionario; aprovechar el espacio de propaganda en TV conocido como La franja electoral con dos objetivos: que la gente perdiera el miedo y se sintiera libre de votar en conciencia.

No fue tarea fácil. El gobierno usaba el poderoso aparato estatal para infundir temor, mostrar una imagen amable del dictador vestido de civil y destacar el auge económico, utilizando para ello en particular la TV, que controlaba por completo. La oposición se atrincheraba en varios medios escritos: los diarios La Época y Fortín Mapocho, además de las revistas Hoy, Análisis, Cauce, Apsi y Pluma y Pincel (todos desaparecidos); en radio se contaba con tres: Cooperativa, Chilena (desaparecida) y Biobío.

Pero no alcanzaba, la TV era una herramienta fundamental para llegar al electorado. Por eso, resultó clave que se diera acceso a ese medio aunque fuera por 15 minutos, y muy tarde, cerca de la medianoche, buscando que el televidente optara por dormir. Fue un error gigantesco de los asesores del gobierno, como se vio después.

La Franja, el primer triunfo

Una vez aprobada la Franja –que debía comenzar un mes antes del plebiscito-, el dilema para los del No fue determinar formas y contenidos de los mensajes; si la justa denuncia de las crueldades de la dictadura o transmitir la intangibilidad de la esperanza. Como se recuerda por estos días en la película “No”, se optó por una campaña alegre, optimista, divertida. Se le ganó al miedo.

La mayor efectividad de la propuesta televisiva del No, fue inmediata. Un estudio reservado de Adimark, dado a conocer posteriormente en un seminario del CEP, entregó abrumadoras cifras favorables a la Franja del No, superiores incluso al resultado obtenido en las urnas:

Hasta Sergio Fernández, ministro del Interior de la dictadura en esos días, admitió más tarde que “nadie pudo ignorar la evidente superioridad técnica de la Franja del No, mejor construcción argumental, mejores filmaciones, mejor música. Su melodía característica, en torno a la frase ‘La alegría ya viene, era tan pegajosa, que hasta los creativos de la Campaña del Sí en sus reuniones la tarareaban inconcientemente".

Hoy se ríen de Pinochet

Los mensajes del Sí se centraron en la crisis ocurrida durante el gobierno de Allende, al tiempo que trataban de mostrar un rostro democrático y amable del general Pinochet, que era visto como un militar rígido y severo. Resulta curioso, ahora en 2012, constatar la reacción del público joven que ha visto el filme de Pablo Larraín: se ríen de Pinochet y se burlan de la campaña del Si.

A pesar del aparente auge económico que exhibía el régimen, según encuestas independientes el 72 % mostraba descontento por la mala distribución del ingreso, superior incluso al 56% que denunciaba la violación de los derechos humanos. La gente no se olvidaba del 20 % de cesantía que hubo en la crisis de comienzo de los 80.

Las malas cifras se le ocultaron al dictador. Le exhibieron las de la empresa Gallup, que lo daba por ganador (47% a 42%). Bajo llave quedó en ese momento la encuesta CEP-Adimark, donde ganaba el No con el 52% de las preferencias contra el 32% de la opción Sí, con un 16% de indecisos.

El 5 de octubre

Un par de semanas antes del plebiscito se había generado una enorme preocupación entre los opositores por anuncios de que algo se estaba preparando en las sombras. Tanto el jefe de plaza, general Jorge Zincke, como el subsecretario del Interior, Alberto Cardemil, les hablaron a Mónica Jiménez y Sergio Molina de que los militares tenían información de que se habían repartido armas en las poblaciones, que se habían robado buses para pintarlos con los colores de los Carabineros, que habría una asonada de origen comunista para interrumpir el plebiscito en la mañana del día 5.

Esto generó inmediata reacción a nivel internacional; los gobiernos de Estados Unidos y Alemania Federal convocaron a los embajadores chilenos Hernán Felipe Errázuriz y Germán Riesco para pedirles explicaciones e indicarles que seguían “minuto a minuto” el desarrollo de los acontecimientos chilenos.

En la noche del martes 4, un extraño apagón acentuó la inquietud de la gente. Radio Cooperativa logró tranquilizar a los alarmados auditores. Cuando salió el sol, a las 06:14 horas, se desató la primera sorpresa: una enorme multitud iniciaba su lenta y pacífica marcha a los lugares de votación.

Se habían dispuesto unas 22.000 mesas para recibir a los 7.435.913 votantes, un record. El 92 % de los chilenos en edad para inscribirse lo habían hecho. A las 10 de la mañana, Cardemil entrega el primer informe, diciendo que hay solo 8 mil mesas constituidas; en el comando del No retrucan: sus datos indican que la cantidad es mucho mayor. Simultáneamente, empiezan a llegar informes que los militares no dejan entrar a la gente a votar.

TV: la desinformación

Una hora después, el gobierno informa de un 75% de mesas abiertas y el comando del No responde con cifras superiores al 90%. ¿Qué estaba pasando? Las aglomeraciones se multiplican; las colas eran enormes. La Concertación presiona al gobierno. La situación se normaliza recién cerca de las tres de la tarde.

Poco antes, a las dos, Gallup entrega datos a Luis Cordero (UDI), jefe de las Casas del Sí, de una encuesta hecha “a boca de urna”: 46% favorable a Pinochet, 33,7% por el No.

Cerca de las cinco de la tarde, la mayor parte del país ha votado y regresa a sus casas esperando los cómputos y con cierto temor. Hay rumores de posibles ataques terroristas de grupos de extrema izquierda o de algún levantamiento de las Fuerzas Armadas.

La televisión muestra dibujos animados durante varias horas, en vez de informar. Aumentan la desinformación y los temores.

Cómputo escandaloso

A las 16.30, el subsecretario Cardemil va desde el edificio Diego Portales (actual GAM) a La Moneda para informar a Pinochet de los primeros cómputos. Dos horas más tarde, el Comité por Elecciones Libres, cercano a la Concertación y dirigido por Eduardo Frei Ruiz-Tagle, entrega sus primeras cifras: sobre el 10% de los votos ya escrutados, el “Sí” alcanza el 32%, frente al 58% del “No”. La TV guarda silencio.

El comando del No había resuelto esperar hasta tener 500 mil votos escrutados. Sin embargo, a las 19.30, Cardemil entrega el primer informe oficial: 58% para el Sí frente al 42% del No, sobre un total paupérrimo de 79 mesas, el 0,36% del universo. Un verdadero escándalo.

Los propios comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y Carabineros (Merino, Matthei y Stange) son informados por sus subalternos de que el No estaba ganando. Piden reunirse con Pinochet, pero éste posterga la cita.

A las 7 de la tarde, llega Sergio Onofre Jarpa, luego de votar en Villa Alegre, a encabezar en la sede de RN las sesiones de su comisión política; simultáneamente, al comando del No llegan noticias de allanamientos en la población La Victoria. “Fue algo puntual” le dice el general Zincke a Patricio Aylwin; se había descubierto, según él, una casa donde se ocultaban explosivos y armas, pero “ya está todo bajo control”.

El preludio del fraude

A las 20:40, el propio Pinochet vuelve a alimentar las ansiedades. Dice a los periodistas en un patio de La Moneda que tiene información que da por ganador al Sí, pero que está inquieto pues “hay personas que han visto gente con pasamontañas y armas”.

El general Gabriel Ormeño, de la prefectura metropolitana de Carabineros, informa a Zincke que han detectado un bus pintado de verde en la población La Bandera. Canal 13 transmitía recuentos de mesas en el Instituto Nacional, todas favorables al Sí. Alwin llama al canal y reclama. Orlando Poblete, desde La Moneda, comunica a los canales que está prohibido divulgar resultados desde los comandos.

Ante este panorama que parecía preludio de fraude, Genaro Arriagada toma la dramática decisión de entregar, a las 21.00, los cómputos que posee el comando del No: por el Sí, 41,3 %, por el No, 58,7% de los votos.

Una hora después, Cardemil entrega un nuevo cómputo, esta vez sobre la base a 677 mesas: Sí, 51,3%; No, 46,5%. , además anuncia que el siguiente cómputo será entregado a las 23.15. En ese momento, Aylwin decide que se informe a los comandantes en jefe. Máximo Pacheco llama a Rodolfo Stange y Fernando Matthei. José Toribio Merino y Humberto Gordon reciben también los datos.

“No me venga con leseras”

En tanto, el Comité por las Elecciones Libres entrega un nuevo informe: la opción Sí obtiene un 44,6% frente al 55,2% de la opción No. Mientras, Dinacos recibe a esa misma hora, la orden de clausurar inmediatamente cualquier transmisión radial o de televisión que convoque a una celebración por la victoria del No.

A las 23.00, Cardemil se reúne con Pinochet. Le informa de la derrota. Arriagada entrega un nuevo cómputo, con un 40,2% para el Sí y un 57,8% para el No. Desde RN hablan con Cardemil y le informan que no están dispuestos a involucrarse en un desconocimiento de los resultados.

Jarpa, fiel a su estilo, antes de partir a Canal 13 a un foro con Aylwin, llama al subsecretario: “Usted no se va a prestar para ninguna lesera, ¿no?" le dice. Cardemil le confirma que el Sí iba perdiendo, pero que aún faltaban los votos de las mesas de las mujeres santiaguinas.

Jarpa asume, entonces, la derrota. En Canal 13 confirma los datos con los de Aylwin y lo felicita. Éste le dice que se lo diga frente a las cámaras. “Debo reconocer que la tendencia a favor del No es bastante clara”, dijo Jarpa.
A las 00.18 del jueves 6 de octubre, Pinochet se reúne con sus ministros y les informa: "Señores, el plebiscito se perdió. Quiero sus renuncias de inmediato. Eso es todo". Una hora después, finalmente se reúne con los miembros de la Junta de Gobierno. En su paso hacia el Palacio de La Moneda, el comandante en Jefe de la Fach le dice a los periodistas: "Tengo bastante claro que ha ganado el No, pero estamos tranquilos". Las palabras de Matthei fueron captadas a la 1.03 horas.

El último intento

Enseguida, se juntan con Pinochet y Sergio Fernández. Éste explica que a pesar de la derrota, el alto porcentaje obtenido era igual motivo de orgullo, a lo que Matthei habría respondido "¿Y por qué no traemos champaña para celebrarlo?".

En sus memorias "Matthei, mi testimonio", el ex comandante en jefe de la Fach confirma que Pinochet les habría entregado un decreto por el cual él asumiría todo el poder para no reconocer los resultados del plebiscito. Esto habría enfurecido a los miembros de la Junta. Matthei sostiene que rompió el acta con sus propias manos. "Después de eso, y sin insistir en el acta, el Presidente nos informó que se iría a descansar por unos días fuera de Santiago y se dio por terminada la reunión", termina de contar Matthei en su libro.

Después de la reunión, Pinochet acepta la situación y ordena publicar el tercer cómputo. A la 2.00 de la madrugada, un demacrado Cardemil aparece ante los medios y anuncia los cómputos finales: el Sí obtiene el 43% frente al 54,7% del No. De los 7.435.913 inscritos, votaron 7.236.241 electores, de los cuales 3.111.875 lo hicieron por el Sí y 3.959.495 por el No. La abstención fue mínima.

Una hora después del anuncio final, un grupo de reporteros del diario “La Época”, con la edición ya impresa de ese jueves 6 de octubre, cuya portada destacaba el “Amplio Triunfo del No”, veía descender desde Avenida Grecia, antes de llegar a Macul, a un centenar de muchachos que corrían hacia el poniente portando una gigantesca bandera chilena mientras gritaban alborozados: “¡Y ya cayó, y ya cayó, la dictadura ya cayó”.



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