La destacada periodista Patricia Verdugo ganó el Premio Nacional de Periodismo en 1997 y en 1993, el Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia, la distinción más importante que se entrega a un periodista extranjero en Estados Unidos. Para ese entonces ya había publicado algunos de sus libros de mayor impacto, como Los Zarpazos del Puma (1989), el que sigue ostentando el récord de ventas en Chile, y Operación Siglo XX (1990). A un año de su muerte rescatamos parte de los reportajes y columnas publicados en sus más de 40 años de carrera profesional, en especial, una entrevista que Patricia le hizo al ex presidente Eduardo Frei Montalva a sólo días del plebiscito que Pinochet realizó en 1980 para intentar legitimar su Constitución.

Patricia ganó el Premio Nacional de Periodismo en 1997 y el Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia -la distinción más importante que se entrega a un periodista extranjero en Estados Unidos- en 1993, cuando ya había publicado algunos de sus libros de mayor impacto, como Los Zarpazos del Puma (1989), el que sigue ostentando el récord de ventas en Chile; y Operación Siglo XX (1990).
En 1998 escribió Bucarest 187, donde reveló los detalles de la investigación más difícil de todas las que realizó: la muerte de su padre, el constructor civil Sergio Verdugo, asesinado por Carabineros en 1976. Su hermano Roberto en cambio era militar, e incluso participó en el saqueo de la casa de Salvador Allende, según contó la periodista en un relato sobre cómo vivió el 11 de septiembre de 1973.
“Para hacer una investigación difícil (incluso para escribir un libro solamente), se requiere de mucha energía, la energía que da una gran obsesión por el tema. Para ese libro (Los Zarpazos del Puma) , una de las preguntas que me había rondado por años fue clave: ¿qué le pasó a mi hermano oficial de Ejército? ¿Cómo es que el chiquito que fue criado en mi mismo hogar, con los mismos principios cristianos y demócratas, me declaraba ahora enemiga de la patria? Durante la investigación fui entendiendo, ya que ahí supe del terror soterrado que vivieron los mismos militares y que los obligó a cumplir órdenes inhumanas e ilegales. Mi padre fue asesinado en julio de 1976. Obviamente su muerte impregna toda mi vida de ahí en adelante. No hay cómo separar a la hija sufriente de la periodista que investiga. Soy una sola persona”, contó en una entrevista con la periodista María Isabel de Martini.
Durante la dictadura, Patricia Verdugo fue una de las periodistas que constantemente reveló informaciones sobre los abusos y crímenes del régimen. Quisimos rescatar la entrevista hecha al ex presidente Eduardo Frei Montalva a pocos días del plebiscito con que en 1980 Augusto Pinochet intentara legistimar su nueva constitución. Frei se convirtió entonces en el líder de la oposición al denunciar las condiciones reñidas con una democracia en que se desarrolló ese proceso de consulta ciudadana. Su liderazgo se plasmó en un acto en el Teatro Caupolicán en el que fue el único orador y al que concurrieron miles de ciudadanos, entre ellos Patricia, desafiando el miedo y la represión.



Eduardo Frei Montalva y el plebiscito de 1980:
“Si guardara silencio viviría en paz, pero me avergonzaría callar”

Si están tan seguros, dice, “¿por qué no confrontar su modelo en un plebiscito libre y con alternativas… por qué se niegan a discutir sus hechos y sus cifras… por qué no permiten que hablemos en la televisión?”
Por Patricia Verdugo.
Nos recibe con una sonrisa amable y cálida en su casa de calle Hinderburg, la misma casa de siempre cuyo umbral fue cruzado por famoso personajes como De Gaulle, Golda Meir, Indira Gandhi, el arzobispo Makarios, la Reina Isabel y el príncipe Felipe, el rey Balduino y la Reina Fabiola. Y, lo más importante para él, la misma casa que ha cobijado a la familia Frei Ruiz-Tagle desde sus inicios, hace ya más de cuatro décadas. Ahí crecieron los siete hijos y por sus habitaciones corren los fines de semana los 19 nietos que adoran a sus “tata”. Amor correspondido, porque el ex Presidente Eduardo Frei Montalva reconoce que “soy un abuelo tonto, mis nietos son mi gran debilidad”.
Pero tiene otra “debilidad”: leer. Varias habitaciones están prácticamente forradas en libros y, mostrando varias pilas en el suelo, anuncia que deberá construir nuevos estantes. Lee por la mañana temprano, al atardecer y por la noche. Después de almuerzo, concentra su lectura en la prensa internacional y algunas revistas.
Se sienta junto a la grabadora, pero antes pregunta si crea problemas en caso de levantarse y contestar mientras se pasea. Porque lo cierto es que cuando está preocupado y habla de cuestiones importantes, prefiere caminar a grandes trancos por la habitación.
“Es una Constitución para un autoritarismo sin precedentes en Chile. Acumula, en un solo hombre, todo el poder, manifestando así una total desconfianza en el pueblo. Todas sus disposiciones están destinadas a defenderse, a reprimir, a coaccionar. Y esto, porque en el fondo se tiene miedo a la expresión libre de la voluntad popular”.
-La propaganda oficial habla de la “Constitución de la Libertad” y usted sostuvo, la semana pasada, que se trataba de “una mentira institucionalizada”. ¿Por qué?
Primero, porque esta Constitución se fraguó en el silencio de organismos oficiales designados por el general Pinochet y, luego, por la Junta. La inmensa mayoría de los chilenos, en consecuencia, no ha tenido ni arte ni parte en su gestión. Segundo, porque no ha habido ningún debate sobre la naturaleza del plebiscito y el texto constitucional. El hecho que se publicaran algunas opiniones en los diarios sobre el proyecto del Consejo de Estado, no del actual, no es un debate, y decir que lo ha habido resulta grotesco. Tercero, porque este plebiscito no es sobre un punto, sino que plantea simultáneamente varios problemas diferentes: el texto de la Constitución, los artículos transitorios que regirán la próxima década y la designación del general Pinochet por más de nueve años en la práctica. Y cuarto, por la ninguna validez que tiene una consulta a través de un plebiscito que no reúne las condiciones de seriedad que exige el Derecho Constitucional y la práctica en el mundo entero.
Es –en esencia– la negación de una Constitución para la Libertad. Es una Constitución para un autoritarismo sin precedentes en Chile. Acumula, en un solo hombre, todo el poder, manifestando así una total desconfianza en el pueblo. Todas sus disposiciones están destinadas a defenderse, a reprimir, a coaccionar. Y esto, porque en el fondo se tiene miedo a la expresión libre de la voluntad popular. Por todo esto es que no puede ser una Constitución para la Libertad. Titularla así es una broma de mal gusto…”.
-¿Y por qué el gobierno habría de tenerle miedo al pueblo y a la expresión de su real voluntad?
Porque así como creemos que el pueblo –por mayoría– debe tomar las grandes decisiones, hay otros que creen que el pueblo es un menor de edad, sometido a interdicción, cuya expresión es peligrosa, porque sería irracional y –por lo tanto– hay que encuadrarlo bajo un régimen de sujeción.
-El gobierno planea que el “No” equivale al caos, a volver al 10 de septiembre de 1973…
Es realmente increíble que quienes proponen su solución al país decidan, además, señalar la alternativa. Todo se lo piensan ellos: el pro y el contra. Y le dicen al país: “o yo o el caos”. Este es un dilema que no se le puede plantear a un país respetable. Es una afrenta sin nombre. ¿Cómo es posible que alguien se atreva a decir: “o yo que tengo todo el poder, que tengo a la policía, las Fuerzas Armadas y a los grandes grupos económicos o, si no salgo elegido, vendrá el caos, porque ustedes no son capaces de vivir en paz sin mi?” Pueden hacerlo los peruanos, los ecuatorianos, los colombianos, los venezolanos y otros que lograron salir de a dictadura. Pero los chilenos no podemos. Aquí, según ellos, si el pueblo opina libremente, sobreviene el caos.
Y no hablan sólo del caos, sino que agregan eso de volver al 10 de septiembre de 1973. Esta es una de las cosas mas increíbles que he oído en mi ya larga vida. ¿Puede un país volver siete años atrás? Es como si quisieran repetir la escena en un teatro, pero resulta que una parte considerable de los actores de esta escena están muertos, desaparecidos o exiliados. ¿Los van a resucitar? ¿Van a permitir que retornen para reconstruir este 10 de septiembre?
Además, ¿por qué nos atribuyen a nosotros esto de que queremos volver al 10 de septiembre cuando estábamos en la oposición? Y agregaría otra pregunta: ¿No ha pasado nada en estos siete años? ¿Cree el gobierno que ha escrito en blanco esta página de la historia de Chile para que se pueda volver, por algún artificio, al 10 de septiembre? Si así lo cree, es su propia condenación.
“¿Cómo es posible que alguien se atreva a decir: ‘o yo que tengo todo el poder, que tengo a la policía, las Fuerzas Armadas y a los grandes grupos económicos, si no salgo elegido, vendrá el caos, porque ustedes no son capaces de vivir en paz sin mi?’. Pueden hacerlo los peruanos, los ecuatorianos, los colombianos, los venezolanos y otros que lograron salir de a dictadura. Pero los chilenos no podemos”.
Yo en cambio, creo que han pasado muchas cosas e éstos siete años. Hemos aprendido muchas cosas, porque el dolor enseña… En estos últimos días, parece que se ha agregado otra idea. Dicen que si no se aprueba esta Constitución regiría la del año 1925, como si esto fuera una amenaza. La Constitución del ‘25 ha regido por cerca de 50 años y consulta procedimientos que permiten su reforma. No veo, pues, que sea amenazante para el país que rija esta Constitución que, además, permite ser modificada.
-La Constitución, es una cosa, pero hay una serie de artículos transitorios y, tal como dijo Pinochet, “eso es lo que está en discusión: la transición”. Los “duros” están felices y, privadamente, dicen que tienen ocho años para armar el país a su gusto. Y asegurar que, al final, habrá otra Constitución que refleje realmente esa realidad que construirán. ¿No le parece extraño que los “blandos” acepten esto así como así?
Mire, discutir esta Constitución es absolutamente ocioso, porque de aquí a que entre en vigencia, ¿cuántas modificaciones le harán? Creo que este es el primer país del mundo en que se llama a votar una Constitución que, prácticamente, va a regir una década después. En eso tienen razón los “duros”. Y pienso que éste es un juego muy sencillo. Siempre estarán felices los “duros” y siempre se inclinarán los “blandos”, mientras puedan estar al lado del general Pinochet, unas veces refunfuñando unos y otras, refunfuñando los otros…
Por lo demás, no se engañe usted. En el trasfondo de esta Constitución está el equipo económico que dice necesitar diez años más para imponer su modelo. Este es el hecho: un modelo económico que necesita de la imposición y de la fuerza para ser aplicado…
“Yo en cambio, creo que han pasado muchas cosas e éstos siete años. Hemos aprendido muchas cosas, porque el dolor enseña”…
-Esa es la derecha económica, pero ¿cómo se explica el respaldo de la derecha política tradicional, conociéndola bien?
No me la explico. Porque en 160 años de historia, esa derecha siempre tuvo un gran instinto político. Y yo lo conocí defendiendo siempre las ideas republicanas y democráticas. Jamás imaginé a esta derecha entregándose a una dictadura. Ahora que descubrí lo contrario, no sólo estoy sorprendido, sino también entristecido…
-Y en su opinión ¿qué harán los chilenos el 11 de septiembre próximo?
No se van a abstener, porque saben que será un gesto inútil, que su abstención no será computada. Además, el pueblo va a ir a votar, porque no está dispuesto a pasar 60 días en la cárcel o a pagar seis mil pesos que no tienen en sus bolsillos. Y tienen que tener su carnet de identidad marcado para mostrarlo en su trabajo, en las fábricas y en todos los trámites que deba hacer. El pueblo irá a votar, aunque estoy absolutamente seguro que su “No” no será computado, que el escrutinio no reflejará la auténtica votación.
-Pero eso no pasa de ser, entonces, un saludo a la bandera…
Respondo con lo que me dijo un campesino de Chillán: “Yo sé, señor, que mi voto va a ser burlado, pero quiero por lo menos estar tranquilo ante mi conciencia, porque dije que no, cualquiera sea el resultado”.
-Y después del 11 de septiembre, habrá que esperar que en marzo de 1981 se inicie la etapa de transición del gobierno del general Pinochet. Usted dijo, en Sao Paulo, que no creía que esa etapa pudiera durar los ocho años planeados. ¿Qué razones tiene para asegurarlo?
Después del día 11, el gobierno cree que cambiará un poco su maquillaje sobre la base de su “triunfo” predeterminado en un plebiscito que no convencerá a nadie, ni en Chile ni en el resto del mundo. Pero, al revés de lo que pensaron, este plebiscito precipitará la maduración de un proceso, porque ya se están moviendo fuerzas que son producto de una evolución profunda de la nación chilena. Y esas fuerzas seguirán presionando de mil maneras, hasta con su silencio y hasta con la expresión de su temor, para que la situación cambie y Chile vuelva a su cauce normal…
-¿Por eso no va durar ocho años?
No soy pitoniso, pero mirando la historia de mi país y el carácter de los chilenos, me convenzo de que es imposible mantener un régimen personal por tanto tiempo. Además, es evidente que el gobierno adopta este camino porque, en el fondo, tiene miedo. Si supiera que realmente cuenta con el respaldo de la mayoría, buscaría saber la expresión legitima y autentica del país. En definitiva, no tiene un proyecto político y sólo piensa en la represión. Y de violencia en violencia, el país se verá abocado a una situación muy extrema.
-En estos últimos días, los chilenos han escuchado muchas acusaciones en contra de usted en todos los medios de comunicación. Algunos argumentos ya son conocidos: que usted sólo ambiciona el poder; que ataca al gobierno porque ve con terror que el país progresa y eso le resta posibilidades de volver a la Presidencia. Y también el general Pinochet ha agregado nuevas acusaciones.
(Detiene su paseo por la sala, con un gesto que revela molestia). No siga, no siga, señorita. Todos estos años he tenido que soportar toda clase de ataques, infamias y majaderías. Las más de las veces ni siquiera me doy el trabajo de leer esos ataques personales. Sólo le diré que todos son falsos, ridículos e inverosímiles. Son parte de una campaña que intenta destruirme. Pero la mentira es un mal recurso.
-Sólo le diré que todos, en el fondo, apuntan a mi supuesta ambición de volver al gobierno. Y me lo dicen a mí, que fui elegido Presidente en forma limpia y democrática, con un apoyo popular jamás igualado. Me lo dicen a mí, que el año 70 recibí toda clase de ofrecimientos para quedarme en el poder, si aceptaba ir a una reelección. A mí, que rechacé esas ofertas y cumplí con mi compromiso constitucional.
Los hechos hablan más que las palabras. ¿Y no le parece que estas acusaciones tienen un grado altamente jocoso, proviniendo precisamente de quiénes aspiran perpetuarse en el poder? Sé que estos ataques arreciarán en estos días. Es el precio inevitable que debo pagar. Nada personal gano en este combate. Si guardara silencio, viviría en paz. Pero me avergonzaría de callar y no decir lo que pienso en esta hora crucial para Chile”.
“No se engañe usted. En el trasfondo de esta Constitución está el equipo económico que dice necesitar diez años más para imponer su modelo. Este es el hecho: un modelo económico que necesita de la imposición y de la fuerza para ser aplicado…”
Sigue recorriendo la habitación, de un extremo a otro. Su larga figura, enfundada en sobrio terno azul oscuro, revela músculos en tensión. Las manos, entrelazadas a su espalda, a veces se desatan para remarcar sus gestos de incredulidad. Habla sobre la crisis que afecta a todos los seres humanos y naciones en algún momento de sus vidas. Recalca que Chile siempre supo resolverlas, saliendo hacia delante. Que así fue en 1830, después de la batalla de Lircay, cuando Portales propició que entonces fuera un gran progreso jurídico. Que así fue después de la revolución de 1891: antes de dos años se realizaron elecciones y la reconciliación entre los chilenos fue tan profunda que, seis años después, el partido derrotado en la guerra civil volvía a tener mayoría en el Parlamento. Que así fue en 1925, cuando la crisis del parlamentarismo se resolvió dictando una nueva Constitución. Que así fue cuando hizo crisis el gobierno de Ibáñez que, por comparación, ya no puede llamarse dictadura, y éste prefirió retirase antes de derramar sangre de chilenos.
-Y ahora –dice- en lugar de buscarle una salida al país, lo que se quiere es mantenerlo bajo un régimen de represión. Por eso sostengo que esta formula que se propone en el plebiscito es anti-histórica
-Pero el gobierno sostiene que tiene la llave para un futuro de progreso, asegura que el país está muy bien y que mañana estará mejor. Usted y los disidentes sostienen lo contrario. Dentro de su visión del panorama, ¿qué propone?
Para nosotros, ninguna situación política, social y económica es válida mientras no se reestablezcan las libertades públicas y funcionen las instituciones democráticas. Si creen en su modelo y en que estamos tan bien, ¿por qué no lo confrontan con el país? ¿Por qué se niegan a discutir sus hechos y sus cifras? ¿Por qué, si están tan seguros, no permiten que en la televisión digamos nuestro punto de vista? Desafío al gobierno para que me entregue sólo por una vez los canales de comunicación que él usa todos los días y a cada rato…
-Y si el gobierno aceptara el desafío, ¿qué le diría al país?
Le diría que este plebiscito –en las condiciones en que está citado- no es representativo de la voluntad nacional. Le diría que esta Constitución carece de validez, porque las diversas corrientes de opinión del país no han participado en su elaboración. Le diría que prolongar un régimen personal por 24 años sería fatal para el destino de Chile. Le diría que la solución es establecer ahora un gobierno de transición, ya fuera militar o cívico-militar, que tuviera objetivos muy precisos…
-¿Y ese gobierno es el que debería llamar a elección de una Asamblea Constituyente?
Yo me inclino por la Asamblea Constituyente, aunque también es posible formar una comisión que consulte la presencia de todas las corrientes de pensamiento que hay en el país. Cualquiera de las dos formulas puede ser válida. Además, deberían restablecerse de inmediato los derechos y las libertades públicas. Y reconstruir un sistema electoral que asegure la manifestación de la voluntad popular.
-Eso implica el consenso. ¿Usted cree que el país puede lograrlo?
Claro que sí. Y ese consenso nacional debe ser muy amplio, porque ésta no es tarea de un partido, sino tarea de todos los chilenos…
“Todos estos años he tenido que soportar toda clase de ataques, infamias y majaderías. Las más de las veces ni siquiera me doy el trabajo de leer esos ataques personales. Sólo le diré que todos son falsos, ridículos e inverosímiles. Son parte de una campaña que intenta destruirme”.
-¿Podrán sentarse en una misma mesa representantes desde la derecha hasta la izquierda?
Estarán ahí todos los que quieran participar y que acepten los valores y principios de una verdadera democracia. Este consenso es fundamental para construir una verdadera paz entre los chilenos. Esto no quiere decir que cada uno renuncie a sus distintas posiciones, porque una cosa es el consenso democrático y otra, la formulas de gobierno que se presentarán al pueblo para que escoja entre las distintas alternativas.
-Pero esa solución se topa con el miedo de muchos chilenos que no quieren correr riesgos, que les gustaría volver a la democracia, pero se aterran ante la posibilidad del caos, de desorden en las calles. ¿Qué les dice a ellos?
Que les encuentro razón. Pero deben meditar y recordar que la democracia no es el caos. Que la democracia implica autoridad y una autoridad mucho más eficaz, porque actúa dentro de la ley, con el respaldo del pueblo y con el título moral de haber sido elegido por él. ¿Cuál es la otra alternativa?: perpetuarse en el poder, prometer orden y tranquilidad en la línea de Somoza y otros gobernantes centroamericanos. Y, ¿cuál es el resultado?: no logran ni el orden ni la tranquilidad y terminan en sangre y muerte.
Sé que la transición no es un período dulce. La democracia es riesgo e incertidumbre, como lo es la vida humana. Y todos sabemos que la represión, ponerle al país una camisa de fuerza para que esté perpetuamente sometido, conduce inevitablemente no sólo al caos, sino que al despeñadero.
-Pero, para ser realista, la solución que usted propone topa con un gran escollo: ni más ni menos que con el general Pinochet. Y él debe estar convencido de que cada uno de sus actos tiene como fin el engrandecimiento de la patria. ¿O no piensa usted lo mismo?
Yo no dudo de las intenciones de nadie. Pero ningún hombre tiene derecho a ser un obstáculo para que en su país vuelva a reinar la verdadera paz, el verdadero orden y la verdadera tranquilidad.
-En resumen, por un lado están los chilenos que quieren la democracia ahora. Pueden ser mayoría, pero el general Pinochet pareciera no tener ningún interés en averiguarlo convocando a un plebiscito con alternativas o a una elección. Y, por el otro lado, están los que piensan lo contrario, apoyados en la fuerza de las armas. ¿Cree que sus palabras harán pensar a quienes portan las armas?
Tal vez yo sea un ingenuo. Pero creo que a verdad tiene sus propios caminos y que los recorre aunque le pongan obstáculos que parezcan recubiertos de gran fortaleza. Siempre he creído que las Fuerzas Armadas son un elemento esencial en la vida de Chile y que lo peor que podría ocurrir es que se desgasten y se comprometan con una fórmula política, económica y social. Y estoy convencido de que, por la conveniencia del país y por el prestigio profesional de las Fuerzas Armadas, se producirán los cambios para que los chilenos retornen a la democracia.
-Hay personas que están oliendo en el ambiente que ya llegó el momento en que las palabras se agotaron. Y resulta que cuando las palabras se agotan, sigue la violencia, la muerte. ¿Qué dice usted?
Yo temo que si no se busca a tiempo una solución racional, vamos a terminar en el camino irracional de la violencia. Podrán algunos jactarse de que van a dominarla, pero la historia demuestra que ningún régimen represivo deja de caer por la misma violencia que despierta. Y como yo no quiero la violencia para mi país, como quiero buscar una salida pacífica, es que me siento obligado a presentar estas ideas a todo el país. No busco situaciones de ventaja personal, porque no acepto ni aceptaré ninguna. Lo digo en la forma más categórica…
LA NEGATIVA.- Al día siguiente, desde el Edificio Diego Portales se anunció la negativa del ministro del Interior a la petición de cadena de radios y estaciones de televisión. HOY volvió a la vieja casona y encontró al ex Presidente Frei muy molesto.
“¿Por qué, si están tan seguros, no permiten que en la televisión digamos nuestro punto de vista? Desafío al gobierno para que me entregue sólo por una vez los canales de comunicación que él usa todos los días y a cada rato…”
-Si es realista, no debería estar tan molesto. Al menos le autorizaron decir un discurso en el teatro Caupolicán, en el acto que los disidentes bautizaron como “Reunión de los chilenos libres”.
Mire, la Constitución de 1925 dice textualmente: “Se asegura a todos los ciudadanos el derecho a reunirse sin permiso previo y sin armas”. Así que el gobierno no hace ninguna concesión al autorizar el ejercicio de este derecho y, por lo demás, se trata de un solo caso hasta ahora. Pero seamos claros, yo pedí dos cosas: el teatro y la red de televisión y radio, como las que utiliza continuamente el gobierno. Y nadie dudará de que lo segundo era lo verdaderamente importante. Eso se negó y, así, quedó comprobado que no tenemos acceso a los medios de comunicación masivos. El ministro del Interior se excusa hablando de la carga que se impone a estos medios si accediera. Para evitarlo, bastaría con que dispusiera hacerlo en la Televisión Nacional, que se creó en mi gobierno para servir a todos los chilenos”.
Agrega el ministro que estas cadenas se reservan para muy contadas ocasiones. Yo la he pedido sólo por una vez en siete años y para referirme a un plebiscito. No puede ignorar el señor ministro que ésta es una ocasión muy contada. Ahora, vea la declaración de los obispos de Chile. Dicen, entre otros puntos, que para que este plebiscito tenga autoridad moral se requiere “un acceso equitativo de las diversas corrientes a los medios de comunicación social”. Ya está claro: la respuesta en este caso fue un no rotundo.