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jueves, 10 de febrero de 2011

Hinzpeter: ¿Marioneta de Israel?

A un año de la precipitada asignación que posicionó en el poder a nuestro actual gabinete, es imprescindible examinar con detalle uno de los rostros más emblemáticos del gobierno: nuestro ministro del Interior, el señor Rodrigo Hinzpeter Kirberg


A un año de la precipitada asignación que posicionó en el poder a nuestro actual gabinete, sin contar los recientes cambios en la
administración Piñera, es imprescindible examinar con detalle uno de los rostros más emblemáticos del gobierno: nuestro ministro del Interior, el señor Rodrigo Hinzpeter Kirberg. Permanecerá en sus manos, si gusta, borrar la palabra “nuestro” de la descripción una vez que haya terminado de leer este artículo, o bien seguir el mismo juego yankee de la indiferencia y alimentar el síndrome del Rahm Emanuel chilensis.
En entrevista con Alberto Fuguet para la revista “Qué Pasa” en 2010, Hinzpeter se define como un tipo marcado entre la timidez y la
arrogancia, con cicatrices interiores y bien ocupado en su trabajo, lastimado por el “matonaje intelectual” y víctima del consumo de Ravotril. A simple vista, parece ser una persona que se cree el cuento de estar haciendo lo mejor para todos, y, a pesar de ser impopular con sus recientes maniobras políticas, la premisa de figurar como héroe y abogado de los pobres. Luego de sus comentarios ante la crisis magallánica del pasado mes, expresando que “gobernar no es un concurso de popularidad”, impuso adrede su dictador interior. La única diferencia, si teorizamos un interrogatorio personal hacia su persona, es que Rodrigo Hinzpeter admitiría ser un dictador, pero un “buen dictador”, un dictador a la medida del pueblo, con la responsabilidad de combatir el crimen, incluso aunque en sus patologías psicopáticas deba inventar una amenaza para ofrecer la solución y disfrutar los elogios de un pueblo cobijado en los brazos del Estado. Llamaremos a esto el “modelo Hinzpeteriano”. No es nada nuevo, en todo caso. A decir verdad, eso es lo que nos dedicaremos a examinar.
La causa israelí
Y es que cuando el senador Eugenio Tuma se levantó frente a los micrófonos de la prensa y acusó a Hinzpeter de ser un “militante de la causa israelí”, instando a Sebastián Piñera a demostrar su liderazgo frente al titular del Interior, mucha razón tenía. Los
ataques también fueron a parar a Gabriel Zaliasnik, el líder de la Comunidad Judía de Chile, por el fuerte lobby que actualmente ejerce sobre La Moneda, defender las violaciones a los DD.HH. de Israel y calificar a algunos parlamentarios de “activistas del movimiento palestino”. Esto, llevado no sólo al contexto del reconocimiento de un Estado palestino el pasado 7 de enero, sino a las políticas que Rodrigo Hinzpeter ha prometido implementar en nuestro país, nos dibuja el camino para comprender el origen de estos hilos que mueven el aparatus burocrático chileno, y ver cómo la misma agenda está siendo implementada en Europa y países como EE.UU., bajo exactamente el mismo modelo: la idea de una amenaza terrorista y su posterior cobertura por parte del “nanny state”. Es en realidad un modelo importado desde Medio Oriente, donde toda oposición (política, social o cultural), contra el intocable estado de Israel, adquiere características extremistas de manera automática, adjuntado a bombas ocultas bajo turbantes, camellos voladores capaces de estrellarse contra edificios, o una simple cartonera árabe bajo la manga. Se trata de una mentalidad esquizoide que habilita espacio para que figuras como Rodrigo Hinzpeter florezcan. ¿A nadie se le hace conocido el nombre Mohammed
Saif Ur Rehman Khan?
Como estudiante de esta fiebre, Hinzpeter ha mantenido un estrecho vínculo con el Estado de Israel. Según el mismo Gabriel Zaliasnik, en una entrevista con La Palabra Israelita de julio de 2007, Hinzpeter era considerado para la presidencia de la Comunidad Judía de Chile, entre un grupo de “personas con inclinaciones políticas y con interés de que la causa de Israel (sea) debidamente escuchada”. Sí, hablamos del mismo Zaliasnik que salió en TVN el pasado septiembre y dijo que Irán estaba financiando células antisemitas en Chile, dispuestas incluso a atentar contra la colonia judía en nuestro país. El mismo Zaliasnik que después de encender una velita del Janucá junto a David Feurenstein, se dignó a corear con el equipo chileno la frase “el sionismo no descansa” y a “brotar lágrimas” por el “sueño sionista” junto a los presentes en el acto, según reportó Rosita Dargoltz durante el último seminario de Keren Kayemet LeIsrael en Chile, el 26 de diciembre de 2010. No obstante, más allá de conexiones actuales con
admitidos exponentes de la filosofía sionista, o su “viaje de estudios” a Israel durante el período en el cual los jóvenes chilenos
de origen hebreo realizan un servicio militar, Hinzpeter también posee un interesante historial familiar. Según lo que nos cuenta la Enciclopedia Judaica en su vol. 21, edición de 2008, el tío abuelo materno de Hinzpeter (lado Kirberg), de nombre Mauricio Baltiansky, habría jugado un rol fundamental en la formación de la primera célula sionista de Chile en el año 1911, con el apoyo del Movimiento Sionista de Argentina.
Problemas de xenofobia
En mayo de 2010, los medios de comunicación se encendieron estrepitosamente cuando la embajada de EE.UU. en piso chileno afirmó
tener en custodia a un terrorista islámico de nombre Mohammed Saif Ur Rehman Khan. Luego del incidente y en calidad de abogado querellante, Rodrigo Hinzpeter sacó del baúl la Ley Antiterrorista y alimentó la histeria colectiva, afirmando poseer antecedentes que conectarían al joven con células terroristas islámicas operantes en nuestro país.
Todo parecía perfecto, hasta que las contradicciones en los reportes comenzaron a florecer y el subcomisario Sergio Leal de la PDI admitió haber recibido una orden por parte de Stanley Stoy (jefe del FBI en Chile) para que allanara la pieza del joven secuestrado, antes siquiera de que una sentencia se le fuese dictada y los medios hablaran de actos terroristas. El ex analista de la NSA y periodista estadounidense, Wayne Madsen, sostuvo en un reporte que la explicación más probable del incidente sería la de una operación de “bandera falsa”, involucrando a la CIA y servicios de seguridad en Chile; esto es, una operación encubierta cuya autoría enemiga es inventada para, a posteriori, usar la crisis y avanzar una agenda política de represión.
A decir verdad, esto cumple el mismo modus operandi que ha sido utilizado en el exterior para “entrampar” a ciudadanos de origen
árabe, demonizar su cultura y alimentar la paranoia sionista. Si la mentira hubiera seguido, muy probablemente hubiésemos visto el
surgimiento de una Al Qaeda en Sudamérica. Por suerte, las inconsistencias ya han sido expuestas (ver “Caso Pakistaní: El fraude
Hinzpeteriano”.

Sin embargo, la bola de nieve no se detuvo ahí. Al momento en que Saif, fuera de toda investigación oficial por parte del Ministerio Público y habiéndosele declarado la inocencia sin pruebas que demostraran lo contrario, concurrió al Registro Civil de Las Condes para casarse con su actual esposa Lorena Cotroneo bajo la ley chilena, la oficial aseguró que había órdenes específicas por parte del Ministerio del Interior para impedir la unión marital. Cabe destacar que, constitucionalmente, el poder administrativo sobre los registros civiles de nuestro país le corresponde al Ministerio de Justicia, no a su homónimo del Interior. Cuando el caso fue presentado ante la Comisión de DD.HH., el diputado Sergio Ojeda afirmó que existía persecución y una “falta de protección de derechos” del ciudadano pakistaní, y que no descartaban una acusación constitucional contra el ministro Rodrigo Hinzpeter e, incluso, el jefe de la Policía de Investigaciones (PDI). Y aquí estamos. Meses más tarde, nada se ha
hecho para iniciar una investigación exhaustiva sobre lo que ocurrió.
La pregunta que todos debemos hacernos es, ¿de verdad queremos un ministro que importe xenofobia a nuestras costas e implemente las
mismas políticas represivas de un mundo post-9/11? Ahora es su turno contestar, y de paso extraer la palabra “nuestro” del logo retórico que sostiene al señor Hinzpeter. ¿Ministro nuestro? Pues no. Hinzpeter no trabaja para Chile.



http://www.elobservatodo.cl/admin/render/noticia/19554

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