Detenido el 10 de mayo pasado en la embajada de Estados Unidos, cuando se le encontraron trazas de explosivos en sus pertenencias, el pakistaní Muhammad Saif-Ur-Rehman Khan pasó a ser un enemigo público islámico en la “guerra chilena contra el terrorismo”.
En un departamento de la zona oriente de Santiago, la madre y el padre de Saif Khan, pasan sus días en Chile. “Mi hijo sufrió un montaje, así lo indican todas las irregularidades que hemos conocido”, asegura don Mahmood Ahmed Khan. Al verlos, cuesta creer que Saif sea un “peligro para la sociedad”, como lo considera el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter Kirberg, luego de que se le encontrara una proporción inferior al 0,01% de tetryl, una sustancia potencialmente explosiva en grandes cantidades.
Saif Khan y su familia aprovecharon el fin de semana largo del 11 de octubre para olvidarse por un par de días del caso. Él nunca imaginó que se vería envuelto en una pesadilla kafkiana donde se le ha acusado de tener lazos con musulmanes radicales, conexiones con el Mapu Lautaro y el asesinato del Cabo Moyano, de lazos con los anarquistas del “caso bombas”, los mapuche, en fin, todo lo que se ha tratado bajo el epíteto “terrorista”.
Estudiante de hotelería, Khan vino a Chile por consejo de María Catalina Allende -cónsul honoraria de Chile en Islamabad (capital de Pakistán) y vieja conocida de su familia- quien le señaló que acá podría aprender español y trabajar en su área. Llegó a mediados de enero pasado y entró a estudiar el idioma a la Escuela Fronteras.
Una de las primeras cosas que hizo al llegar fue buscar donde orar y, además, relacionarse con gente de su cultura. Así llegó a la mezquita As Salam, lugar donde conoció a un sirio y a un egipcio, sindicados como radicales musulmanes por la prensa y el Ministerio del Interior.
Según la información que reprodujeron los medios, Khan iba todos los días a la mezquita, lo que él desmiente, ya que “estaba todo el día estudiando y trabajando y sólo iba algunos viernes”, como lo hacía en su país. Con la ayuda de los conocidos, Khan encontró un lugar más barato donde vivir y arrendó una pieza en una casa de calle Erasmo Escala, donde una semana después llegó a vivir el egipcio y donde conoció a su actual novia y compañera, Lorena Cotroneo Reyes.
CONEXIÓN SIRIO-EGIPCIA
-La prensa y las autoridades hablaron de que el sirio y el egipcio eran “radicales islámicos”…
-Eso es falso. Salah Eddin es un sirio que llegó hace más de diez años y que trabajaba como vendedor ambulante. Era muy pobre, pero de muy buen corazón. Viajó en junio a Damasco a ver a su padre enfermo, pero le informó a la policía.
El egipcio se enamoró de una chilena y se vino a Chile. Trabaja en una joyería. Tuvo problemas con su polola y vivió un tiempo en mi pieza; luego se casó.
Ellos declararon, no están prófugos, porque nadie los está investigando por nada. La prensa ha dicho que desaparecieron, lo que es una tremenda mentira. Las autoridades han confundido a los medios y los medios han confundido a la gente.
Estas dos personas eran personas normales, con problemas como todos, trabajadores, no unos musulmanes terroristas.
-También se habló de un maletín con explosivos y de un teléfono celular -el que le quitaron y fue peritado- que le pertenecería al sirio…
-El celular que supuestamente dio positivo de trazas de explosivos lo compré en Inglaterra hace tres o cuatro años, cuando viví ahí, y para ocuparlo acá sólo le cambié el chip. La prensa dijo que había noventa y tantas llamadas al sirio, pero eran las veces que él me pinchaba y yo le devolvía, porque no tenía plata y yo me ofrecí a preguntar consejos médicos a mi padre para su mujer enferma.
“FUI A LA EMBAJADA PORQUE NO TENÍA NADA QUE ESCONDER”
-Usted ha señalado que antes de ir a la Embajada se le acercaron tres personas que parecían agentes de inteligencia…
-El viernes 7, al mediodía, recibí una llamada de un funcionario que se identificó sólo como “Bill” (ahora sé que era el cónsul William Whittaker), y me pidió que fuera el lunes a las 3 de la tarde a la Embajada para confirmar mi nombre. A mí me pareció muy raro que tuvieran mi número y supieran mi nombre, así como lo que me pedían, ya que tengo visa estadounidense vigente. Lo comenté con mis cercanos, a todos les pareció raro, pero me dijeron que fuera porque, seguramente, era algo de rutina. Yo dudé en ir, pero no tuve miedo porque no tengo nada que esconder.
-¿Pasó algo más que le pareciera raro ese día?
-Tras terminar mi oración, como a las 13.30 horas, en las afueras, me abordaron tres estadounidenses que dijeron ser turistas, pero no lo parecían. Yo fui amable con ellos, me hicieron varias preguntas, muy pauteadas, de varios temas y de religión. Hablamos como 15 minutos. Yo les pregunté hasta cuándo estarían, que podía llevarlos a la escuela, que habían norteamericanos, pero se pusieron a la defensiva y dijeron que se iban. Ahí yo relacioné a estas personas con la llamada que había recibido. A la misma gente de la mezquita les pareció extraño, porque habiendo muchas personas se acercaron sólo a mí. Sinceramente, yo sentí que eran del FBI.
-Y el lunes, ¿que ocurrió?
-No fui a trabajar y llegué a las 13:30 a la embajada, con todos mis documentos en mi mochila. Llamé al anexo que me dio “Bill” (3301), y tuve que esperar un rato hasta que vino una persona de nombre “David” (el delegado del Departamento de Seguridad, David Kuhlow). Pasé el detector de metales, entregué mi celular, me quedé con la mochila y me dejaron esperando en una pequeña oficina hasta que llegó “Bill”, quien me conversó como tratando de hacerme sentir cómodo. Llegó otra persona de nombre “José” que me pidió mis documentos para fotocopiarlos. En total, me tuvieron como dos horas esperando ahí. Después me di cuenta que estaba encerrado. Entonces tomé un teléfono fijo que había y llamé al anexo 3302, por si alguien me contestaba (la prensa señaló que había llamado a la aduana peruana). A esa altura estaba estresado, no sabía qué pasaba con mis papeles, y debía irme porque tenía una reunión con mi jefe a las 5 p.m..
Después de una hora encerrado, llamaron al teléfono y me dijeron que era la policía, que me sacara los zapatos y los pusiera en la mesa, que me sacara la ropa. Yo les dije que me estaban humillando, pero la persona que traducía les dijo otra cosa: “Me están poniendo nervioso”.
Me sentí muy mal porque me hicieron ir ahí, no chequearon las cosas delante mío, me dejaron encerrado, me hicieron desnudarme mostrándome a una cámara.
Ahí me dijeron que me vistiera y quedara quieto y entró un hombre con ropa grande (antibomba de la policía chilena) con un perro que ni siquiera se me acercó. Me pidieron que saliera de la pieza y un policía chequeó mis manos con una máquina, porque “olía a químicos”.
Afuera le dije a Kuhlow que todo esto era porque yo era pakistaní y musulmán, que estaban jugando conmigo y que esto era una puñalada en la espalda. Él dijo que sólo hacía su trabajo.
-¿Y entonces lo entregaron a la policía chilena?
-El policía no sabía qué hacer conmigo. Luego de un rato me llevaron a la comisaría. No me dijeron que estaba detenido, sólo que los acompañara y en la Comisaría nadie sabía nada. A las 19.30 horas recién me dijeron que estaba detenido. No me leyeron mis derechos, nadie hablaba en inglés.
Luego, detectives me mostraban fotos de gente, que si los conocía, pero yo no los había visto nunca. Me interrogaron cada media hora hasta la 3 ó 4 de la mañana, con un intérprete que hablaba un mal inglés. Después supe que me interrogaba Francisco Jacir (Fiscal metropolitano oriente). Yo le dije que tenía mucha hambre, no había comido nada desde el mediodía, pero él no me ofreció ni un vaso de agua, sólo estaba interesado en “el egipcio”. Cuando yo le explicaba lo que había pasado en la Embajada decía que era mentira, cuando yo nunca he mentido en mi vida.
-¿Firmó algo?
-En ese estado, el Fiscal me forzó a firmar un documento, que leí y noté que el intérprete había cambiado el significado de lo que dije y era bastante más corto que su declaración en español. Al final de la hoja decía que me habían leído mis derechos y yo le pregunté cuáles eran mis derechos: Jacir me dijo que mi derecho era firmar el documento.
-¿Y luego lo trasladan a la Cárcel de Alta Seguridad (CAS)?
-Luego me llevan a constatar lesiones y en la madrugada a la CAS, donde quedé aislado en una habitación que tenía un puro colchón. Luego me cambiaron a otra celda en el tercer piso y en el día podía compartir con los otros presos, que me ayudaron.
Conocí a mi abogado el martes en la noche y el viernes recién se controló la detención (lo que no ocurre ni siquiera con ley antiterrorista).
“NO ME DECLARARÉ CULPABLE DE ALGO QUE NO HICE”
-¿Qué siente frente a toda esta situación?
-Yo todavía no entiendo el objetivo de esto, pero estoy seguro que es discriminación y una vulneración de todos los derechos humanos. Por otro lado, hay elementos que confunden a la gente. Primero, con el tema del egipcio, salió en la prensa que habían allanado su casa dos días después y habían encontrado trazas de explosivos. Sin embargo, él no está ni estuvo detenido ni el Ministerio del Interior se querelló. Después, el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, dijo que tiene pruebas de yo que tendría que ver con el grupo (sic) Lautaro y con células terroristas que estarían operando acá. Luego, me trataron de vincular con los mapuche, con el sirio, con el “caso bombas”.
Pero yo tengo una pregunta ¿Cuál es el crimen que yo cometí en Chile? Ninguno (las supuestas trazas fueron encontradas en territorio estadounidense), y se ha me tratado como a un terrorista.
Además ¿Por qué me llamaron a la Embajada? Ni siquiera la empresa interna de seguridad sabía lo que pasaba. Los funcionarios invocaron la inmunidad diplomática y no declararon, por tanto, eso nunca se sabrá.
-¿Hay un montaje, a su juicio?
-Sí. Primero, en la Embajada se probó que no tenía nada en mis manos ni en mi cuerpo. Luego, el Fiscal Jacir ocultó la información sobre la presencia de los tres detectives que fueron a mi pieza, sin orden alguna (y que me investigaban hace un mes), descubiertos por Carabineros que esperaban afuera una orden judicial….
-A usted le allanan la casa cuando todavía está en la Embajada, como si hubiese habido una orden de las autoridades estadounidenses en Chile para ello. ¿Es así?
-Sí, ni siquiera estaba detenido y ya había policías afuera de mi casa, eso está en los reportes (y por eso el Tribunal considera que puede haber una prueba adulterada). Cuando me estaba sacando la ropa en la Embajada ellos ya estaban ahí. ¿Y por qué el dueño de la casa abre mi pieza, si estaba cerrada con llave (contrario a lo que dicen los policías)?…
En esto han caído varios, no sólo el Ministerio Público, que decidió no apelar en contra de mi libertad, también el ex embajador Paul Simons ya no está en Chile; Stanley Stoyl (FBI en Chile que llamó a uno de los detectives que fueron a mi casa, don Sergio Leal) ya no está en Chile (…)
Otra cosa es que el Fiscal anterior negoció con mi defensor un acuerdo para que yo me declarara culpable y estuviera sólo 20 días en la cárcel, pero yo jamás me declararé culpable de algo que no hice. Porque no resultó este acuerdo, el Fiscal fue removido y se puso a Alejandro Peña (a cargo, además, del “caso bombas”).
Y yo me pregunto: ¿Cómo es posible que en la Embajada yo haya pasado todas mis cosas con mis propias manos y después mis manos no tenían nada, cuando el tetryl es sumamente pegajoso?
En las noticias dicen que yo pasé por una máquina cuando entré y ésta sonó de inmediato, lo que es completamente falso.
-Según su opinión, ¿Qué rol cumple el Ministerio del Interior en este caso?
-No me gusta involucrarme en los temas de la política sucia, pero él debe tener algún problema sicológico para manejar la rabia, no entiendo por qué quiere probar que yo soy un terrorista, sin pruebas, contrariando al propio Tribunal, que dice que no hay elementos para aplicarme la Ley Antiterrorista, sólo el “control de armas”, por las trazas.
Ahora, dicen que están esperando los resultados de unos peritajes (a petición del querellante Ministerio, se extendió el plazo de investigación por 60 días), que no sabemos dónde se están realizando, quizás en Estados Unidos. El Ministerio del Interior dice en un principio que tiene pruebas y hasta ahora no tiene nada.
-¿A esta altura del caso, este Ministerio, representado por Rodrigo Hinzpeter Kirgberg es el único querellante?
-Es que Estados Unidos ya logró lo que quería: Que yo apareciera en la prensa como terrorista (agradezco que no me hayan llevado a Guantánamo, porque tenían la atribución de hacerlo). Yo creo que él tiene algún interés personal en este tema. Él quiere decir que acá hay terrorismo y que yo lo soy, o quizás quiera ser parte de esa estúpida guerra contra el terrorismo. En mi opinión personal, quiere estigmatizar a los musulmanes y pakistaníes.
-El corresponsal en Chile de Telesur, Alejandro Kirk, afirma que Hinzpeter estuvo en Israel tras terminar sus estudios secundarios en Chile, a la misma edad que los jóvenes israelíes hacen su servicio militar, y que Israel tiene un ejército de reserva -las comunidades judías repartidas por el planeta- a quienes considera sus ciudadanos. ¿Tiene opinión sobre esto?
-No estoy seguro, y quizás nunca lo vamos a saber, pero la gente tiene que ponerse a pensar en eso. Después de escuchar la otra vez en la Corte otra mentira más del fiscal Pablo Sabaj, respecto a que, supuestamente, yo tendría en mi computador (requisado) cuatro pasaportes adulterados de gente palestina (¡Me encantaría verlos, porque no los mostraron!…. ¡Sólo lo dijeron!). Ahora creo que esto tiene alguna relación con Israel.
Yo creo que si Hinzpeter está forzando la entrada de la “guerra contra el terrorismo” en Chile, no está siendo responsable con su papel de autoridad chilena, no está trabajando para los intereses chilenos, y eso es muy grave. Él sólo habla de terrorismo, terrorismo, terrorismo, pero no hay terrorismo en Chile. La gente en Chile debe reflexionar sobre esto.
-¿Crée que tendrá justicia?
-Yo respeto a la Corte chilena, espero que esto se acabe pronto, pero el daño que nos han hecho no lo van a reparar. Los países que tienen justicia tienen bendiciones, los que no, se convierten en esclavos de otras naciones.
Ellos podrían haber pedido disculpas, asumido su equivocación, pero en la última audiencia me di cuenta que no han cambiado nada, siguen inventando cosas. Pero todo tiene un límite.
Por Cristóbal Cornejo y Ariel Zuñiga
El Ciudadano N°89, octubre 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.