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Después de pasarse dos meses en la cárcel, Villanueva Molina, el único procesado en Chile por el asesinato de Jaime Guzmán, está escribiendo un libro sobre la historia del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, organización político-militar de la que llegó a integrar su Dirección Nacional hasta 1989.
“La izquierda nunca ha sido sincera, tiene una deuda con sus militantes. Es una historia de divisiones y más divisiones. Y no son solamente porque la gente se cae mal”, explica Villanueva, que en septiembre del año pasado fue acusado por su ex compañero de armas Mauricio Hernández Norambuena, “Ramiro”, de haber sido informante de La Oficina, el organismo de inteligencia que en el gobierno de Aylwin desarticuló a los grupos de izquierda.
Ud. decía ser el primer preso político de Piñera. ¿Por qué?
Y lo reafirmo. Pero no sé si decir el primero. A algunos les puede significar un cierto egoísmo, porque hay otros presos que también tienen que ver con decisiones políticas, como los mapuches o estos muchachos del Caso Bombas. Yo me refería a que estoy un preso producto del revanchismo de la derecha que hoy está en el poder, que no olvida lo que pasó en el 73 y mi historia es precisamente oponerme al Golpe. La UDI, fundamentalmente creo yo, ejerciendo presiones sobre el gobierno, no acepta que, siendo inocente, y habiendo sido un dirigente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez hasta 1989, yo esté libre o pueda haberme insertado al nivel que me inserté en la sociedad. Por eso digo que soy el primer preso político de este gobierno de Piñera.
Villanueva se fue preso luego de la entrevista de Hernández Norambuena en Chilevisión. “Ramiro” lo acusó de ser agente de La Oficina y la prensa fue a buscarlo. Lo encontraron en su casa de Con Con, donde vive desde su regreso de España. Villanueva pasó años en el extranjero luego que en 1997 la prensa lo sindicara como uno de los miembros del FPMR y lo acusaran de ser informante. La muerte de Guzmán lo persigue. Él dice que siempre ha sospechado de la inducción de la inteligencia militar sobre los autores del crimen, una arista que el ministro en visita Mario Carroza empezó a indagar el año pasado, al menos en el conocimiento que tenía el DINE del atentado que venía al fundador de la UDI.
¿Por qué la idea de la inteligencia militar?
Siempre me hice la pregunta de a quién le interesaba la muerte de Guzmán. Y no le interesaba al Frente Patriótico. El asesinato de Guzmán se realizó como una forma de neutralizar un proceso de discusión política que el Frente estaba llevando a cabo, para replantearnos frente a la realidad que se abrió después de 1988. Y en todo proceso de post dictadura, cuando empieza a emerger un modelo de democracia, tutelada o no, los sectores que tenían el poder, el Ejército particularmente, están muy interesados en que haya obstáculos o se frene. Esos eran los interesados en una acción como ésta, que no tiene ningún perfil revolucionario, ninguna razón de ser en el contexto en que se realiza.

Cuando matan a Guzmán, Ud. dio una entrevista y dijo “bien muerto está”. Después dijo que lo habían sacado de contexto. No hay mucho contexto en esa frase.

Esa entrevista me pena como cierto karma. Pero aclaro: fue entregada a un periodista chileno que trabajaba en México para afirmar y reafirmar que el Frente no había sido quien ejecutó el asesinato. Ese era el objetivo. Yo ya no estaba en la dirección del Frente -me salí el 89-, pero Salvador (Galvarino Apablaza), el jefe del FPMR, con quien mantenía y mantengo una relación de respeto, me pidió que lo hiciera porque yo era el vocero oficial. Y dije “fuera de contexto” porque cuando hablé con el periodista dije nosotros no fuimos; otra cosa es que haya dicho cuál era mi opinión como chileno y como persona que vivió ese proceso de dictadura.
Guzmán había sido electo senador.
Por eso que fue una aberración. Además, un acto cobarde, porque iba indefenso en un auto. Había sido electo por votación popular y había habido un Plebiscito que había dicho el camino que querían seguir los chilenos. Lo que teníamos que hacer era respetar ese camino. Por eso nosotros, una parte importante del Frente, fuimos de la idea de repensar nuestra posición para que no perdiera su historia y se replanteara en el nuevo esquema, pero reivindicando elementos que después se perdieron en la negociación que permitió la salida democrática.
Volviendo al crimen y a la inteligencia militar: ¿sobre qué base afirma eso, aparte de a quién le podría beneficiar? 
Mira, en primer lugar, no responde a cómo el Frente planificaba y realizaba sus acciones. El Frente, cuando realizaba una acción, de lo primero que se preocupaba, a nivel de Dirección, era de los militantes. Es decir, que el impacto de esa acción no fuera a perjudicar a la masa. Preparábamos cobertura para ver los impactos posteriores. Eso no se hizo.
Pero en la misma secuencia está la muerte de Roberto Fuentes Morrison, el atentado a Leigh. Son acciones de la misma orgánica, del mismo grupo, de hecho.
No creo. Te digo no creo, porque yo estaba afuera de la Dirección. Pero las características de la acción no correspondían al estilo del Frente y, por último, el Frente nunca dejó de reconocer sus acciones. Nunca. Es primera vez, con Guzmán, en que pasan varios meses antes que lo reconociera.
Pero al final del día, el Frente fue el que mató a Guzmán.
No.
Físicamente. 
Yo no diría el Frente. Para mí, decir el Frente es el Frente en que yo participé.
Digamos, el equipo de Mauricio Hernández Norambuena.
Bueno, lo que está probado en la investigación judicial. Hernández Norambuena y un grupo de militantes del Frente que estoy seguro pensaban que sí actuaban en función de la Dirección y de la organización.
¿Pero ese grupo podría haber estado infiltrado o ser inducido?
Por eso digo. Y como fue un grupo, era muy fácil inducirlo a realizar una acción como ésta, que no tenía que ver con la estrategia. Ahora, no digo que haya habido un infiltrado, sino que una inducción. Lo que me ha permitido ver la investigación es que este señor que aparece como supuesto testigo, Humberto López Candia, está vinculado al aparato de Inteligencia del Ejército. Él tuvo una relación con Ramiro en algún momento.
¿Qué relación tuvieron ellos?
Tengo entendido que en algún momento él fue chofer operativo de Hernández Norambuena. En esa época. Eso es de lo que me he podido dar cuenta a través de la lectura del proceso. Después, hay otras cosas. Por ejemplo, cuando se me acusa de ser agente de La Oficina -una mentira del porte de una catedral-, los involucrados son gente extraña, que tiene vinculaciones con los aparatos de Inteligencia. Son elucubraciones pero (en el crimen de Guzmán) hay indicios que me hacen pensar que hubo una inducción en el sentido de mira, este es el blanco que pudiera permitir reposicionarte a ti en la idea de lo que él (Ramiro) estaba buscando dentro del Frente: llevarlo hacia una visión particular, militarista por darle un nombre. Intentaban seguir haciendo lo que nosotros hicimos bajo dictadura en democracia, lo que era una aberración. Pero todo esto son elucubraciones.
RAMIRO
¿Su relación con Ramiro, cómo era?
A Ramiro no lo vi más allá de seis veces, con suerte.
¿En qué época?
Lo había visto, creo, en una oportunidad antes del secuestro de Carreño. Pero lo conozco en esa operación. Ahora, no tenía ninguna relación con Ramiro. Por lo que sabía, después del atentado a Pinochet él siempre estuvo en el extranjero. Además, yo era en ese tiempo miembro de la Dirección Nacional y él no.
¿Cómo empieza a subir Ramiro?
Su papel más relevante en el Frente es post 89-90, cuando se inicia otra historia. Emerge como una persona que tenía cierto arraigo de mucha gente joven; creo que se aprovecha de esa visión distorsionada que había, que decía “bueno, acá hay un Frente que viene desde afuera y yo siempre estuve adentro”; gente que no tiene una visión rodriguista, más infectada con la izquierda.
Más ultrona.
Claro. Y eso es lo que lo hace emerger. Su historia es del 90 en adelante. Él estuvo antes en algunas acciones relevantes, pero como combatiente.
Usted estaba en Brasil cuando fue lo de Carreño.
No, en México; porque ahí creamos, en 1986, toda la cobertura de reivindicación del atentado a Pinochet. Y desde allí rebotaban las noticias en todo el mundo. Hasta instalamos una agencia de prensa. Yo cree todo ese aparataje, para darle cobertura política a lo que el FPMR hacía en Chile. Ya lo había hecho en Europa.
¿Y vuelve a Chile en 1987?
Vuelvo porque me lo pide Raúl Pellegrín. Me dijo que era importante entregar a Carreño porque era la primera acción que el Frente realizaba como Autónomo y había muchas apuestas. Ya no existía la cobertura del Partido Comunista. Originalmente, nuestra propuesta había sido entregar a Carreño en Europa, en Bélgica, y el gestor de eso es justamente uno de los asesinados por, entiendo, la gente vinculada a Ramiro: Iván Figueroa, Gregorio. Él, en ese entonces, era el encargado del Frente en Europa y teníamos todas las gestiones para hacerlo. Pero cuando Ramiro retarda la entrega de Carreño, hubo que hacerlo en Brasil.
¿Por qué lo retarda?
Yo relaté eso porque estoy seguro que esa es una historia que mucha gente del Frente no conoce, porque en la vida clandestina se mitifica a las personas y se las mira de la forma que se las quiere mirar
¿Y qué pasó?
Ramiro tenía que reunirse conmigo y entregarme a Carreño. Él estaba a cargo de sacarlo desde Argentina a Brasil. Yo había preparado toda una plataforma política con brasileños, entre ellos el obispo rojo, Hélder Cämara, que había accedido a entregarlo junto a otras personalidades políticas brasileñas que tenían simpatía por lo que el Frente hacía en Chile. Pero el día que tenía que ser, Ramiro no llegó. Lo ubiqué a través de colaboradores locales y lo encaré y le dije que lo que estaba haciendo era hacer perder una oportunidad tremenda para el FPMR, de demostrar que operativamente e históricamente seguíamos vigentes. Después de una larga discusión él me dijo dónde estaba Carreño y me di cuenta de su tremenda irresponsabilidad: lo había dejado en la cama en un hotel, drogado, con una carta porque supuestamente se iba a entregar solo. Mi pregunta fue “¿éste hombre está loco o es agente del enemigo?”. Porque estábamos hablando de un coronel de Ejército, que lo primero que iba a hacer cuando recobrara el conocimiento sería decir “me libré”, porque significaba mucho para él como militar haber sido secuestrado por el FPMR. Y por eso que fui a buscar a Carreño y estuve casi cinco horas paseándome con él. Eso lo puede testificar el mismo Carreño. Lo disfracé de ciego y paseamos, hasta que lo entregué.
Cuando regresé a Chile, mi posición fue decir que esto requería un análisis y, segundo, pedir una sanción muy severa a Ramiro. Dije: no creo que sea agente enemigo ni infiltrado; creo que hay una inmadurez tremenda en su posición. Y por eso se toma la decisión de no dejarlo entrar a Chile. Hubo otras posiciones de que sí era agente enemigo. Pero mi posición fue que era inmadurez política.
Esta operación es cuestionada hoy, porque después se supo que Carreño en ese tiempo estaba negociando ventas de armas.
Claro, pero son muchas cosas que aparecieron después. Hasta donde sé, no teníamos idea de eso.
Pero está dentro de la línea de la infiltración.
Sí, puede haber una línea de investigación. Pero mi posición fue esa, porque creo que cuando uno acusa a alguien tiene que haber una prueba. Y ahí había un acto de inmadurez, nada más. Y esa es la razón por la que Ramiro no puede volver a Chile hasta que muere Raúl Pellegrín y regresa y se vincula con otra gente que venía saliendo de la cárcel, y empieza ese grupo a adquirir fuerza interna en la idea que nosotros habíamos sido culpables incluso en la muerte de Pellegrín, de la caída del Frente y se van posicionando. Lo que pasa en toda organización, la verdad: la lucha de poder interna es permanente. Pero ese es el origen de las razones que entiendo tiene Ramiro para desprestigiarme.
Y la muerte de Roberto Nordenflycht en el ataque al aeródromo de Tobalaba.
La muerte de Roberto Nordenflycht, sí. A veces cuesta hablar de esas cosas. Pero respondí por mi cargo político, porque tenía la responsabilidad política del Frente en ese momento, de no haber sido capaz de haber frenado eso. Pero como estaba toda esta discusión interna y estas ambiciones de poder, fue el momento para crucificarme. Pero es parte del proceso de descomposición que el Frente venía viviendo.
LOS MUERTOS
La entrevista a Ramiro ha traído a colación los muertos del Frente. Ud mencionó a uno. Figueroa. Hay más.
Lo que pasa es que no me extraña. El estilo de liderazgo que se impuso en el Frente desde el 90 en adelante fue decir que todo aquel que piensa distinto es un traidor. Antes, cuando había una sospecha, se investigaba, se conversaba con la persona, porque también había debilidades de la organización y podía haber una línea de infiltración. No puedo creer que Iván Figueroa fuera un traidor, con su tremenda trayectoria política. Él fue uno de los líderes del movimiento que creamos de oposición al golpe en la Fuerza Aérea, siendo militares, cuando no sólo había que tener conciencia sino que valentía. Éramos suboficiales y estudiamos en la Universidad Técnica del Estado, por un convenio con la CUT. Eso tuvo un impacto tremendo dentro de la FACH y por eso fue la reacción tan violenta contra nosotros: yo estuve cuatro meses desaparecido, torturado, salí con una fractura en el cráneo, me lanzaron desde una escalera de ocho pisos. Iván Figueroa fue el líder de eso. ¿Cómo puedo pensar que ese hombre, que después estuvo conmigo en Nicaragua, fue el constructor de una escuela de técnicos en Nicaragua, condecorado por el ejército nicaragüense…? Él entró al Frente a instancias mías. Era un hombre completamente austero, lo veíamos caminar por Santiago porque no quería gastar cien pesos… Entonces, ¿cómo puede una persona olvidarse de la historia de otro y acusarlo de traidor y matarlo? Eso es una aberración. Lo que pasa es que la izquierda chilena nunca ha aclarado públicamente estas cosas, porque lo ha pensado siempre como contrario a los principios, equivocados por cierto porque eso es parte de la vida diaria.
“Nosotros no matamos gente”.
¿Qué se sabe de la muerte de Figueroa?
Yo estuve mucho tiempo investigando esto y creo que esa es otra de las razones por las que Ramiro me acusa en 1997 de ser agente de La Oficina. En ese tiempo, por casualidad, viajé a Cuba con el rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Yo en ese entonces era director de Relaciones Internacionales de la universidad, y me interesaba el intercambio con Cuba. Y vamos a Cuba con el rector y una comisión y obviamente yo no era un personaje desconocido allí. Apenas entro al aeropuerto, me mandan a buscar amigos de los equipos de inteligencia, porque obviamente, qué andaba haciendo ahí. Pero eran los viejos amigos de épocas pasadas y tuvimos una conversación y les explico que quería saber qué pasaba en la muerte de Figueroa. Entonces, mucha gente de Ramiro pensó que andaba investigando cómo había muerto y por qué y que ellos habían sido. Y un poco con un cargo de conciencia, porque saben perfectamente que Iván salió de Cuba, llegó a un punto en Argentina en la Triple Frontera, que le dio la gente de Ramiro -yo llegué hasta ese punto por una persona que vivió con Iván mucho tiempo, una muchacha que llamó a la mamá de Iván para decirle que él había sido asesinado y que supiera que había sido Ramiro. Ahora, claro, es muy difícil tratar de investigar una muerte en un país extranjero después de cinco, seis años.
Desapareció el cuerpo.
Ese era el objetivo. A lo mejor en Chile hubiera sido distinto, y se hubiera podido seguir un rastro. Y en eso estaba el 97 cuando me lanzan la acusación de haber sido agente de La Oficina y tuve que salir justamente por las amenazas de muerte.
Se fue a Cuba.
Sí.
Hay otro muerto. Arriagada (acusado de entregar a Raúl Pellegrín en Los Queñes, en 1988)
Sí, Arriagada, El Bigote. Mira, ahí hay cosas que son claras y concretas. Nosotros -y digo nosotros, porque estoy involucrado- hicimos una investigación. Una investigación al estilo del Frente, en que incluso reconstruimos el proceso de la caminata de Raúl Pellegrín en Los Queñes; conversamos con los campesinos, con los actores principales. Y todo indicaba que Raúl fue entregado. De hecho, lo mataron mucho antes de tirarlo al río; hay informes médicos que relatan que murieron bajo tortura los dos, tanto Cecilia Magni como Raúl. Pero todos los indicios indicaron que él lo había entregado. Ahora, yo me quedé hasta ahí, hasta esa investigación. Después, la acción para mí fue una sorpresa.
¿Y eso quién lo decidió?
Eso debió haber sido decidido a nivel de Dirección, pero hasta donde entiendo no fue, porque yo era parte de la Dirección. Ahora, por qué se hizo así, es otra línea de investigación. Son otras aristas posibles, pero como en este caso y como en muchos otros de movimientos clandestinos, las cosas operan verticalmente. Eso es lo que conozco de la muerte de un cuadro que fue de mucha importancia en el Frente, que participó en acciones de mucha importancia, y que era muy respetado por Raúl; mucho tiempo fue su mano derecha. Y te doy un dato más: cuando empezamos a recibir a los combatientes que venían de Los Queñes, se acercó él a mí. Salvador debe acordarse de eso y los otros. Él se acerca y me pide, por el respeto que me tenía Raúl y por el respeto que él me tenía, que dirigiera e hiciera la investigación, que es lo que se hizo.
¿Y cuál era el móvil ahí?
Perdón.
El móvil. ¿Por qué lo entrega?
Es difícil elucubrar sobre eso, sería irresponsable dar conjeturas.
Es un personaje con trayectoria política. ¿Dinero?
Creo que… No es la primera vez en que, por distintas razones que pueden ser externas o de la propia persona, existen presiones para que alguien actúe de esa manera. No tengo otros antecedentes aparte de los hechos que pude constatar en esa época. Más allá no puedo decir nada.
Pero cómo llegan a establecer que hubo una entrega y que no fue un error.
Porque los campesinos… Raúl tenía un itinerario. No llegó ahí al punto final por cansancio, también. Pero intencionalmente lo desviaron. Y quien tenía la información y el contacto con él, era Arriagada. Arriagada aleja a Raúl del grupo de protección que tiene. Lo deja solo. Y así se van sumando indicios. De hecho, lo estaban esperando en la casa. Si fue un asesinato horrible, una persona físicamente cansada, qué sé yo. Y creo que… Parte de esta base: si uno analiza quiénes fueron los muertos desde la asonada militar del 73, los primeros fueron muertes selectivas, hubo mucho de eso. Sabían a quién mataban. Y segundo, sabían que era la generación de recambio política, una cantidad de gente joven importante por su pensamiento, por su voluntad. Para muchos era muy importante porque sabían que el Frente podía tener proyección pero que para que cualquier movimiento que está desarrollándose a ese nivel, la muerte de su jefe significa un golpe muy duro. Y creo que fue así: nosotros no nos recuperamos de ese golpe. No habíamos madurado lo suficiente para un golpe así.
Después, el Frente empieza a descomponerse muy fuertemente en los noventa.
Porque el liderazgo lo tuvo siempre Ramiro.
Hacen asaltos propios.
Claro, porque el liderazgo lo tuvo Ramiro, y Ramiro no era un cuadro que tenía una formación política. Quiérase o no, para organizar algo tienes que tener formación o saber escuchar o mirar para el lado o entender el momento político.
LA VENGANZA DE RAMIRO
¿Qué pasa con la generación de frentistas más viejos? ¿Cómo ven este proceso que se empezó a gatillar en septiembre del año pasado con la entrevista a Ramiro?
Hablo por mí y por algunos que se me han acercado: no fue una sorpresa.
Estaban esperándolo.
No estábamos esperándolo, pero de alguna manera entendimos esto como un acto de delación desesperada -delación compensada, se llama esto legalmente- por su parte. Una acción desesperada que no midió, como nunca midió las consecuencias. Porque las acusaciones que hizo fueron bastante destempladas. A mí me pone en un plano donde nunca estuve, la famosa Oficina, pero además como nexo con la Concertación.
Habla de plata, también.
Bueno, creo que ese es un mensaje para quienes -junto con él- hicieron usufructo del dinero del secuestro de Edwards, que a mí no me cabe duda que fue así.
Que se robaron plata.
No sé si se la robaron, pero como ya era un grupo con distintas identidades, cada uno pudo haber tomado su porción para hacer la revolución a su manera. No creo que hayan ido a los bares, sino que fue para implementar su idea, distorsionada desde mi punto de vista. Pero no fue una sorpresa por eso, porque no era un cuadro que todos reconociéramos como con cierta madurez política y para interpretar y enjuiciar a los compañeros, porque su trayectoria simplemente es esa: enjuiciar a unos y otros y otros.
Que Ramiro apareciera en Brasil, haciendo secuestros, ¿le llamó la atención?
Bueno, sí. No solamente eso. Desde mucho tiempo llamaban la atención el tipo de acciones que estaban realizando, no tenían nada que ver. Yo no puedo justificar el asesinato de alguien, a mansalva, bajo un lenguaje revolucionario. No puedo justificar el secuestro de una persona cuando ya el proceso revolucionario ha quedado latamente atrás y son otras las ideas, las responsabilidades. Del 89 en adelante, lo que se requería era una lucha de ideas, imponerlas porque fueran las correctas, no a balazos. Para mí, esas acciones no tienen nada que ver, es una acción delincuencial. Quieran decir que es una acción revolucionaria. Es delictual. Punto.
¿Y qué le pasa ahora cuando ve los llamados del FPMR en las murallas?
He leído varios. Me he dedicado a leer la web que tienen.
De hecho varios rayados son “métete a www.fpmr.org”. 
Por un lado, me da mucha vergüenza.
¿Por qué?
Sentir que muchos compañeros míos, históricos, no han sido capaces de contar la historia que de verdad vivimos. Y por otro, me da mucha pena cuando leo en la web una defensa a Ramiro, el gran líder y etcétera, un poco se me asemeja a las defensas que hacen los coreanos de sus liderazgos a ultranza, y además ubicándome a mí como traidor porque según ellos fui asesor de senadores, profesor universitario, ocupé cargos destacados en la Concertación, cosa que nunca fue así… Con una liviandad… Que con todo lo que ha pasado, se trate a las personas así, me parece que amerita que se revisen, por lo menos. Me da pena que pase eso, que el Frente aparezca vinculado a ese tipo de cosas. Pero de repente es gente joven que tiene buenas intenciones. Pero está equivocada: uno no puede seguir a un liderazgo con los ojos cerrados.
¿Nunca ha tenido un intercambio con Ramiro en estos años? ¿O con alguien del grupo?
No. Ni lo he buscado. Ahora, no sé si hablar del grupo de Ramiro. Esa gente debe estar pasando una cantidad de contradicciones significativas, porque independiente que haya sido en mi contra, su acción es una delación. Y una delación dentro de la visión que tiene de la concepción revolucionaria, le costó según él la muerte a muchos, por manos de él, diría yo. Eso tiene que rebotar como contradicción a sus seguidores.
EL JUEZ
¿El objetivo de este juicio es Salvador?
Yo me siento el chivo expiatorio, el que teníamos acá y hay que meterlo adentro. Me preocupan estas caricaturas que se han hecho. El crimen de lesa humanidad que ha dicho el juez no procede, ni jurídica ni históricamente; después, la aplicación de Ley antiterrorista. Cualquier cosa está en Ley Antiterrorista: el caso del paquistaní, los comuneros mapuches. Lo que hacen es cometer la aberración de violar el derecho básico a la presunción de inocencia, como en los juicios sumarios, y te meten preso y punto porque existen presunciones fundadas, una cantidad de opiniones de periodistas tomados como testigos, Barraza, que es interesado, y otros más. Es toda una configuración anómala.
¿Qué relación tenía con Humberto López Candia? 
Ninguna. Si a él no lo había visto nunca hasta el “careo”.
¿Y qué paso?
Desde mi punto de vista, me pusieron frente a un mitómano que habla cosas que le dijeron o que fue escuchando y que fue configurando una idea y que se la traspasa al juez como testimonio.
Que decía
Hablaba, hay un libro que hizo donde habla cosas aberrantes sobre su supuesta historia revolucionaria, su llegada a Cuba, su participación en premio por haber sido un buen alumno de inteligencia para combatir en El Salvador. Es un mitómano. Pero lo aberrante es que cuando entró a la sala y el juez le pregunta Ud conoce a esta persona, ¡él dice no! Y yo digo no. Y le muestran una foto y dice ah, la nariz parecida. No sé si eso se puede llamar inducción. Pero lo concreto es que nunca lo he visto ni me ha visto. Y tengo entendido que en sus primeras declaraciones me describe como de 1,87, robusto…
Encogió.
No sé si por el clima. Lo que me llama la atención es que la configuración del delito supuesto o de las presunciones fundadas, se fundamentan en testigos que nunca vi, y que son de oídas, porque un periodista puede decir “tengo la sensación de”, pero eso no puede constituir un testimonio para meterte preso. O la sumatoria de los testigos. Barraza es un testigo que tiene interés en esto. Todo parece como acomodado para tener a un fulano acá preso o poder tenerlo a mano, en el sentido de cargarle la culpa o como autor intelectual o como autor, en fin.
El punto es que Ramiro busca que lo traigan a Chile.
De hecho parte con el arreglo que hizo él. De hecho, se abre por la entrevista que él da. Esto surge por la acusación extrajudicial de una persona que está en Brasil que busca un objetivo, que es o llegar a Chile o ser cambiado de cárcel. Logró ser cambiado de cárcel.

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