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domingo, 15 de septiembre de 2013

La accidentada carrera de un operador a la antigua

Por : Sebastián Minay en Actualidad y EntrevistasPublicado: 05.03.2009



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Estrecho colaborador de Eduardo Frei Montalva, quien lo nombró ministro del Interior, el pediatra Patricio Rojas es hoy cuestionado por su rol en los misteriosos acontecimientos que rodearon la muerte del ex presidente. Ya declaró en la investigación judicial y también en el juicio por las comisiones ilícitas en la compra de los aviones Mirage, como ministro de Defensa de Patricio Aylwin. Su trayectoria ha estado marcada por contradicciones y polémicas. Fue muy amigo del almirante y ex edecán del dictador, Jorge Arancibia; declarado antilaguista, del aylwinismo se pasó a los “colorines”, que trataron de instalarlo en sucesivos puestos en los dos últimos gobiernos. Cuando lo logró, su gestión a la cabeza de las empresas del Estado terminó con cuestionamientos.
No sólo había perdido la confianza y amistad del clan Frei. En los últimos diez años, el médico Patricio Rojas Saavedra (1933) había perdido también gran parte de su influencia. Su rol político parecía revivir de cuando en cuando, más que nada gracias a la obstinada insistencia de los “colorines” -la última de varias corrientes internas de la Democracia Cristiana a la que adhirió- por colocarlo en cargos públicos, en una fase que terminó por opacar su larguísimo paso por el aparato público. El telón cayó en marzo del año pasado con su ruidosa destitución de la presidencia del Sistema de Empresas Públicas (SEP).
Tras desaparecer por algunos meses de la escena pública, Rojas pasó un verano agitado. Dos de los casos judiciales de mayor connotación pública e histórica volvieron a poner su nombre en los titulares de la prensa. En enero, declaró ante el ministro Omar Astudillo por la decisión de compra de los aviones Mirage en 1994, cuando era ministro de Defensa, en el que se investiga el pago de comisiones ilícitas. En febrero, el ministro Alejandro Madrid lo citó para interrogarlo sobre su rol en las horas posteriores a la muerte del ex presidente Eduardo Frei Montalva.
Fue el ex presidente DC quien lo nombró, con apenas 31 años, como subsecretario de Educación (1964-1967) y luego, consolidando su papel de hombre de confianza de Frei Montalva, asumió como ministro del Interior (1969-1970). Tras el regreso a la democracia, volvió al rol ministerial como jefe de la cartera de Defensa (1990-1994) en los años más duros de la transición. Se hizo conocido por su insufrible relación con Augusto Pinochet, quien le pidió infructuosamente al gobierno que lo sacara durante el recordado “boinazo”.
Sus enfrentamientos con el ex dictador son casi míticos a estas alturas. Hay quienes han recordado que Rojas se preparaba concienzudamente para cada encuentro, mientras otros aseguran que el entonces ministro lateaba al general con densas peroratas sobre cómo ganar la Guerra del Golfo (1990 -1991), las que terminaban exasperando al general.
Pese a ello, Rojas hizo buenas migas con otros altos uniformados cercanos a él. Uno de ellos fue el entonces jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional y posterior comandante en jefe de la Armada, Jorge Arancibia, quien había sido edecán de Pinochet. No sería la única contradicción en su carrera.
Mientras fue titular de Defensa, en 1993 Rojas se opuso a que TVN transmitiera la entonces impactante entrevista a Michael Townley en Informe Especial: se temía que el ex agente DINA culpara al ex escolta y entonces secretario privado de Pinochet, el brigadier Jaime Lepe, de haber participado -como integrante de la Brigada Mulchén de ese organismo represor-, del asesinato de Carmelo Soria. Se trataba de la misma unidad encargada de la seguridad de Pinochet y en la que Eugenio Berríos desarrolló y aplicó el gas sarín. La misma que más tarde bajo la denominación de Unidad Antiterrorista (UAT), estaría estrechamente vinculada a la muerte de Frei Montalva.
Patricio RojasRojas operó para que el entonces ministro Enrique Correa presionara al directorio del canal a fin de postergar del programa, a comienzos de agosto del ‘93. Dos días antes de la emisión de la entrevista –que ya había sido anunciada- la cúpula de TVN aprobó la petición de Correa. Jorge Navarrete, entonces director ejecutivo del canal, recordó hace dos años en El Mercurio que el gobierno argumentó que no quería que el reportaje de Informe Especial se leyera como una presión justo en los momentos en que se esperaba un fallo sobre el caso Letelier: “Fue muy complicado y nos afectó. Pero el programa luego salió al aire tal como estaba al inicio. Nos fue bien y lo repetimos”.

En busca del voto militar

Terminado el gobierno de Aylwin, Rojas se fue acercando a un viejo rival del ex Presidente: Adolfo Zaldívar. Sus nexos con él se reforzaron durante la fallida campaña presidencial del hermano del líder colorín, el senador DC Andrés Zaldívar, cuando Rojas hizo de puente entre este último y la directiva que por esos días encabezaba Enrique Krauss. Aunque primero se dijo que asumiría como secretario ejecutivo del comando, al final dicho cargo quedó en manos de Pedro Butazzoni. Rojas debió conformarse con un cupo en el comité político del abanderado.
La campaña le sirvió para reposicionarse, ya que después de 1994 su figuración política había decaído incluso en su partido, donde en 1997 no obtuvo los votos suficientes para integrar la directiva. El protagonismo de los “colorines” en el comando de Zaldívar –donde trabajó codo a codo con Rafael Moreno- le sirvió para aliarse con ellos e imponer controvertidas tesis estratégicas al resto de los consejeros del candidato, especialmente en la definición de cómo enfrentar a Ricardo Lagos.
Una de ellas fue concentrarse en buscar el voto de los independientes de derecha, pese a que en sus columnas y entrevistas insistía en que los independientes lo eran “a secas” y sin apellidos. A esas alturas, Andrés Zaldívar ya había enfrentado el perjudicial respaldo que le había dado el círculo íntimo de Pinochet, que intentó infructuosamente convertirlo en su abanderado -tras desestimar a Joaquín Lavín- y que finalmente se jugó por Arturo Frei Bolívar.
En ese contexto, Rojas lanzó la más polémica de sus apuestas en plena campaña Lagos-Zaldívar: llamó públicamente a las Fuerzas Armadas a votar en las primarias y apoyar al senador DC. La idea trajo de vuelta gruesas críticas de la derecha y de la propia Concertación, desatando choques con el resto del comando y hasta críticas públicas de Jaime Ravinet.
Aunque la derrota de Zaldívar era previsible, en los cálculos más optimistas de su entorno se mencionaba que un triunfo convertiría a Rojas en ministro del Interior, secretario general de la Presidencia o embajador en Estados Unidos; él las descartó, pero sólo pocos días antes de las primarias y cuando no había dudas sobre el resultado. Con este último dato en la mano, muchos en la DC vaticinaron su desaparición de la política activa, más que nada porque durante la campaña se había mostrado como un acérrimo antilaguista; en 1997 había declarado furiosamente que Lagos “no tenía ninguna posibilidad de ser Presidente”, dichos que al día siguiente debió desmentir.

Su agitado “ostracismo”

El ex Presidente Eduardo Frei Montalva junto a Patricio RojasFuera del nuevo gobierno, Rojas se reubicó en la Universidad de Chile, donde además de asesorar al que luego fuera su rector, Luis Riveros (1998-2006), se convirtió en el vicepresidente ejecutivo de la Fundación Valle Lo Aguirre, que en 1997 había anunciado vistosamente que construiría un enorme Parque Científico Tecnológico en los terrenos de la Laguna Carén. El proyecto le trajo al doctor un nuevo conflicto el 2000, cuando pobladores denunciaron que los desalojarían y los ambientalistas denunciaron irregularidades urbanísticas por las que acudieron a la Contraloría.
La controversia escaló cuando se supo que las poco más de mil hectáreas del terreno habían sido cedidos a la casa de estudios por Bienes Nacionales, menos de dos semanas antes que terminara el gobierno de Aylwin. Además, el Congreso aprobó leyes que le permitieron a la universidad endeudarse por unos US$ 20 millones con el aval del Estado. Con el tiempo, el asunto desapareció de la agenda, aunque la polémica reflotó hace algunas semanas cuando los ambientalistas acusaron que se le quitaba el carácter de área verde la Laguna Carén, lo que interpretan como amenaza cierta de que allí se desarrollarán proyectos inmobiliarios.

Su regreso con Adolfo: en pedir no hay engaño

La llegada de Adolfo Zaldívar a la presidencia de la DC, el 2002, por fin trajo al pediatra de vuelta a la vida partidaria, al asumir la vicepresidencia. Aprovechando uno de los cambios de gabinete en La Moneda, el nuevo timonel insistió para que Lagos nombrara a Rojas como ministro Secretario General de la Presidencia. Pero el recuerdo de su papel en la campaña estaba aún muy fresca: el mandatario no accedió.
Al año siguiente comenzaron a aparecer los primeros cuestionamientos a Rojas por su rol en la misteriosa autopsia de Frei Montalva, a lo que él contestó insólitamente que “no se puede seguir exponiendo públicamente la situación médica del ex Presidente, que fue un gran hombre y del cual tuve el orgullo de ser su ministro. Se hace un gran daño a su imagen cuando se sigue con estas cosas”.
Ya recluido al alero de Zaldívar y con los puentes con los Frei derrumbándose, Rojas siguió tratando de “reingresar” al aparato público. Cuando el 2004 la directiva DC debió bajar al alcalde Hernán Pinto de la reelección en Valparaíso -a raíz de la investigación en su contra relacionada con el Caso Spiniak-, Rojas apareció entre los interesados para competir por ese cupo alcaldicio, nuevamente sin éxito. Al año siguiente, el líder colorín lo propuso como su representante en el comando de campaña de Michelle Bachelet. Al poco tiempo lo reemplazó por Jaime Mulet.
Con la nueva Presidenta ya instalada en La Moneda, Adolfo volvió a la carga y puso al médico en su lista de pedidos para el nuevo gabinete. Al igual como había ocurrido con Lagos, le rechazaron esa petición..

Caída en desgracia

Patricio RojasTanta insistencia finalmente tuvo éxito en el 2006, cuando al ex ministro lo nombraron a la cabeza del Sistema de Empresas Públicas (SEP), lo que lo convirtió en blanco de la ira del alvearismo y del resto de la disidencia a Zaldívar. La oposición a Rojas se trasladó al directorio del SEP, cuando sus integrantes se dieron cuenta de que el nuevo presidente venía a sacar y poner nombres por criterio político y no técnico, algo que nunca disimuló.
También fue duramente criticado por su defensa a brazo partido la gestión de Luis Ajenjo en el escándalo de EFE. Como además previamente había respaldado al ex subsecretario Guillermo Díaz cuando éste fue procesado por el caso MOP-Gate, ambos episodios hicieron que los colorines también cortaran sus relaciones con él y le retiraron su respaldo. El ya acorralado médico intentó un nuevo repliegue y se acercó al alvearismo.
Rojas terminó cavando su propia tumba a fines de marzo del 2008, cuando cuestionó el proyecto de gobiernos corporativos de Hacienda, diciendo: “Discrepo de que los cargos de empresas públicas no son políticos”. Eso indignó al titular de Hacienda, Andrés Velasco, quien luego de obtener el pase de Bachelet, le comunicó su destitución. Según El Mercurio, la noticia se la dio por teléfono con la siguiente frase: “Patricio. El 15 de abril llega otra persona a la presidencia del SEP”.
Fiel a su estilo, el destituido ejecutivo se fue disparando: “Cómo se va a explicar que en Chile se pueda ser médico y acceder a la Presidencia de la República, y que, teniendo esa profesión, no se pueda ser miembro de un directorio.” Su salida fue celebrada en varios sectores, y en el mismo SEP hubo quienes lo retrataron duramente y en off the record, según recogió el mismo diario: “Rojas tiene una forma antigua de hacer política, muy unida a la politiquería, a la Cosa Nostra (apodo con el que algunos conocen al sector DC al que pertenece) de mantenerse en el poder cueste lo que cueste. Velasco es la antítesis. Representa a la tecnocracia que siente que al poder sólo pueden acceder los que están preparados”.

http://ciperchile.cl/2009/03/05/la-accidentada-carrera-de-un-operador-a-la-antigua/

Chile en el exterior: Hace 40 años se instalaba en Chile la atroz dictadura de Augusto Pinochet

Los más destacados medios de información internacional cubrieron durante toda la semana en primera plana, el  40 Aniversario del momento más dramático de su historia reciente, es así como entregaron su visión sobre el golpe de Estado y el ataque a La Moneda el 11 de septiembre de 1973.
Este hecho supuso, según ellos,  la muerte de su primer presidente socialista y la instauración de 17 años de una atroz dictadura que marcó de manera definitiva al país.
La idea de que Salvador Allende no gobernara Chile se gestó en los escasos días entre su victoria con la Unidad Popular (UP), el 4 de septiembre de 1970, y el 24 de octubre de ese año, cuando el Congreso, que tuvo que definir la elección por la escasa ventaja que le dieron los votos, decidió que fuera el presidente por los siguientes seis años.
La derecha chilena y el gobierno de Estados Unidos, en plena Guerra Fría, con alguna participación de la Democracia Cristiana, dedicaron en esos tres años esfuerzos y recursos en planes y acciones desestabilizadores que socavaron la política, la sociedad y la economía del país, al margen de los errores de gestión cometidos por el gobierno de la UP.
Allende y su gobierno realizó obras de carácter nacional indispensable en un país pobre, como la Nacionalización del Cobre aprobada por amplia mayoría el parlamento chileno, además de implementar un programa inmediato de las 40 medidas más urgente, que tuvieron un apoyo mayoritario en la población, lo que obligó a la derecha chilena financiada por EEUU, a implementar un programa para desestabilizar a Allende, escondiendo y eliminando los productos alimenticios de primera necesidad, saboteando la producción nacional, desarrollando atentados dinamiteros a las torres de alta tensión, explotando las redes de suministro de agua, gas y petróleo, para culminar con el paro nacional de camioneros, a lo que sumarían otras fuerzas, conocido como el “Gran paro de los patrones”.
Es así como crearon las condiciones para propiciar la participación de las fuerzas armadas que hasta ese momento se mantenían como una institución no deliberante, apolítica, profesional y de firme respaldo a la Constitución y a los gobiernos elegidos democráticamente por sus ciudadanos, hecho que permitía que Chile fuera visto a nivel internacional como un país democrático con un Estado respetado como un ejemplo en América Latina y el mundo.
Es así como encabezados por generales como Pinochet y Mendoza, que horas antes le habían reiterado a Allende su apego irrestricto a la constitución y lealtad al gobierno legalmente constituido, se ponen a la cabeza del más cruento y atroz  golpe que impactó a la comunidad internacional, que veían en el Gobierno de Chile un ejemplo inédito, que tenía el interés principalmente en Francia e Italia y otros países, porque consideraban mediante una vía constitucional, se podía efectuar cambios estructurales en sus países,  provocando el inmediato aislamiento internacional y el repudio de todas las fuerzas democráticas del mundo como nunca se había visto.
Ese 11 de septiembre comenzó bien temprano la actividad: Allende y sus asesores en La Moneda, los chilenos en sus fuentes laborales y la Armada en el puerto de Valparaíso, desde donde irradió la acción militar para derrocar al mandatario.
“Qué será del pobre Pinochet”, se preguntaba preocupado el presidente, cuando aún no sabía que al levantamiento se habían sumado los Carabineros, la Fuerza Aérea y el Ejército, al frente del cual Allende había puesto pocos días antes al general, quien tras jurarle lealtad terminó siendo uno de sus principales traidores y verdugos de los chilenos y extranjeros que se encontraban en Chile en esa época.
El líder socialista, acompañado por sus principales asesores y amigos, ordenó evacuar la sede del gobierno y esperó a los sediciosos en La Moneda, con casco militar y fusil.
Después de horas de ataques con tanques y ametralladoras al palacio gubernamental, los sublevados exigieron la renuncia de Allende con el compromiso de enviarlo junto a su familia al exterior.
“Pero qué se han creído. ¡Traidores de mierda!”, les contestó Allende, lo que desencadenó el ataque final hacia el mediodía con el fuego aéreo de unos Hawker Hunter.
“Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano; será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”, había proclamado el presidente a los chilenos momentos antes, a sabiendas de que resistiría hasta morir el golpe cívico militar.
Tras dos horas de bombardeos, Allende ordenó la salida de sus asesores y, en su oficina, se disparó en el mentón con su fusil.
“Misión cumplida. Presidente muerto”, fue la comunicación que envío a sus superiores el general Javier Palacios, a cargo del ataque, cuando al entrar a La Moneda encontró al jefe del Estado.
El golpe echó a perder la ilusión del socialismo chileno de una “revolución” que se identificaba como inédita, sin violencia, en medio de las entonces volátiles democracias de América latina, y, al mismo tiempo inauguró una de las dictaduras más atroces de la región.
Pinochet fue, además, uno de los autores intelectuales e impulsores del Plan Cóndor, el esquema de colaboración represiva del que tomaron parte las dictaduras en la región para perseguir y asesinar a militantes políticos.
El régimen, liderado por Pinochet, dejó al menos 38.000 víctimas que sufrieron en carne propia tortura, secuestro, despojo o muerte.
La represión pinochetista, que llegó a nutrirse de policía e inteligencia propias, entre ellas la célebre Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), ex Gestapo de Pinochet como se le conocía en el exterior,  se practicó incluso con el uso de armas químicas, como gas sarín y toxinas botulínicas, según una reciente revelación de funcionarios de entonces, y hasta con atentados terroristas en Washington, Buenos Aires y Roma para terminar con opositores que habían logrado exiliarse.
El plan de exterminio interno fue sistemático y planificado, tal como evidencian los entrenamientos de miles de represores desde 1974 en el campo de concentración de Tejas Verdes, en el puerto de San Antonio, bajo el mando del capitán Manuel Contreras, el primer jefe de la Dina.
Pero la profundidad de la represión, que incluyó el exilio de miles de personas y allanamientos masivos en los barrios pobres e industrias y lugares de trabajo, sólo fue posible porque existieron amplios sectores civiles que respaldaron las acciones y que incluso fueron educados en esas lógicas.
Los propios archivos secretos del régimen revelan que cientos de funcionarios de ministerios políticos o sociales asistieron a cursos sobre guerra psicológica, poder naval o guerra nuclear en la Academia para las Américas de USA, donde más de 2.000 oficiales chilenos se preparaban para actuar.
Esta complicidad civil, en algunos casos, y la pasividad de líderes y sociedad en general, es la que encuentra aún hoy, en el 40mo. aniversario del golpe, divididos a los chilenos, que en lo fundamental exigen saber el paraderos de sus familiares desaparecidos y asesinados, verdad sobre aquellos ilícitos y justicia para un pueblo que creyó posible avanzar con cambios dirigidos a resolver sus más apremiantes necesidades. Creen que la reconciliación es posible con actitudes claras de verdad y justicia y el Estado muestre que no es posible que los que hasta ahora han sido condenados por crímenes de lesa humanidad, perduren con la condición de Generales y recluidos en lugares de enorme lujo.
Chile que tuvo la más grande de la solidaridad internacional que se conoce, a 40 años de aquello, le queda camino que recorrer para que los chilenos se reencuentren definitivamente.
Extraído de las  Agencias de Información Internacional.

http://www.claves.cl/2013/09/15/chile-en-el-exterior-hace-40-anos-se-instalaba-en-chile-la-atroz-dictadura-de-augusto-pinochet/

La autopsia de Frei paso a paso

Por : Mónica González en Reportajes de investigaciónPublicado: 06.03.2009


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“¿A quién protege Patricio Rojas?”, preguntó Carmen Frei en agosto de 2006, revelando el quiebre de su familia con el ex ministro de Frei Montalva. Sus palabras adquieren hoy otra envergadura luego de que Rojas fuera reinterrogado por el ministro Alejandro Madrid, quien investiga el asesinato del ex mandatario. El rol de su concuñado, el doctor Patricio Silva Garín en la segunda operación a Frei, la que marca su camino a la muerte; y el secreto en que se mantuvo por más de 20 años la autopsia al ex mandatario y de la que sólo él tuvo conocimiento en su círculo íntimo, son hitos que aún no logra explicar. CIPER reconstituyó paso a paso ese procedimiento, develando una secuencia estremecedora y llena de sugerentes interrogantes. La familia Frei cree que en lo que sucedió en esas horas posteriores al deceso podría estar la clave del caso y por eso pedirá una reconstitución de escena.
El reloj marca las 17:20. La hora exacta en que el corazón de Eduardo Frei Montalva se paraliza. A su lado, una enfermera y el doctor Alejandro Goic. El segundo piso de la Clínica Santa María se agita como un panal de abejas. Minutos después, la noticia estalla por las calles de Santiago y el hall central de la clínica se va convirtiendo en un hormiguero. La gente llega corriendo, se abraza, se escuchan sollozos. La conmoción crece a cada minuto.
Tras la extirpación de una hernia al hiato (el 18 de noviembre de 1981), una operación que parecía simple, las cosas se complicaron dramáticamente hasta precipitarse este 22 de enero de 1982. Ahora todos esperan ansiosos noticias del cuarto piso, donde la viuda, Maruja Ruiz Tagle, rodeada de sus hijos y algunos nietos, inicia el camino de la pérdida. Nadie mira hacia abajo, hacia el subterráneo, allí donde en esos mismos minutos se inicia una extraña operación.
Dos hombres esperan impacientes en el estacionamiento subterráneo. Antes de las 6 de la tarde, una ambulancia aparece. Tres hombres con delantales blancos descienden. Transportan una escalera de tijera y algunos bultos. No hay apretones de mano. Sin perder un minuto, los hombres de blanco son conducidos hasta el ascensor. Descienden en el segundo piso. La pequeña comitiva va directo hasta el único acceso de la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica y traspasan la puerta sin que nadie los detenga. Nadie presta atención a que, a diferencia del resto del personal médico, ellos no llevan distintivo alguno que indique a qué institución pertenecen y tampoco su nombre.
El civil que los guía se detiene frente a una habitación. Los tres hombres de blanco ingresan. La antesala se despliega ante los ojos de los recién llegados. Allí susurran no más de cinco personas. Un breve intercambio de palabras y con la misma rapidez, el trío traspasa la puerta de la habitación habilitada para un paciente especial. En la cama yace Eduardo Frei Montalva. Aún está cubierto por un pijama y sobre su abdomen conserva una venda elástica.
El que se comporta como jefe del trío visitante cierra la puerta. Ninguno de los tres hombres pide la ficha clínica del fallecido, ni a los médicos del establecimiento ni a sus facultativos particulares.
Antes de las 18 horas se inicia la intervención. Lo primero que sacan es la venda del abdomen que cubre la herida infectada de la operación. Sin mediar tregua, proceden a colgar el cuerpo del ex presidente con ayuda de la escalera de tijeras. Uno de ellos coloca agujas en las arterias del cuello, brazos y piernas y le inyecta un líquido que han traído preparado para la ocasión. Dos horas más tarde, los 8 litros de formalina inundan el cuerpo de Frei Montalva, expulsando los restos de sangre y el último calor de su cuerpo.
Es entonces que dos de los tres hombres, los doctores Helmar Rosenberg y Sergio González, ejecutan un corte preciso en el tórax y otro en el abdomen. Y comienza el despojo: el riñón, el hígado, el corazón, el páncreas, los pulmones, el bazo… En ese momento, el tercer hombre en la pieza se percata de que el bazo tiene adosado un apósito.
Dos pisos más arriba la señora Maruja Ruiz Tagle no sospecha lo que está ocurriendo en ese preciso momento en la habitación especial donde está el jefe de familia recién fallecido. En el hall de la Clínica, entre los dolientes que llegan en una procesión creciente, se desplazan inadvertidos dos agentes de la unidad especial de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), cuyos integrantes han seguido paso a paso los movimientos del que hasta ese día era el líder indiscutido de la oposición a Pinochet. Sólo unos minutos bastan para confirmar el impacto demoledor provocado por la noticia de su muerte.
En el segundo piso, el trío continúa su tarea. Cada uno de los órganos extraídos por los dos facultativos va siendo entregado al auxiliar Víctor Chávez, quien los deposita en una bolsa plástica, la que luego acomoda en un container o balde metálico. Cuando el despojo termina, el cuerpo -ahora vacío- es rellenado con gasa. Todo se hace en forma precisa y rápida. Cierran primero el abdomen y luego el tórax y, por último, proceden al maquillaje. Han trascurrido casi cuatro horas. Aproximadamente a las 22 horas los tres hombres salen tan silenciosamente como llegaron.
La llegada del doctor Max Muller Vega, quien le saca una máscara mortuoria al rostro del ex presidente, ha sido una de las pocas interrupciones experimentada por el trío. Casi no sintieron a la enfermera que ingresó y se retiró en puntillas. Tampoco detienen su labor cuando se asoma la hija del difunto, Carmen Frei. Pero nadie los interpela.
El doctor Goic, quien aún está bajo el shock de la muerte del hombre que respeta y quiere, no puede olvidar el instante mismo en que debió constatar su fallecimiento. Con mano trémula firmó el certificado respectivo. Y entre la familia y la multitud que acude para expresar sus sentimientos, el doctor ve a dos personas en la habitación donde acaba de morir Frei, preparándose para ejecutar“un embalsamamiento”. Eso fue lo que dijeron. No se inquieta. Alguien de la familia debe haberlo pedido…
El cuerpo del ex presidente es entregado cerca de las 23 horas a sus hijos. A esa misma hora, el doctor Rosenberg, ya de regreso en el Hospital Clínico de la Universidad Católica donde trabaja, tiene todo preparado para iniciar el examen microscópico electrónico de las muestras. Las introducen en bolsas transparentes, las que Rosenberg procede a sellar sin rotular. Otras muestras las guarda en pequeños cubos de parafina sólida. Y lo más importante: hasta hoy nadie sabe lo que hizo con las vísceras.

Secretos sin respuesta

Cuando la familia de Eduardo Frei recibe su cuerpo, su rostro no tiene huellas de ninguna intervención. Es la misma cara, ahora con los ojos cerrados, que los ha acompañado durante toda su intensa vida familiar. Y ello porque lo único que el equipo del doctor Rosenberg dejó intacto fue el cerebro. Todos ignoran que el corazón de Frei, así como su hígado y otros órganos, ya están en tubos con formalina.
El doctor Rosenberg guardará rigurosamente el secreto de lo que hizo aquella calurosa tarde del 22 de enero de 1982, y que lo tuvo ocupado hasta el amanecer del día siguiente. Lo mismo que el doctor González. Diez años transcurren y nadie pregunta nada. Es el tiempo que tarda Rosenberg en decidirse a transcribir los resultados del procedimiento. Y diez años más deberán pasar hasta que alguien decida revelar la existencia del documento.
Porque dos décadas después de la muerte de Frei Montalva se recibe el mensaje de que existe una autopsia hecha minutos después de su muerte al ex presidente en la misma habitación donde murió.Carmen Frei, la hija del ex mandatario y ex senadora, la mujer que iniciara en 2000 la investigación sobre su posible asesinato ante la mirada escéptica de todos, de inmediato recoge la hebra. Sabe que es una pieza clave del proceso. Tiene la plena convicción de que nadie de su familia autorizó una autopsia. Lo primero será rehacer cada minuto a partir de la muerte del padre. Y lo hace.
Finalmente, se llega al Hospital Clínico de la Universidad Católica, el establecimiento hospitalario al que pertenecerían los patólogos que realizaron la autopsia. Dos años transcurren entre el primer indicio del informe -hasta ese momento desconocido- y su confirmación. En el primer documento escrito que habla de una autopsia, aparece la firma del doctor que dirigió la intervención: Helmar Rosenberg. Además la familia recibe un dato que la dejará sin aliento, el del nombre del hombre que la pidió: el pediatra Patricio Rojas, el ex ministro del Interior de Frei Montalva hasta el día en que le entregó el bastón de mando a Salvador Allende en 1970. El fiel colaborador de Patricio Aylwin entre 1990 y 1994. El hombre que en esos días dramáticos ofició de nexo entre el equipo médico y la familia Frei.
La indignación en la familia Frei se acrecienta. ¿Cómo fue posible que se le hiciera al ex presidente una autopsia en la Clínica y nadie les pidiera la autorización, condición indispensable para su materialización? Pero más importante aún: ¿por qué realizar la intervención en la habitación donde murió Frei? ¿Por qué no llevarlo a un lugar habilitado con mesa de mármol o de metal y agua corriente para que la autopsia se hiciera con un mínimo de garantías de salubridad? ¿Por qué la rapidez, el secreto, la violación de varios reglamentos médicos y legales? No hay respuesta.
Una de las primeras tareas que surgen entonces es identificar al médico de la Clínica Santa María que entre las 17 y las 23 horas de ese 22 de de enero de 1982 está a cargo del pasillo donde estaba ubicada la habitación donde Frei muere. Porque ese facultativo tenía la responsabilidad de resguardar el cuerpo del ex presidente. Y es el único que debió haber impedido o al menos interpelado a cualquier extraño que quisiera acceder a su cadáver.

Ocho páginas que acusan

A partir de ese momento se inicia un carrusel de contradicciones. El doctor Rosenberg dice que realizó “el embalsamamiento” y no una autopsia, por orden del doctor Roberto Barahona, a quien individualiza como el entonces director del Departamento de Anatomía Patológica de la Escuela de Medicina de la Universidad Católica. Y agrega que casi tres meses más tarde, en abril, también por orden de Barahona, le informó de los resultados a los médicos que él identifica como los tratantes de Frei: Patricio Rojas, Patricio Silva y un tercero de cuyo nombre extrañamente todos se olvidaron.
Se equivoca, porque Rojas, como él mismo lo ha repetido, nunca ofició de médico de Frei. Pero en los inicios de la investigación esto no tiene importancia. Y ello, porque los doctores Rojas y Silva niegan toda relación con la autopsia. Tampoco recuerdan la reunión de abril.
El doctor Barahona nada puede decir. Al momento de la muerte de Frei, él estaba enfermo en su casa. Murió siete meses después que el ex presidente. ¿Quién dirigía entonces el Departamento de Anatomía Patológica de la Escuela de Medicina de la Universidad Católica al momento de la muerte de Frei? Otro misterio a resolver.
Los dichos de Rosenberg son nuevamente despedazados cuando finalmente una copia completa del “embalsamamiento” que le hizo a Frei, llega a manos de la familia. Porque en la primera página de ese documento se lee: AUTOPSIA Nª 9/82. NOMBRE: EDUARDO FREI MONTALVA. PATOLOGO: Dr. H. Rosenberg. RESIDENTE: Dr. S. González. FECHA Y HORA: 18 horas. (Ver facsimil de la autopsia en PDF)
Es la primera prueba de que sí hubo autopsia. Tanto así, que fue archivada en los mismos libros en los que se guardan cuidadosamente empastados -de cien en cien- todos los informes de autopsia que allí se practican.
081Ese documento marca también el comienzo de otros descubrimientos. Porque cuando se procede a periciarlo, y casi a simple vista, se percibe que tiene características totalmente distintas a los otros informes que ese empaste contiene.
Rosenberg explica. Dice que guardó sus apuntes y la grabación de los análisis por aproximadamente diez años. Y que fue entonces que decidió transcribir los resultados, tarea que le encomendó a Carmen, la secretaria del Departamento de Anatomía Patológica e hija del extinto doctor Barahona.
Esa es la explicación del cirujano y patólogo Helmar Rosenberg Gómez, 74 años, de por qué el “Informe de autopsia N° 9/82” a Eduardo Frei Montalva, que se despliega en 8 páginas, no tenga el mismo tipo de letras que las otras empastadas en el mismo tomo. Y que sea evidente que fue pegoteada a destiempo. Más curiosa es la anexión del examen histológico, que se hizo en época totalmente distinta.
Las fotografías de microscopía electrónica también desaparecieron. Un pequeño desorden por cambio de sede –afirma- está en el origen. Y no existe ficha médica adjunta. Para esa irregularidad no hay respuesta. Tampoco hay explicación para la inexistencia de un diagnostico clínico. ¿Dónde están entonces los resultados que afirma haber informado en abril de 1982 a los doctores Patricio Rojas y Patricio Silva?

LA SOCIEDAD ROSENBERG-GONZALEZ

Si la autopsia de Frei demoró 20 años en ser descubierta, los misterios que la rodean han sido menos resistentes. Porque la versión de Rosenberg tuvo una contraparte brutal. Y ello porque Carmen Barahona no reconoció el informe de autopsia archivado. Y hubo otro recuerdo importante: su padre efectivamente estaba enfermo al momento de la muerte de Frei, por lo que no era el director del departamento. El jefe era el doctor Benedicto Chuaqui. Un problema: Chuaqui nunca vio el informe de la autopsia practicada a Eduardo Frei. Así lo afirmó en una muy temprana indagatoria. Peor: el doctor no podrá decir lo que logró descubrir cuando quiso saber por qué le habían ocultado el informe de Frei. Murió en 2003.
Un misterio que sigue sin resolver es cómo se explica que el equipo médico encabezado por Rosenberg llegara a la Clínica Santa María sólo minutos después de la muerte de Frei (17:20). Porque lo que Rosenberg y su equipo confirman es que partieron desde el Hospital Clínico de la UC a la Clínica Santa María alrededor de las 17 horas de ese 22 de enero. Y el informe de autopsia consigna la hora de inicio: 18 horas.
Un apoyo importante le ha brindado a Rosenberg el doctor Sergio González Bombardiere. Los recuerdos de este patólogo de 55 años, jefe desde el 2000 del Departamento de Anatomía Patológica de la Escuela de Medicina de la Universidad Católica y quien lo secundó en la autopsia practicada a Frei, son casi idénticos a los de Rosenberg.
Lo que no calza es que Rosenberg, con 33 años en el Departamento de Anatomía Patológica de la Escuela de Medicina de la Universidad Católica, y González, con 27 años en el mismo, insistan en que no hay nada extraño en el embalsamamiento que se le hizo a Frei. Primero, fue una autopsia. Incompleta, pero autopsia. Segundo, los datos ciertos de ese centro médico indican que no hay registro de que alguna vez se haya hecho una intervención similar a la de Frei en otro establecimiento hospitalario y menos en la habitación del paciente. ¿Por qué la excepción y la urgencia? No hay respuesta.
La solidaridad entre ambos podría explicarse porque no sólo son compañeros de trabajo desde 1981, tres años después de que González se titulara, sino también socios desde 1993. La última empresa conjunta lleva por nombre “Profesionales e Inversiones Médicos Patólogos Asociados”.
En cuanto a Patricio Rojas, los recuerdos de Carmen Barahona han sido lapidarios. Porque sin titubear afirmó que, al momento de la muerte de Frei, su padre estaba en su casa enfermo, y que Patricio Rojas lo llamó para solicitarle la autopsia al cuerpo del ex mandatario.
En su declaración judicial del año 2003, publicada por La Tercera, Patricio Rojas reconoce el hecho que calló por dos décadas: “Efectivamente se hizo un protocolo de autopsia, realizado por un médico del Hospital Clínico de la Universidad Católica, tuvimos el cuidado de hacer el examen anatomopatológico y tuvimos los informes de este examen. Como yo no era el médico tratante, no fui yo el que recomendó a la familia que se practicara la autopsia, pero cuando me consultaron no me opuse, pudo ser el doctor Goic o el doctor Silva. También, comenté la necesidad de contar con exámenes tanatológicos para tener la certeza de la causa de su muerte, pero ignoro si se hicieron o no, y si así fue no tuve acceso a los resultados”.
La información oficial, que recibió también Rojas de parte de los médicos de la Universidad Católica, fue que la causa de muerte del ex presidente fuer una septicemia no controlada. Pero el documento que lo acredita no aparece, sino que sólo se conoce el informe anatomopatológico. Ante de la duda creciente de que pudo haber sido contaminado por agentes químicos en forma deliberada, su cuerpo fue exhumado en 2005 y las muestras enviadas a FBI, sin obtenerse resultados positivos. Pero después, otros importantes análisis se han practicado. Y de su resultado sólo sabe el ministro Alejandro Madrid, quien decretó desde entonces que ninguna de las partes tiene acceso al sumario.
Patricio Rojas se ha defendido de las dudas sobre su rol en los procedimientos que tuvieron lugar en las horas posteriores a la muerte del ex presidente. Y ha descartado las evidencias de una posible intervención de terceros, diciendo que sólo son “conjeturas”.
La réplica más dura que ha tenido Rojas ha sido de parte de Carmen Frei. El 31 de agosto de 2006, en entrevista con Radio Cooperativa, afirmó: “¿Conjeturas? ¡Por favor! Más que evidencia: yo vi la escalera en la pieza y me sacaron de ella porque a mi papá le estaban haciendo una autopsia”. Y concluyó reiterando una frase que aún hace eco: “¿A quien protege Patricio Rojas?”.
Dos años y medio más tarde, ninguna de las declaraciones de Patricio Rojas han convencido a los hijos Frei, los que no entienden cómo uno de los hombres de máxima confianza de la familia les ocultó por más de 20 años que se había hecho una autopsia cuyo procedimiento está lleno de irregularidades.
Por ello, el próximo paso que la familia Frei pedirá será la reconstitución judicial paso a paso de la autopsia. Una diligencia que seguramente podría despejar misterios y unir las pocas piezas que aún faltan para que el juicio sea caratulado como “asesinato”.
http://ciperchile.cl/2009/03/06/la-autopsia-de-frei-paso-a-paso/

Todas las muertes conducen a Berríos

Por : Mónica González en Reportajes de investigaciónPublicado: 08.12.2009



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El juicio por el asesinato del ex Presidente Eduardo Frei Montalva está directamente vinculado a otros cinco crímenes que tienen a Eugenio Berríos y la fabricación secreta de armas químicas durante la dictadura como eje central. Los seis procesos están concentrados en las manos del ministro Alejandro Madrid, en una investigación que ya acumula diez años.
El juicio por el asesinato del ex Presidente Eduardo Frei Montalva está directamente vinculado a otros cinco crímenes que tienen a Eugenio Berríos y la fabricación secreta de armas químicas durante la dictadura como eje central. Los seis procesos están concentrados en las manos del ministro Alejandro Madrid, en una investigación que ya acumula diez años.
El químico de la DINA, cuyo cadáver fue encontrado en abril de 1995 en una playa de Uruguay con impactos de bala en la cabeza, había sido sacado clandestinamente del país cuatro años antes. Su fuga fue ejecutada por un equipo del grupo más secreto de la Brigada de Inteligencia del Ejército (BIE), encabezados por los escoltas de Pinochet, que le dieron muerte junto a militares uruguayos que lo tenían bajo su custodia cuando intentó escapar.
Existe certeza sobre cómo se ejecutó la salida de Eugenio Berríos hacia Uruguay. Una operación que tuvo por objeto evitar que Bañados interrogara al hombre que “sabía mucho”. Su escape se concretó el 26 de octubre de 1991, poco después de que la abogada Fabiola Letelier le pidiera al ministro Adolfo Bañados que interrogara al químico de la DINA en la investigación por el asesinato del ex canciller Orlando Letelier. Se trataba de un testigo estelar.
Michael Townley había confesado que en un principio se pensó matar a Letelier (en Washington, septiembre de 1976) con gas sarín, un agente químico letal inventado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial y perfeccionado por Berríos en un laboratorio de la DINA. Tan avanzado estaba el plan inicial que Townley recordó haberse embarcado en 1976 en un vuelo de Lan portando“un frasquito de perfume Chanel Nº 5 que me había dado mi esposa y que yo había llenado con sarín”.
Cuando el ministro Bañados dictó el 8 de noviembre de 1991 la orden de detención en contra del químico de la DINA, ya era tarde: Berríos estaba clandestino en Uruguay, país al que llegó vía Argentina el 29 de octubre. El ministro Bañados ignoraba que en su propio despacho la BIE tenía un topo que les informó de la orden antes incluso que fuera firmada.
Sólo ahora se entiende el por qué de los millones de dólares que se gastaron en la operación para sacar a Eugenio Berríos del país. No eran los autores del crimen de Orlando Letelier lo que Pinochet y sus custodios del BIE temían que revelara el químico. Bañados ya tenía ese cuadro claro. Eran otras muertes que en ese momento, recién iniciada la recuperación de la democracia, permanecían ocultas y podían detonar problemas mayores. Incluso de defensa nacional por el destino y uso potencial que se les daría a las armas químicas fabricadas en laboratorios del Ejército.
Desde 1999, fecha del inicio del juicio por el secuestro y homicidio de Berríos, primero la jueza Olga Pérez y luego el ministro Alejandro Madrid -junto al mismo equipo policial integrado por el prefecto Nelson Jofré y la inspectora Palmira Mella- han ido armando pieza por pieza un puzzle macabro.
Primero se esclareció el crimen de Renato León Zenteno, conservador de Bienes Raíces de Santiago, asesinado por un equipo de la DINA. El crimen se perpetró el 30 de noviembre de 1976, dos meses después de ser asesinado Letelier, en el propio departamento de León Zenteno. El protocolo de autopsia dice que murió víctima de una “toxemia aguda inespecífica”.
Uno de los agentes que participó en el asesinato confesó que al dejar la escena del crimen, Berríos reparó en que el frasco de perfume con gas sarín había quedado olvidado en la mesa de noche de León Zenteno. Ya era tarde. No podían regresar. Muchos años después, cuando se revisó el viejo expediente archivado, la sorpresa de los investigadores de Madrid fue mayúscula: en las fotos tomadas por los peritos se ve nítidamente el mismo frasco descrito por el agente de la DINA en su confesión.
¿Por qué matar a León Zenteno? Por una simple razón. Éste se oponía a traspasar ilegalmente a sociedades de la DINA terrenos en la Reina Alta de los que fueron despojados opositores al régimen. De cualquier forma, el ex conservador de Bienes Raíces de Santiago no fue obstáculo para los propósitos de la DINA. En esos mismos terrenos hoy se levantan sólidos y hermosos conjuntos residenciales para militares.
Ha quedado establecido judicialmente que Berríos formó parte de la Brigada Quetropillán de la DINA, un laboratorio que funcionó en la casa que Michael Townley y su esposa Mariana Callejas compartían en Lo Curro. En ese laboratorio se desarrolló el proyecto “Andrea”, destinado a producir armas químicas para la eliminación de opositores y, eventualmente, para ser usados en algún conflicto con países vecinos. Sarín, Soman y Tabun fueron algunas de las toxinas químicas desarrollados por Berríos y el científico Francisco Oyarzún Sjoberg, quienes trabajaban bajo las órdenes directas de Manuel Contreras.
El gas sarín obtenido en la casa de Lo Curro fue probado por primera vez en abril de 1976, utilizando perros y hasta un burro. También se experimentó con ratones y conejos.
Una de las primeras víctimas humanas fue el poeta Luis Waldo Silva Caunic. Después fue el turno del diplomático español Carmelo Soria, quien fue secuestrado en julio de 1976 y conducido a la casa de Lo Curro. Cuatro meses después ocurrió el asesinato del conservador de Bienes Raíces de Santiago. Y en marzo de 1977 la víctima provino de las propias filas del organismo dirigido por Manuel Contreras.
Manuel Jesús Leyton Robles, un cabo de Ejército adscrito a la DINA, había sido detenido en 1977 por robo de autos y uno de ellos pertenecía a un detenido desaparecido. En su declaración a Carabineros dijo que lo hacía por encargo de la DINA. Poco antes de ratificar sus dichos ante un tribunal fue eliminado con gas sarín, aunque oficialmente el Ejército adjudicó la muerte a “causas naturales”.
Treinta años después Alejandro Madrid estableció la verdad y, de paso, demostró por primera vez que la DINA utilizó gas sarín para la eliminación de personas. Por este juicio hay 13 ex agentes procesados, entre los que se cuentan los médicos Hernán Taricco Lavín, Pedro Valdivia Soto y Osvaldo Leyton. La enfermera Eliana Carlotta Bolumburu Taboada, quien cumplía un rol clave en la Clínica London de la DINA y luego de la CNI, también fue vinculada.
A partir del asesinato de Letelier, en septiembre de 1976, se desató una fuerte pugna entre el jefe de la DINA, coronel Manuel Contreras, y el jefe de la entonces Dirección de Inteligencia Nacional del Ejército, general Odlanier Mena. Este último objetaba los brutales y desprolijos procedimientos de Contreras.
Entonces, de acuerdo con el testimonio de Michael Townley, Contreras decidió matar al general Mena “mediante la incorporación de una bacteria mortal en su café” que había sido proporcionada por Berríos. El plan se frustró porque en esa oportunidad Mena prefirió un agua de yerbas.
En 1978, una vez que la participación de Townley en el crimen de Letelier quedó al descubierto y fue reclamado por Estados Unidos y expulsado a ese país ante la presión de su gobierno, Berríos y su laboratorio de Lo Curro se trasladaron al Complejo Químico e Industrial del Ejército en Talagante. El hombre al mando: el coronel Gerardo Huber, uno de los mandos operativos de la DINA, asesinado tras el escándalo que provocó el descubrimiento de un cargamento de armas rotulado como material sanitario cuyo destino final era Croacia.
Las armas químicas fabricadas por Berríos cobrarían nuevas víctimas el 8 de diciembre de 1981, el mismo día que Frei Montalva se agravó para ya no recuperarse y era operado por tercera vez por el doctor Patricio Silva Garín.
Mientras en la Clínica Santa María el ex mandatario comenzaba a evidenciar signos de muerte, en la Cárcel Pública un grupo de cuatro presos políticos del MIR y otros dos reos comunes experimentaban los mismos signos, a raíz de un envenenamiento. Adalberto Muñoz Jara, Guillermo Rodríguez Morales y Ricardo y Elizardo Aguilera lograron sobrevivir al ataque, aunque con serias secuelas. Sin embargo, dos presos comunes -Víctor Corvalán Castillo y Héctor PachecoDíaz- que compartieron almuerzo con los miristas, murieron a causa de una “intoxicación aguda inespecífica”. Nunca se investigó sus muertes.
Sí lo hizo el juez Madrid y su equipo, logrando establecer la identidad de los funcionarios de Gendarmería que tenían vínculos con los organismos represivos, además de acreditar que la intoxicación fue provocada con toxinas botulínicas fabricadas en el Instituto Bacteriológico del Ejército. El episodio lleva la marca de fábrica de Berríos.
Cuando las verdaderas circunstancias de la muerte de Frei Montalva comienzan a despejarse, es el turno del envenenamiento de la Cárcel Pública. Pero antes, se espera la sentencia en primera instancia por el secuestro y homicidio de Eugenio Berríos. Veintiuna personas serán condenadas, entre ellas cuatro generales de Ejército y tres altos oficiales del Ejército de Uruguay.
Sobre el destino de las armas químicas el secreto se mantiene. Y Berríos se llevó a la tumba los nombres de los otros personajes molestos a los que se eliminó con su fabricación letal.

http://ciperchile.cl/2009/12/08/todas-las-muertes-conducen-a-berrios/

Por qué se decidió eliminar a Frei

Por : Mónica González en Reportajes de investigaciónPublicado: 08.12.2009


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A partir de mayo de 1975, después de una extensa entrevista concedida al semanario colombiano Nueva Frontera, en la que el ex mandatario criticó duramente a la Junta Militar encabezada por Pinochet y en momentos en que las cárceles secretas se hallaban repletas de prisioneros torturados, Frei se convirtió en un personaje molesto. Sus declaraciones fueron profusamente reproducidas en Europa y EE.UU, mientras en Chile la DINA reforzaba una brigada para vigilar sus movimientos.
A partir de mayo de 1975, después de una extensa entrevista concedida al semanario colombianoNueva Frontera, en la que el ex mandatario criticó duramente a la Junta Militar encabezada por Pinochet y en momentos en que las cárceles secretas se hallaban repletas de prisioneros torturados, Frei se convirtió en un personaje molesto. Sus declaraciones fueron profusamente reproducidas en Europa y EE.UU, mientras en Chile la DINA reforzaba una brigada para vigilar sus movimientos.
Todas las patentes de los autos que llegaban hasta su casa eran registradas y sus ocupantes fotografiados y filmados. Luego, a través de la oficina de la DINA y luego de la CNI que funcionaba al interior del Registro Civil se identificaba a sus dueños. Lo mismo ocurría con su oficina en Huérfanos 1022 y los teléfonos de ambos inmuebles.
El acoso se hizo más intenso a medida que los influyentes nexos políticos internacionales de Frei se intensificaron. En agosto de 1976, una bomba explotó en el frontis de la casa de Oscar Pinochet de la Barra donde se le ofrecía a Frei una cena de honor. En poder del jefe de la DINA en Buenos Aires, Enrique Arancibia Clavel, que la autora de esta investigación encontraría en 1986 en el Archivo Judicial de ese país, está un informe del SIDE (símil de la DINA en Argentina) donde se dice que la bomba con que fue asesinado Orlando Letelier y su asistente en Washington en septiembre de 1976, tiene la misma factura de fabrica que el atentado a Bernardo Leighton en Roma (1975) y el fallido atentado contra Frei el 14 de agosto de 1976.
En diciembre de 1977, la vigilancia sobre Frei cobró nuevos bríos. El ex presidente se integró al foro político mundial más importante de esos días en el mundo occidental: la Comisión Norte-Sur encabezada por el ex canciller alemán y presidente del Partido Social Demócrata de ese país, Willy Brandt e integrada por 17 personalidades políticas y económicas.
Nuevos episodios le revelaron a Frei el intenso seguimiento del que era objeto. Aunque la estricta verdad es que en la Democracia Cristiana de esos días y durante mucho tiempo más, se siguió pensando que el asesinato y la desaparición estaba reservada a la izquierda y no para sus militantes importantes. Deberían transcurrir tres años antes de que el escenario diera un vuelco radical.
El 10 de agosto de 1980 sorpresivamente Pinochet decidió llamar a un plebiscito para refrendar su nueva Constitución. Sin registros electorales, sin libertad de prensa ni de reunión y con los organismos represivos en acción en todo el país, era una farsa. El presidente de la DC, Andrés Zaldívar, esa misma noche hizo público su rechazo. Pero la Democracia Cristiana inició un intenso debate interno sobre qué posición adoptarían. Frei estaba en Sao Paulo en un seminario. Decidió regresar de inmediato. Pero antes, decidió dar una señal a la DC y a Pinochet sobre su actitud. Declaró públicamente que “el plebiscito no es mas que un artificio para perpetuarse nueve años más en el poder”.
Apenas llegó fue informado de que su NO a la Constitución no concitaba la unanimidad en el PDC. Un sector proponía la abstención silenciosa. De inmediato le dio una entrevista a Patricia Verdugo donde afirmó:
-No hay que engañarse, es el equipo económico es el que necesita asegurar diez años mas de dictadura para imponer su modelo. Jamás imaginé a esta derecha entregándose a una dictadura. Me sigue sorprendiendo y me entristece (Vea la entrevista completa).
El 20 de agosto, la propuesta de Frei y Andrés Zaldívar de que cada hombre que venciera el miedo y votara NO podía transformarse en un activo opositor, triunfó en el PDC. Sin tregua y contra el tiempo, se llamó a un gran acto público para decir NO en el Teatro Caupolicán. La respuesta del régimen no tardó. El 22 de agosto los ministros de Defensa, César Raúl Benavides y de Interior, Sergio Fernández, firmaron un decreto secretó creando una nueva “Unidad Antiterrorista” (UAT), capacitada para “neutralizar, destruir o capturar núcleos de resistencia adversarios y conquistar objetivos ocupados por organizaciones subversivas a los propósitos del Supremo Gobierno”.
El documento, descubierto por el actual ministro de la Corte Suprema Milton Juica y revelado por El Mostrador, dice además: “En caso de ser necesario, esta UAT podrá estar integrada por personal especializado de otras instituciones (…) La dependencia orgánica permanente de esta UAT será del Ejército. Mantendrá relaciones por el Canal Técnico con la CNI para los efectos de coordinación en la planificación. Su empleo en acciones antisubversivas será resuelto por el Sr. Presidente de la República”.
Ignorantes de la nueva unidad operativa que había entrado en acción, siete días después, ante un recinto atiborrado de hombres y mujeres, Frei se convirtió en el líder del NO a Pinochet siendo el único orador del Caupolicán. En primera fila, José Piñera y su hijo Sebastián Piñera. Por las ondas de las radios Cooperativa, Chilena y Santiago llegó a todo Chile su propuesta de formar de inmediato un gobierno de transición cívico militar que estableciera en un plazo de tres años recuperar el pleno ejercicio del régimen democrático.
Afuera, policías fuertemente armados rodearon el recinto. Pero ese 27 de agosto de 1980 quedó marcado en la agenda que derrotó a Pinochet en 1988: fue la primera vez que democratacristianos, socialistas y comunistas se unían en torno al NO a Pinochet. Ganó el SI, pero ya nada fue igual.
Al mismo ritmo que la crisis económica se agudizaba y las ollas comunes se multiplicaban en las poblaciones, la actividad sindical crecía. En julio de 1981 Manuel Bustos y Alamiro Guzmán, en nombre de la Coordinadora Nacional Sindical (CNS) lanzaron un petitorio (“Pliego Nacional”). El ministro Sergio Fernández se querelló. Los dirigentes de la CNS fueron detenidos y llevados con grilletes hasta los tribunales, donde sesionaba la Corte Suprema.
Al día siguiente, 10 de julio, Frei fue a la Vicaría de la Pastoral Obrera. También llegó Tucapel Jiménez, presidente de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF). Los movimientos de ambos eran seguidos de muy cerca. Dos informantes tenía Raúl Lillo apostados en la ANEF, además de Luis Becerra en el entorno íntimo de Frei y Genaro Cerda Weber en el PDC.
De inmediato en la UAT se supo que ese día había quedado constituido el comité de defensa de los sindicalistas arrestados. Frei no firmó la declaración, pero fue la primera vez que participaba en una iniciativa política junto a dirigentes socialistas y comunistas.
El 11 de agosto fueron detenidos violentamente y expulsados del país tres ex ministros firmantes del comité recién formado: Carlos Briones (PS), Jaime Castillo Velasco (DC), Orlando Cantuarias (PR) y el ex senador DC y entonces militante de la Izquierda Cristiana, Alberto Jerez.
Pinochet arremetió contra la CNS -“todos son comunistas con todas sus letras”- y quienes solidarizan con ellos “pasan a la categoría de colaboradores”, afirmó ante las cámaras. Frei convocó a una conferencia de prensa para solidarizar con los sindicalistas presos. En ella calificó la expulsión de los cuatro miembros del comité de defensa como “un acto inconcebible en todo país civilizado que forma parte de una escalada que tiende a crear un clima de temor y amenaza”.
La réplica vino en boca del ministro del Interior Sergio Fernández, quien acusó a quienes solidarizaban con la CNS de “cómplices o coautores con el marxismo, y tendrán que sufrir las consecuencias que significa no cumplir una ley”. Pinochet fue el autor de la segunda respuesta. Desde Chillán, la cuna de O’Higgins, afirmó que “esa lacra del terrorismo cuenta con la complicidad de algunos chilenos”, anunciando que se castigaría “con la mayor dureza” a quienes colaboran con el marxismo.
Todos supieron que se refería a Frei cuando agregó: “El haber sido un opositor a la doctrina marxista no exime de la responsabilidad que se asume cuando se pacta con los exponentes de esa doctrina”.
Pero la Democracia Cristiana y tampoco Frei sospecharon que la embestida sería brutal. El ex presidente partió el 18 de septiembre a Alemania para una nueva reunión de la Comisión Norte-Sur. Su leal y antiguo chofer Luis Becerra lo llevó hasta el aeropuerto. Cuando regresó, siguió con su intensa agenda política y confidenció que los reflujos por la hernia al hiato lo estaban perturbando más de la cuenta. Volvió a partir, esta vez a Italia. El 2 de octubre de 1981 fue recibido por las máximas autoridades de ese país. Los ojos de Europa seguían expectantes la evolución de las fuerzas democráticas en Chile. Los ojos y oídos del servicio exterior de la DINE -a cargo del oficial Maximiliano Ferrer Lima- fueron más rigurosos: registraron cada una de sus intervenciones y reuniones.
A su regreso a Chile, Frei constató que la miseria y la naciente unidad sindical estaban cambiando el escenario al crear nuevos desafíos políticos. Faltaba que la oposición, hasta entonces dividida, diera algunos pasos. El único sector donde podían acercarse las posiciones de democratacristianos, socialistas, comunistas y radicales era el sindical. La CNS, encabezada por el democratacristiano Manuel Bustos, ya había unido a un sector de los sindicalistas DC con la izquierda seriamente diezmada. Pero el gran líder seguía siendo Tucapel Jiménez, quien para agosto de 1981 ya tenía a la ANEF estaba en plena coordinación con la CNS presidida por Manuel Bustos.
El movimiento sindical y político en esos días de 1981 convergía de manera acelerada e inédita a una plataforma de oposición que incluía como primer punto la organización de un paro nacional. Tucapel Jiménez, como líder de un nuevo y unificado movimiento sindical y Eduardo Frei, líder del PDC, darían luz verde a los primeros acuerdos que culminarían años después con el nacimiento de la Concertación.
La solidaridad internacional, necesaria para avanzar en la derrota del régimen, anunciaba en el calendario un hito importante para enero de 1982 con una nueva reunión de la Comisión Norte-Sur, a la que Frei asistiría. Frei comentó que quería estar en óptimas condiciones para enfrentar lo que venía. Sus dichos, sus reuniones, sus planes y hasta sus más íntimas palabras en el dormitorio llegaron hasta la unidad especial que en esos días preparaban su eliminación. El ex mandatario decidió operarse…
Uno de los primeros en saber su decisión fue su chofer, Luis Becerra, uno de los hombres de su mayor confianza y en quien su esposa había depositado el cuidado de su casa y de su esposo. Minutos después de que Frei escogiera la Clínica Santa María para la intervención, el jefe operativo de la CNI, Raúl Lillo, recibió la información. Faltaba sólo la fecha exacta en que se operaría.
A partir de ese momento, el entonces exclusivo establecimiento hospitalario donde trabajaban paralelamente tres médicos de la clínica de la CNI (Clínica London) –Pedro Valdivia, Rodrigo Velez y Virgilio Bocaz, se convirtió en el centro de una planificada operación de inteligencia cuyo propósito fue eliminar a Frei.
El 18 de noviembre Eduardo Frei Montalva ingresó caminando y de buen ánimo a la Clínica Santa María. Todo indicaba que sería una operación de rutina. Siete días después, el mayor Carlos Herrera recibió la orden de asesinar a Tucapel Jiménez. Ambos fallecerían en enero y febrero de 1982.
http://ciperchile.cl/2009/12/08/por-que-se-decidio-eliminar-a-frei/

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