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martes, 3 de septiembre de 2013

Deuda externa Chilena



¿Cuál deuda externa pagó nuestro país? Obviamente, la fiscal, pero no aquella enorme que la nación adquirió en beneficio de empresarios y banqueros.

Arturo Alejandro Muñoz

NO DEJA DE sorprendernos el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, con informaciones generalmente parceladas e incompletas, tendientes a crear en la gente una falsa sensación de grandeza económica o, en el mejor de los casos, un bienestar nacional afianzado en seguridades oficiales que no se corresponden con la fría realidad.
“Informo al país que Chile ha cancelado íntegramente su deuda externa”, manifestó el regalón del empresariado transnacional y de los círculos financieros norteamericanos. Andrés Velasco no mintió…sólo dijo una verdad a medias. Es cierto que Chile pagó la totalidad de la deuda interna fiscal, lo que tampoco significa que no sigamos encalillados con ‘la otra’ deuda externa, la grande, la importante, aquella que supera los US$45.000 millones de dólares y que nuestra nación adquirió a partir del apoyo brindado por la dictadura de Augusto Pinochet a la Banca nacional privada, a consecuencia de la quiebra que en la década de los años 80’s afectó a numerosas instituciones, como fue el caso del Banco de Chile (hoy Banco Chile).
No sólo a banqueros ayudó gratuitamente la dictadura, también a empresarios; todos ellos indiscutidos apoyadores del régimen militar, como ocurrió con ‘Súper Pollo’ que permitió a su propietario, Gonzalo Vial, transformar su empresa ‘familiar’ en el conglomerado industrial que hoy prácticamente monopoliza el mercado avícola y porcino del país a través de ‘Agrosuper’.
Banqueros y empresarios sortearon sin mayores traumas financieros la grave crisis de aquella época, merced a los préstamos internacionales obtenidos por el gobierno que sirvió de aval, de garante, y que hasta ahora no han sido cancelados al país.
Por cierto, ni Pinochet antes, ni los gobiernos concertacionistas ahora, han exigido al empresariado y a la banca privada el pago de la deuda en comento. El Estado de Chile ha sufragado los intereses anuales, algo que no han hecho los verdaderos deudores. Ni lo harán, eso quedó claro luego de escuchar al ministro Velasco, pues omitió referirse al tema optando por mencionar únicamente la parte linda del asunto.
Lamentablemente, el mundo político que tanta necesidad tiene de mejorar su imagen ante la ciudadanía, hasta este momento no ha emitido opinión ni le ha corregido la plana al señor Velasco puntualizando que lo pagado, en rigor, es solamente la llamada ‘deuda fiscal’, vale decir, la deuda chica.
La otra ‘calilla’, la importante, seguirá presente en nuestro horizonte de país dependiente, afianzando los lazos de obsecuencia oficial con acreedores que no cejarán en dar instrucciones -desde el exterior- respecto a cómo los gobiernos chilenos tienen que administrar la economía y la sociedad.
Mientras tanto, millones de chilenos explotan sus cerebros para encontrar la fórmula mágica que les permita pagar el enorme volumen de deudas que contrajeron con el marketeado uso de las tarjetas plásticas en estos últimos años, lo cual tiene más que felices a los empresarios de tiendas comerciales, bancos, financieras y supermercados, a la vez que otorga espurios datos al gobierno en su parafernálica argumentación de que nuestro país está ya en carrera al galope tras “el desarrollo total”.
El muy venteado (oficialmente) pago de la deuda externa fiscal no se condice con el bajo nivel de empleo y la horrorosa distribución del ingreso, muy especialmente en regiones, que nos desnuda como lo que en realidad somos: una nación aún pobre, mal administrada, mal gobernada por una exigua casta política enriquecida que cree ser dueña de la verdad, de las cosas, de las tierras, de los recursos naturales, de la opinión y de la gente.
Para ser directos, deberíamos decir que Chile pagó la deuda fiscal a sus acreedores extranjeros, pero la enorme deuda interna que mantiene con sus hijos, esa subyace en el trasfondo de todas y cada una de las viviendas donde el pueblo subsiste al salto de la mata.Esa es la deuda principal, y si la sumamos a la ‘otra’, a la que los empresarios y banqueros contrajeron en su avaricia y desdén, pero que deberemos seguir pagando los ‘moyas’ de siempre, entonces podemos concluir que nuestro país y nuestros gobiernos están más encalillados que antes.
No es nada nuevo lo dicho, pues de ello saben y conocen personajes como el señor Andrés Velasco, la señora Karen Poniachik, doña Michelle, los dirigentes de todos los partidos políticos, las cúpulas empresariales, la prensa en general, las autoridades regionales, los alcaldes e incluso los seremis…pero callan interesadamente, ya que ese silencio y esa desinformación les permite seguir emborrachándose con el poder, despilfarrando los recursos que la gente –a través de su esfuerzo y de sus impuestos y de su endeudamiento personal- acumula en involuntario beneficio ajeno.
Por ello, lo que el ministro informó fue sólo el pago de la deuda más chica que mantiene el país con sus acreedores menores, pues los mayores, los dieciséis millones de chilenos, aún no reciben un maldito centavo. Y cuando usted, don Andrés Velasco, quiera volver a contarnos un cuento de hadas, no escatime tiempo ni esfuerzos para contarnos también el otro cuentito, ese que habla de la verdad de la milanesa.
Debe saber, señor ministro, que los chilenos amermelados son pocos, que no todos se tragan las fantasiosas presunciones que emanan de sus labios…bueno, hay algunos ingenuos que sí se las tragan, como aquella fémina sentada en un sillón presidencial que ‘le compró’ la historieta del Transantiago, lo puso en ejecución y todavía no sabe cómo diablos salir del cacho. 

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